〘Capítulo 24〙

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Hay un niño junto a una pareja, e indiscutidamente es Hades, como a los diez años a un lado de su padre, mientras que del otro lado hay una mujer que no reconozco. La escala luz tampoco ayuda, y menos cuando Hades no me deja curiosear más de la cuenta ya que sujeta mi mano y tira de mí.

Me quejo en silencio por el dolor, y él aprovecha que estoy despistada para sujetar mis piernas y cargarme en su hombro como si fuera un costal de papas.

—¡Ey! —me quejo por lo bajo cuando empieza a subir unas escaleras.

—Cállate.

—Imbécil —susurro y no peleo con él, solo observo las fotografías en las escaleras. Hay muchas suyas, muchas más de lo que me imaginaba.

Jugando, riendo, con la mujer pero ninguna con su padre. Ninguna más que la que se encuentra en el cuadro del living.

Segundos después, me carga hasta el final del pasillo y abre una puerta, para luego entrar. Ahora no veo nada por el cambio de luminosidad. Todo es oscuro y más aún con las ventanas cerradas, pero Hades camina con soltura en la oscuridad, como si lo hubiera hecho un millón de veces.

Lo siguiente que siento es que sujeta mi cuerpo con fuerza y luego, siento que impacto contra algo suave y a la vez firme. Siento bajo mi cuerpo la textura de una manta y entiendo que me dejó en la cama.

Segundos después, la luz se filtra en la habitación por las ventanas que Hades acaba de abrir.

Lo que veo es su habitación, sin ninguna duda. Son cuatro paredes pintadas de algún color claro, semejante al blanco si no ese mismo. Hay dos ventanas que filtran la luz y la cama de Hades es grande, no mucho como para ser una cama para dos personas, pero lo suficientemente grande para una.

Tiene una especie de edredón azul y dos almohadas. Lo que resta en la habitación es un closet bastante estándar ocupando una pared. También hay un escritorio. Pero lo que más destaca son las repisas distribuidas en la habitación, llenas de trofeos y medallas. Aún que otro libro de matemáticas aplicada. Física, arte, ciencias por montón.

Nada aquí parece por diversión, como me imaginé que sería la habitación de Hades. Todo es serio, sobrio, y no hay rastro de personalidad. Hay fotos, alguna que otra bien enmarcada en cuadros negros haciendo juego al pulcro diseño.

Noto una imagen, de hace poco tiempo estoy segura, donde Hades está muy parecido a como se ve ahora, solo que sin piercing, sin tatuajes. Con sus anteojos de marco negro, esos que usa para leer y en la foto sostiene en sus manos un trofeo.

Olimpiadas matemáticas de hace dos años. Y ganó. También hay fotos haciendo equitación, jugando ajedrez y un diploma por ello. Otro por natación y una mención por un ensayo el cual ganó un premio.

Todos son premios, y todos tienen su nombre.

Lo observo extrañada, y es que no comprendo nada. Hades no parece en absoluto de la clase de chicos que gana premios por su desempeño. Él es lo contrario a todo eso. Es el chico que se salta las clases, hace bromas a los profesores y está descarriado, lo contrario a un futuro prometedor o a presumir grandes destrezas en las ciencias.

Me pongo de pie cuando lo veo rebuscar en su escritorio y camino hacia una foto. De él, pequeño, con sus ojos plata alegres y brillosos, con su padre con una mano sobre su hombro. Hades sonreía con un trofeo en manos, y su padre estaba serio, sobrio como siempre pero más joven. Dimitri Fenrir se veía recto, sin un ápice de sonrisa o emoción por el logro de su pequeño hijo.

Junto a ese marco hay una medalla. Lo tomo y leo su nombre. Hades Fenrir, primer puesto en la feria de ciencias.

Observo un buen tiempo la medalla y me lamento por tener aún las manos en las espalda, de otro modo podría tocar el metal. Me giro a ver a Hades, quien me observa con curiosidad.

El Juego de HadesWhere stories live. Discover now