NO MORE BLUE CHRISTMAS

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Pero eso era solo parte del problema. O quizás todo estaba relacionado. 

Hacía temas mediocres porque solamente se daba permiso para sentir emociones mediocres. Era cuestión de tiempo que el vinculo entre él y su gente se fuese diluyendo. 

Se apartó de la ventana, pero la dejó abierta para que ventilase la habitación. Hacía mucha falta aire fresco en aquella casa.

De un solo trago se tomó  el café frío, el último de una cafetera que llevaba varios días preparada y contuvo una náusea cuando llegó por fin al estómago. 

Con movimiento mecánicos, aún perdido en los recuerdos de la pesadilla, preparó una cafetera fresca y se deshizo de un cartón de leche pasado de fecha. Quizá podía empezar por hacer la compra para poner algo de orden en su vida. 

Cuando por fin tuvo una taza caliente en las manos, arrastró una butaca junto a la ventana  y también acercó su guitarra que estaba cubierta de una finísima capa de polvo. 

Se acercó un poco mas cuando creyó distinguir una flor trazada con un dedo sobre el polvo y le vino a la mente el recuerdo de la Amaia de su pesadilla. Meneó la cabeza sintiéndose algo ridículo. Cualquiera podía haber dibujado aquella forma. 

La brisa helada que entraba por la ventana le erizaba la piel pero él apenas lo notaba. 

Miró la guitarra y sintió que esta le devolvía la mirada. Que pensase que un objeto inanimado le observaba no era ni de lejos lo más extraño que le había pasado en las últimas veinticuatro horas. 

- Podía empezar por limpiarte a ti, limpiarme yo y hacer unas compras, ¿Qué te parece?. 

Como afortunadamente ya no quedaba ni rastro de la pastilla rosa en su organismo, la guitarra no le contestó. 

Acabó el café, esta vez un poco más despacio y se deshizo de la ropa que le había acompañado esa noche. De paso aprovechó para meter en un cesto todas las prendas desperdigadas por el piso. Apartó de forma consciente las que pertenecían a la chica y las dejó en un montón aparte. 

No estaba preparado para tomar una decisión sobre ese asunto en particular. 

Cierto que tirar la leche caducada y recoger la ropa sucia parecía un efecto muy flojo para una epifanía, pero era algo. 

En la ducha frotó los restos de humo y sudor de la noche, aunque podía jurar que se había duchado en algún momento. Aún así frotó y frotó hasta que la piel se puso roja. 

Mientras el agua caliente seguía cayendo sobre su piel, fue él quien dibujó en el vaho de la mampara una forma sin sentido y después repitió con caligrafía redondeada las palabras que el último fantasma, el que había tomado prestada el rostro de Aitana, le había dicho al despedirse. 

"Paso a paso. Poco a poco".

Cuando salió de la ducha descubrió, sorprendido, que se sentía mejor. Quizá mejor de lo que se había sentido en meses. 

En la mesa de la entrada estaba su teléfono que se había quedado sin batería en algún momento de la noche. Mientras esperaba a que se cargase se sentó delante del ordenador. 

Entró en Twitter y salió enseguida, tenía intención de seguir de bueno humor. Contestó tres correos de trabajo que todavía estaba a tiempo de cumplir y se disculpó por seis que había ignorado durante los últimos días. 

Estaba a tiempo de cambiar el rumbo. Paso a paso. 

Escuchó las llaves en la puerta y después los infinitos tacones de la chica por las escaleras. Tensó los músculos de la espalda, incómodo y se preparó para el momento en que apareció en el marco de la puerta. 

Cuento de navidadNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ