—¿Y tú como sabes si mi última relación me dejó cicatriz?

—Porque soy casi tan adicto al sexo como a lucir cosas bonitas, y me guío por las energías. Siento decir que la tuya es pésima. Por eso no quiero que te acuestes con Oliver, lo más seguro es que le trasmitas tu estado de animo y lo que harías sería alejarlo.

—Que mi energía es pésima, dijo quien se compró un perro por no estar solo.

—¿Porqué eres tan mala? Si te he hecho un favor, ahora por lo menos entenderás porque los hombres se quedan o se van después del sexo.

Hasta ahora tampoco había estado de ánimo suficiente como para pensar en sexo, es verdad que andaba un poco depresiva pero algo están cambiando. No sabía si era el encuentro o este pésimo plan, lo que estaba claro es que me mantenía distraída de la segunda realidad. Mi vida.

—Me apuesto a que tú te quedarías.

—Solo para la segunda ronda.

El celular sonó un par de veces, era Héctor. Quería saber qué tal la fiesta del Doctorcito.

Te llamo en cuanto esté de camino a casa, te apetece pasarte y cenamos en la mía?

Hector era un angelito caído del cielo, mi mejor amigo. Mi confesor, el hombro donde llorar, la persona en la que apoyarte, reír, compartir, cuidar, pasar el tiempo.
Cuando nos conocimos la primera vez creí que le gustaba, pero ahora ya se porque nunca ha tenido novia. Es porque es gay!
Algún día debería hablar seriamente con él, que no se avergüence y salga del closet.

—Te mantendré informada de los avances.

—¿ya te vas?

—En un rato corto, ¿porqué?

—Clear, preferiría que no estuvieras incómoda. Al fin y al cabo vamos a tener que contarnos cosas muy íntimas de ahora en adelante y quiero que confíes en mi como para hacerlo. Y si soy muy brusco mándame a callar la boca.

—No estoy incómoda. —miré a mi alrededor— cómo estarlo... Lo que me mata es tener que compartir algo contigo que pueda empeorar mi futuro con Eugene.

—Así que aun le quieres...

—¿Es que eso cambia el plan?

—En absoluto. Pero te hace débil.

—Cómo te puede hacer débil lo que cada día te mata por dentro. Desde que me hiciste saber de la existencia de esa pieza de mujer he dejado de dormir bien. Imagina que para mi todo estaba encajando, tenia sentido... Ahora está información lo descoloca todo, pero también le da más credibilidad a nuestra ruptura . Puede que Eugene se sintiera tan culpable consigo mismo y por mi que utilizó la excusa de nuestro beso para dejarlo.

—Quien es, nunca deja de ser. —Val se sirvió otra copa y puso en la mesa un par de aperitivos dulces y salados— ¿Te puedo pedir un favor?

—Quédate conmigo y con Max esta noche, así empezamos con buen pie... a llevarnos bien...

—Me encantaría pero he quedado con Hector en mi casa.

—¿Quien es Hector?

—Mi mejor amigo. Te veo esta semana, Valentino. Aun que gracias —repasé la estancia de arriba abajo, imaginado como sería mi vida con una casa como aquella—, suena tentador.

—Tan pronto como tengas la próxima jugada. Es un poco tarde, deja que te acerque.

—¿Puede venirse Max?

—¿A tu casa?

—No, me refería de camino. Pero estaría genial llevarme a este peluchito y dormir con él.

—Más adelante podría ser, Max es como un niño, tendría que prepararle una mochila con su cosas.

—Claro. Vamos. Yo cojo a Max.









Cuando llegué a casa Hector fumaba tirado en el sofá, con los pies por fuera y los calcetines agujereados.

—Ni para un par de calcetines alcanzas ¡Vergüenza debería darte! A ver si te cortas las uñas de una vez.

—¡Pero si te encantan!

Fui directa a la habitación a ponerme ropa cómoda, estos malitos tacones me habían estado torturando durante el resto del día. Pedían a gritos ser liberados.

—¿Y qué tal estás? ¿De donde vienes? ¡No me digas que tu jefe te ha tenido hasta tan tarde!

—No —contesté todavía en la habitación— pero ahora que lo mencionas... Tenemos que hablar. He estado con Valentino.

Se llevo las manos a la boca sorprendido y, o, atemorizado corrió hasta mi y se dejó caer en la cama.

—¡Que cojones me he perdido! Pero tú no habías quedado con Oliver.

—Pues Oliver resultó ser hermano de Eugene.

—No me digas...

—Si, y el día que quedamos que te dije que tenia una fiesta, Eugene apareció. Y no solo él, también sus amigos, por eso vengo de estar con Valentino.

—Pero creía que terminaste con tu ex por ese tipo —insinúa levantando una ceja en mi dirección.

—¡No lo sabemos! Porque ahora existe la teoría de que Eugene tuviera una amante.

—¿Y eso que importa ahora?

—Importa porque significa que me traicionó, que dejó que la culpa se adueñara de mi y no es Justo habérmela llevado toda. No si nuestras sospechas son ciertas.

—¿Nuestras? Uy... ¿en que andas metida?

—Val y yo vamos a destapar la verdad.

—Pues cariña, quien busca en El Cajón de mierda ya sabe lo que encuentra...

Suspiré ¿En qué momento me había convertido en una aburrida y solitaria persona? Yo antes no era así, no tenía tiempo para tanto drama a pesar de que me encantase. Y desde que me separé mi vida no hizo más que girar en torno a mis macabros pensamientos.

—¿Que tal tu día?

—No ha estado mal —contestó H de camino a su lugar favorito, la nevera— ya sabes, work work work. Estoy deseando que llegue el fin de semana y hacer una escapada.

—Dios, que bien suena ¿Con quien tienes pensado ir?

—Pues unos compañeros de mi antiguo trabajo dijeron que se apuntaban, tu ya estabas más que invitada y a lo mejor alguien más pero no recuerdo ahora mismo quién.

—Si eres capaz de sacarme de la cama un sábado cuenta conmigo.

—Tranquila, vendré a por ti el viernes por la noche. Ni que no nos conociéramos. Así aparte tendremos más tiempo de aprovechar la cabaña.

—Trato.

No pude decirle que mi jefe me haba pedido salir a cenar, se viera por donde se viera, era o bien una invitación a cenar o una invitación a la calle. Y entre quedarme sin empleo y aguantar una incómoda cena con mi jefe prefería la segunda opción sin lugar a dudas.

—Clear

—¡Ay, no! —dije exagerada de sus preguntas random.

—Si todavía no he dicha nada! —rechistó— Clear, si hubiéramos estado en el titanic, hubieras dejado que muriera o me hubieras hecho un hueco en el trozo de madera.

—Te hubiera ahogado para que no sufrieras —le dije sarcásticamente.

—Si, si. Yo también te quiero.

Atada A TiWhere stories live. Discover now