"Si había algo que Alissa sabía hacer bien, era mentir.
Todos siempre terminaban creyendo lo que decía, y aún si no lo hacían, preferían no seguir discutiendo con ella, pues Alissa nunca cambiaba su versión de los hechos.
En una ocasión, le pidió a Magaly que le vendiera tres cupcakes que había llevado a la escuela, prometiéndole que se los pagaría al día siguiente. Pasó una semana y Alissa no le había pagado a Magaly, quien llevaba un registro detallado en su libreta de las personas que le habían comprado algo.
-Disculpa, Alissa...-llamó Magaly tímidamente a su incumplida clienta.
-¿Qué pasó?- respondió ella mirando con desdén a la niña de lentes.
-Estuve haciendo mis cuentas y, bueno, la única que falta por pagar sus cupcakes eres tú, Ali...- explicó Magaly sintiendo que se hacía cada vez más pequeña ante la mirada de desprecio que le lanzaba Alissa.
-¡Ay, Magaly! ¡Si ya te los pagué!- respondió Alissa con mucha seguridad.
-Este...no. Mira, aquí tengo registrado...-Magaly iba a mostrarle a su compañera el registro con el día y la fecha de su compra que no había pagado, pero Alissa le arrebató la libreta de las manos y respondió con burla.
-Ya te pagué, Magaly, pero te distrajiste porque otros niños quisieron comprar lo que llevabas ese día y ya no me anotaste, ¡acuérdate!-
Magaly sabía que eso no era cierto, pero también estaba consciente que tratar de razonar con Alissa era una batalla perdida. Por lo que sólo pidió disculpas y regresó a su pupitre derrotada.
Las mentiras de Alissa no se limitaban a sus compañeros, sus maestros y sus padres también creían siempre lo que decía. Había perfeccionado a tal grado su habilidad para mentir que sabía que las mentiras para niños y adultos debían ser diferentes.
El truco estaba en convencer a sus compañeros que otros habían hecho algo; mientras que a los adultos los convencía de que ella había hecho las cosas.
¿La maqueta del volcán no hizo erupción? Fue a Nemo a quien se le olvidó el bicarbonato.
¿Hubo un concurso de poesía? Alissa había entregado como suyo el mejor poema que pudo encontrar de un escritor casi desconocido.
¿Llovió y el agua inundó el salón de química? Uli se había salido presuroso sin cerrar las ventanas.
¿Llevó un gatito callejero a casa? Lo había salvado de ser atropellado y la gente aplaudió su acto de valentía.
Pero las cosas cambiaron para Alissa cuando llegó la maestra Renard.
Tenía la cara alargada y el cabello rojo, usaba unas gafas puntiagudas que aumentaban la intensidad de sus ojos amielados. Siempre vestía de naranja, blanco y negro, pero al ser una mujer joven, podía combinar esos colores muy bien con chaquetas y faldas que a todos les gustaban.
La maestra Renard era la titular de su grupo e impartía la clase de francés. Alissa creyó que la juventud e inexperiencia de su nueva maestra siendo docente la convertían en una presa fácil para sus mentiras, pero estaba equivocada.
-Alissa, ¿por qué no trajiste el cuaderno cuadriculado que les pedí el lunes?- le preguntó la maestra Renard a su alumna con voz tranquila pero firme.
-Porque no lo pidió, maestra. Nos dijo que debíamos traer un cuaderno, no especificó de qué tipo.- contestó la niña con toda seguridad.
-Entonces, ¿por qué todos tus compañeros tienen un cuaderno cuadriculado?- le debatió la maestra.
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El peso de tus palabras
FantasyNuestro peor miedo se ha hecho realidad: Frankelda y Herneval están separados y hay una impactante razón por la que es aún más doloroso de lo que parece. Pero para calmarnos, la escritora fantasma nos cuenta la historia de una niña que, después de l...
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