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Gabriel Agreste, diseñador número 1 de París y quien más respetaba el aislamiento hasta desde antes de la cuarentena, se encontraba con un cubreboca puesto y colocándose alcohol en las manos... teniendo guantes de hules puestos.

-¿De qué querías hablar, Adrien?- preguntó el hombre a su hijo, actualmente la persona más peligrosa de ésa casa ya que salía con frecuencia.

Escuela, modelaje, clases de esgrima y otras cosas que sin duda alguna lo dejaban expuesto a los virus.

-Yo... ¿es necesario qué usé cubreboca en casa?- preguntó el rubio, cansado de usar cubreboca en su propia casa.

-Mucho, ¿sólo querías decir éso?- preguntó Gabriel mientras se colocaba más alcohol.

Que quedé claro que no estaba loco por la cuarentena, solamente era un hombre prevenido.

-Yo... tengo pensamientos raros sobre una amiga.- dijo Adrien, desviando la mirada.

Era vergonzoso pero quizás su padre sea la única persona lo suficientemente sabia como para darle un buen consejo.

-¿Qué... qué tipos de pensamientos?- preguntó Gabriel, algo incómodo pero... ¿preocupado?

Adrien agachó la mirada mientras su corazón se aceleraba.

¿Será qué su padre estaba indagando para saber si no era un posible futuro delincuente?

-Yo... no puedo sacarla de mi cabeza, la vi haciéndolo y tengo ganas de volver a hacerlo.- respondió Adrien, apoyando sus manos sobre su cabeza y negando por sus pensamientos.

Gabriel, dejó de ser paran... precavido por la cuarentena, quedando con la mirada perdida.

¿Qué su hijo quiere que?

Alzando el rostro hacía el techo, el hombre dio un prófugo suspiro mientras cerraba sus ojos.

¿Qué rayos se supone que debía decir?

Entendía como explicar lo necesario sobre el asunto pero no se imagino que Adrien fuese un enfermó.

Recuperando la compostura, miró a su... hijo, con seriedad.

-Adrien, lo que haces está muy, pero muy mal, no debés querer... ver éso, es enfermó.- dijo el hombre.

Adrien al oír tales palabras sintió como si un balde de agua fría le cayese encima.

¿Tan malo era querer ver los labios de su mejor amiga?

Lo sabía, debía renunciar a ésos pensamientos tan repugnantes.

-Haré mi mejor esfuerzo para olvidarme de éso, gracias por hacerme abrir los ojos, padre.- dijo Adrien mientras se iba, decepcionado de si mismo.

Tendría que ir a un templo a meditar para volver a ser un niño bueno como era antes del... accidente del agua.

Adrien abrió la puerta de la oficina para salir y Nathalie que estaba afuera, se alejó, algo asustada del chico ya que oyó la conversación.

El chico miró a la mujer que la miró de manera incómoda y se fue corriendo a su habitación.

¡Era un monstruo asqueroso, hasta Nathalie le tenía asco ahora!

La mujer, miró en dirección de su jefe, viendo como esté lucía pensativo y algo preocupado.

-Yo... ¿no será qué Adrien no se explicó bien?- preguntó Nathalie, intentando no perder la imagen inocente que tenía del chico.

Gabriel, la miró con seriedad mientras sentía su cabeza doler.

-Nathalie, Adrien es un chico listo, no explicaría algo de una manera que se pueda malinterpretar, hasta se fue corriendo por saber que estaba muy mal ésos deseos suyos.- exclamó el hombre, aceptando la realidad por mas que en ése momento quería negarla.

Nathalie miró en dirección de la habitación de Adrien, preocupada.

¿Será en parte su culpa que Adrien sea así de raro? ¿Es su culpa por no haberlo cuidado mejor?

Continuará...
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¡Hola!

La verdad, la parte en la que Gabriel lo malpenso lo escribi sin darme cuenta pero me gustó y lo dejé.

Espero que les haya gustado.

Gracias por su tiempo.

Volveré...

Resistiendo a los malos pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora