〘Capítulo 23〙

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—¡Corran corran! —grita una chica con diversión.

Dios, ¿Cómo se divierte si yo siento que voy a morir? Digo, mi abuelo me va a matar.

Entonces, cuando llego a la calle veo que muchos autos se van a toda velocidad por la calle, y uno de los coches patrulla los sigue con las sirenas encendidas. Parece una carrera de esas de película, y yo solo corro por la acera.

En ese momento, veo pasar un coche patrulla frente a mí, y el rugir de un auto cerca, pero no me da chance a reaccionar cuando el auto de policía se detiene frente a mí, acortando mi paso. Mi corazón late desbocado cuando un policía baja, dispuesto a atraparme. Hay un par de metros separándonos, pero estoy seguro de que va a atraparme.

—¡Alto ahí! —me grita el policía y yo entonces levanto las manos cuando lo veo tocar su cintura, a la altura de su arma y desfundarla, apuntándome.

Mi corazón late con fuerza en el pecho y siento el sudor frío mojar mis sienes y descender por mi nuca. Mi respiración agitada provoca que mi pecho suba y baje con violencia. Me duele mi caja toráxica y mi garganta reseca me dificulta el respirar.

Y entonces, cuando avanza hacia mí, evalúo mis posibilidades de huir, aunque no hay ninguna. Entonces solo me quedo parada, temblando de miedo.

El policía guarda el arma cuando llega a mí, y sujeta mis manos con fuerza. Parece jóven, pero tiene cara de haber salido del infierno. Viste de azul, y trae chaleco antibalas y botas de combate.

—Pon las manos en la espalda —ordena y yo asiento, sintiendo que me sujeta las muñecas con brusquedad y sus manos rugosas por los cayos me ponen unas esposas.

El sonido metálico de las esposas me hace temblar, y cierro los ojos, rendida. Él coloca sus esposas en mis muñecas y siento el frío de las esposas en mi piel. Las aprieta y duele.

Me quejo del dolor pero más es mi lamento por lo que me va a ocurrir. Me van a matar.

—Cállate y camina —el hombre me sujeta del brazo con fuerza y me obliga a caminar. Miro hacia la calle cuando otro coche patrulla corre a alta velocidad detrás de un auto, y entonces.

Bajo a la calle y él abre la puerta para meterme dentro, justo cuando se detiene en seco.

Yo me giro asustada cuando oigo otra voz, y entonces, ahora sí siento que este pueblo no tiene nada de aburrido.

Veo a Hades detrás del policía, con un arma negra apuntando su cabeza, justo sobre la nuca del policía.

Él me observa con diversión y lo veo hacer eso tan característico en él, pasar su lengua por su labio inferior y sonreir. Entonces, me sonríe y yo siento que me voy a volver loca.

—Suéltala —sonríe y veo el rostro del policía, el cual se endurece y no parece ceder. Así que yo me mantengo en mi lugar, con él aún sosteniendo mi brazo con fuerza. Hace presión, así que dejo escapar un quejido de dolor.

—Baja el arma —dice el policía entre dientes. Pero Hades ríe, burlón.

—Amigo, ¿En serio eres tan valiente? Tengo un arma en tu cabeza y no quiero hacer de tu cráneo un colador —se mofa del policía, quien murmura un insulto entre dientes.

Lo que escucho después es un sonido sutil, pero si algo aprendí en las películas es que Hades acaba de quitarle el seguro al arma.

—Bob, no seas necio.

—No me llamo Bob —gruñe el policía, perdiendo la paciencia.

—Cálla Bob, me aturdes —ríe Hades—. Ahora deja ir a la jovencita, ¿No la ves? Es medio tonta.

El Juego de HadesWhere stories live. Discover now