Sus ojos plateados se ven ensombrecidos por la oscuridad de la noche, y su chispa de picardía no está, dando paso a un enojo que hunde sus cejas y tensa su mandíbula.

Hades respira lentamente, inflando su caja toráxica y luego descomprimiendola como si meditara algo, pero luego cierra los ojos y me observa.

—Ve con él —indica con tono imperativo, y yo estoy lo suficientemente ansiosa como para volver a casa y rogar que mi abuelo esté durmiendo.

—Pero...

—No discutas ahora —me corta observando la espalda de Aaron, quien se aleja en el jardín trasero de su casa hacia la puerta de madera que da al callejón—. Borra mi contacto y todo mensaje en el que me hayas mencionado. ¿Está bien?

La insistencia en su voz me quita el habla y me confunde más de lo que me imaginaba.

—¿Por qué?

—No es momento de hacer preguntas —responde y yo me siento más confundida que antes. Mi cabeza da vueltas en cada incógnita.

—No entiendo lo que pasa.

—Eso es mi culpa —se lamenta el chico de los tatuajes, acercándose a mí. Veo que sin pudor alguno toma mi móvil del bolsillo de mis shorts y teclea algo. Veo de reojo que está borrando mis mensajes, y luego me tiende el móvil observándome a los ojos.

En la pantalla puedo ver que hay muchas llamadas perdidas, de Alex y Nika, pero solo una hace que mi sangre se hiele y un escalofrío recorra mi ser clavando punzadas en mi espina dorsal.

Un sudor frío me hace estremecer y no hay otra cosa más que lamentarme y enfrentarme a mi destino. Pero algo es seguro.

No me vuelvo a escapar de mi casa nunca jamás.

Yo lo tomo y él ve mis manos y su ceño se frunce. Ve mis manos con el ceño fruncido notando el rojo alrededor de mis muñecas, producto de la presión y fricción de las esposas. Entonces veo que hay muchas cosas en su cabeza.

Quito mis manos y de su contacto, estoy completamente confundida y él lo nota.

—Pues dímelo —exijo.

—No puedo hacerlo ahora, tienes que ir a casa.

—No quiero ir.

—No te va a ocurrir nada —afirma con cierta convicción que me hace creer un poco en él. Aunque la duda no se tarda en aparecer. Quiero decir algo pero mi lengua se siente pesada en mi boca para modular siquiera una mísera palabra.

—¿Cómo sabes?

—Solo te van a castigar Gianna, lo más probable es que te quiten el móvil pero no es tan grave, todos nos escapamos de casa alguna vez.

—No vuelvo a escaparme —me intento convencer ante mis palabras, observándolo con preocupación.

Él sonríe ante mis palabras y yo paso saliva. A él le hace gracia, pero a mi la situación me tiene los pelos de punta.

Mi mirada sigue la de Hades cuando él observa a Aaron, quien tiene cara de pocos amigos observándonos desde la puerta. Yo le doy una última mirada al chico de ojos color plata y luego me voy, siguiendo a Aaron y sin decir nada.

El problema aquí es que no dejo de estar confundida, y cada segundo que paso cerca de cualquiera de los dos termina por volverme aún más lejana a la cordura.

Cuando llego al lado del chico de ojos oscuros, este deja que la puerta se cierre a mis espaldas y empieza a andar en silencio.

—¿Vamos en la moto? —quiero saber pero él me ignora.

El Juego de HadesΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα