15.

3 1 0
                                    

Habían pasado dos días desde que Talia había aparecido en aquel desierto rojo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían pasado dos días desde que Talia había aparecido en aquel desierto rojo. Su único compañero en ese momento era una brújula de oro que parecía querer guiarla a alguna parte.

A la lejanía vio un bulto que se movía y con cada paso se hacía más grande. Cuando estuvo segura de quien se trataba corrió a su encuentro.
Caisear volvía de un largo viaje y traía la cura para la terrible herida que Talia tenía en el brazo.

—Muchas gracias Caisear. De no ser por ti habría muerto hace tiempo.

—Es lo menos que puedo hacer. Yo aun tengo la fe que tu seas la clave para volver con mi padre. Con cada minuto más que paso aquí siento que me vuelvo uno de ellos -dijo señalando un esqueleto humano que flotaba en un río de agua morada.

Siguieron caminando horas por planicies que parecían no tener fin. La brújula seguía impulsandolos a continuar, dándoles una esperanza invisible que se sentía como una flecha en sus corazones.

Al cabo de unos días más se encontraron con algo que jamás llegaron a pensar.

—Dijiste que vivias en un castillo.

—Así es. Pero no era este.

Un bestial castillo negro se levantaba entre las llamas enardecentes.

Al abrir las puertas principales sintieron como una corriente de aire los arrastró hasta el interior de un negro vacío donde siguieron caminando a oscuras solo guiados por un camino de velas que parecían llevarlos a algún lugar.

Terminaron en una sala redonda donde se escuchaban fuertes gritos y había personas en el centro discutiendo de forma pacífica. Los gritos provenían de los que se encontraban en los bordes del círculo, sentados en unas butacas estilo anfiteatro.

Caisear tomó la mano de Talia y la atrajo hacia él. Estaba asustado, habia pasado tanto tiempo en soledad que ver a tantas personas molestas y furiosas no lo dejaban tranquilo.

—Los estaba esperando. ‐Zor les extendió una mano.

Talia dudaba si acercarse y aceptar la invitación. Veía los rostros de los demás fijos en ellos; sus gritos se habían apagados y sus cuerpos no se movían.
Caisear se adelantó y tomó la mano de Zor.

—El pequeño príncipe ha entrado en escena. Tu padre me deberá mucho por esto. -dijo el zorro sonriéndole de lado.

—No. Reconozco quien eres y no quiero que mi padre tenga nada que ver contigo. De ahora en adelante la deuda es conmigo y espero que mi vida sea la suficiente paga.

Como si Zor estuviera esperando aquella respuesta, sonrió con sus ojos y puso una mano en el hombro de su viejo amigo.

Zor dio un paso y le dio la espalda al hijo del rey de los demonios para dirigirse a una Talia que había empezado a inspeccionar los rostros de las personas que estaban congeladas. Incluso cuando notó que Zor se acercaba notó la presencia de una mujer que estaba en el centro, se parecía un poco a ella.

Destino de AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora