Dejé escapar un suspiro y alcé la vista hacia mi supuesto asesino serial. O mi salvador. Lo razonable era esto último, pero toda la escena me llevaba a considerar solamente las peores alternativas.
Se trataba de un Jeep. Los focos pintaban una franja de luz en el pavimento negro.
–¿Estás bien? –la voz de un hombre. Gran parte de su rostro estaba a oscuras. La luz de los instrumentos en la consola se reflejaba sobre sus facciones lo suficiente como para que yo pudiera notar que era bastante joven. No mucho mayor que yo. Unos veinticinco años, como máximo.
La mayoría de los asesinos seriales son hombres blancos, jóvenes, pensé, y mi ansiedad aumentó exponencialmente.
–Estoy bien –respondí de inmediato, alzando la voz en la noche fría, al tiempo que le mostraba mi teléfono como si eso lo explicara todo–. Ya vienen a buscarme –contuve la respiración deseando que creyera mi mentira y se marchara.
Permaneció donde estaba, en la penumbra, con su mano en la palanca de velocidades. Miró hacia adelante en la ruta y luego hacia atrás. ¿Confirmando, acaso, lo solo que me encontraba? ¿Calculando la oportunidad para asesinarme?
Deseé tener una lata de gas pimienta. O ser cinturón negro de kung-fu. Algo. Cualquier cosa. Mi mano izquierda se cerró sobre las llaves. Pasé el pulgar por la punta serrada. Si fuera necesario se las hundiría en el rostro. En los ojos. Eso. Apuntaría a los ojos.
Se inclinó sobre el asiento a su derecha y su cara quedó envuelta casi por completo en las sombras.
–Podría ver qué le pasa a tu motor –ofreció la voz sin cuerpo.
–No, estoy bien, de verdad.
Los mismos ojos que había considerado atravesarle brillaron en la distancia al mirarme. En la oscuridad era imposible definir su color, pero eran claros. Azules o verdes.
–Ya sé que estás nervioso...
–No. No estoy nervioso –balbuceé, tal vez demasiado rápido.
Se recostó en su asiento y el panel volvió a iluminar su rostro con un tono ámbar.
–Me sentiría mal dejándote aquí, solo –mi piel se estremeció con su voz–, debes estar asustado.
Eché un vistazo alrededor. La noche oscura se cernía sobre mí.
–No, no tengo miedo –respondí, con un hilo de voz nada convincente.
–Sube. Ya sé que no me conoces y comprendo que te quedarías más tranquilo si me voy, pero no me gustaría que mi madre estuviera sola aquí afuera, de noche.
Lo miré a los ojos durante varios segundos, como si pudiera adivinar su carácter en las líneas apenas visibles de su rostro. Di otra ojeada a mi auto, que seguía despidiendo humo. Y otra vez a él.
–Esta bien. Gracias –mi "gracias" se hizo esperar y salió vacilante, tras una pausa extensa como una inhalación profunda. Rogué no aparecer en los titulares de las noticias de la mañana.
Mientras lo observaba mover su Jeep hasta detenerlo delante de mí auto, llegué a la conclusión de que, si su intención era atacarme, lo haría (o al menos lo intentaría) tanto si lo invitaba a revisar el motor, como si no lo hacía. Abrió la puerta con un movimiento decidido y, al bajar, desplegó su alta figura y avanzó en la noche, con una linterna en la mano.
Sus pasos hicieron crujir la grava suelta; el haz de luz de su linterna iluminó mi vehículo humeante. Por el ángulo de su cara, me pareció que ni siquiera se volteó a mirarme. Se encaminó directamente a mi auto, levantó la tapa del motor y desapareció en su interior.
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› Foreplay ꙳໋͙ HyunMin ⌕
Fanfiction⸦⸧ Todos hemos sido novatos en algo, escuela, trabajo, casa, incluso amor, pero conforme pasa el tiempo agarramos práctica y hasta nos volvemos expertos y si no al menos nos acostumbramos y lo hacemos bien, pero ¿Que pasa cuando en lo que te sientes...
