Finalmente, al ver que a su mente creativa le empezaron a faltar ideas, decidió que la salvaría. Tomó el libro con sus manos y se aclaró la garganta antes de empezar.

—Primer acto —leyó, tomando la fina página del libro con sus dedos índice y pulgar—. Salen en lo alto de un monte Rosaura, en hábito de hombre, de camino, y en representado los primeros versos va bajando...

Cyara lo escuchó con atención, replanteándose si le gustaba más leer o escucharlo a él hacerlo. Podría pedirle a partir de ese día que leyera para ella, tal como lo hacía en ese momento, pues habría pocas cosas en la vida que le gustaran más que eso. Tenía una voz profunda que llegaba a sus oídos con un tono melodioso, clavándose allí y enviándole estímulos agradables a su cerebro.

No leyó el libro completo, no porque no quisiera, sino porque a la rubia empezaron a pesarle los párpados antes de que siquiera se acercara al final.

—No..., sigue —pide, reteniendo el bostezo que lucha por salir de sus labios. Él le sonríe al tiempo que cierra el libro, besa su sien y se levanta para tomar una manta y cubrir su cuerpo.

—Descansa, ángel —susurra una vez que se vuelve a sentar—. Ya sabes que es un largo viaje.

No necesita pedírselo dos veces, se aferra a su cuerpo y cierra los ojos como si estuviera esperando ese momento desde que pisó el jet. Él se durmió poco después y fue también el primero en despertarse poco antes de aterrizar, el piloto le informó cuando se estaba refregando los ojos. Esperó unos instantes para despertar a la rubia que dormía plácidamente a su lado. Hacía calor. El clima no se parecía al de su país en lo más mínimo. Debido a la diferencia horaria, allí todavía era de tarde y el sol pegaba con fuerza.

Salieron tomados de la mano después de que Cyara se pusiera los zapatos de tacón en los pies, aunque Christopher insistiera en que no era necesario. La gente los miraba sonriente e incluso los felicitaban, parecía que estaban protagonizando una película de amor de esas que se pasaba semanas en el top de Netflix.

—Bienvenida a Boipeba, ángel —entrelazó sus dedos y dirigió su mano a sus labios para dejar un beso en esta.

—¿Estamos en Brasil? —preguntó con una sonrisa resplandeciente dibujada en los labios.

—Eso parece —respondió divertido.

La rubia chilló cuando antes de entrar al hotel la cargó en brazos.

—¿Que diablos estás haciendo?

—Soy un hombre tradicional, ángel.

—Tradicional no es exactamente la palabra. ¿Dónde quedó lo de nada de sexo hasta el matrimonio, eh? —intentó recriminarle.

—Prefiero no responderte a eso porque si lo hago vas a entrar acalorada —advirtió, la recepcionista los recibió de la mejor manera posible mientras que el botones se encargaba de llevar sus cosas a la suite presidencial—. Bienvenida a nuestra Luna de Miel, ángel.

Nada más abrir la puerta y entrar al interior de la habitación dejó que sus pies tocaran suelo, si por él fuera la habría tumbado en la cama y le arrancaría ese encantador vestido blanco que tanto lo enloquecía. Pero sabía que Cyara querría ver todos los detalles de los pétalos y demás.

Se le llenaron los ojitos de lágrimas mientras dirigía sus manos a su boca, si en las películas se veía bonito en la clara realidad lo era todavía más.

—Te amo, te amo, te amo —tomó su rostro con sus manos y dejó un beso en sus labios en medio de cada "te amo"—. Te juro que eres lo puto mejor que me ha pasado en la vida.

—Si le quitas la palabra "puto" incluso suena romántica y todo —muerde su labio inferior y ríe al escuchar un jadeo proveniente de su parte—. Muy filóloga pero al final se te va el romanticismo.

Clara realidad Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt