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—Erika, Erika, mírame— ordenó con desesperación.

Erika tomó su cara en sus manos con delicadeza, limpiando las lágrimas del joven vampiro impotente.

—Te voy a esperar aquí, así pasen dos semanas como cincuenta años— trató de sonreír el pelinegro, ahora él tomando la cara de su amada entre sus manos.

—Te amo Nevra— susurró sin poder ocultar su dolor.

—Te amo Erika, te amaré por siempre. Te esperaré lo que haga falta por verte una vez más— y al mismo tiempo articularon una sonrisa devastadora. Se fundieron en un beso desesperado, recorriendo cada milímetro de la boca del otro y guardando en lo más profundo de su ser todas las sensaciones que les provocaban.

Leiftan se asomó por la puerta de la sala del cristal, nervioso.

—No quiero interrumpirlos, enserio— se disculpó— pero... No hay tiempo, chicos.

Subieron las escaleras tomados de la mano, dedicándose una última mirada de amor y pena antes de que la última aengel fuera absorbida por el cristal.

—Cuando despiertes...

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Obtuve mí licencia de conducir la semana pasada

Una semana transcurrió desde que Erika y Leiftan fueron expulsados del gran cristal. Semana en la que Erika se notaba extremadamente ansiosa porque por fin podría ver a su amado; Nevra.
El vampiro se encontraba en una misión sumamente confidencial en tierras cercanas a Balenvia durante dos meses y al fin llegaría, exhausto, pero llegaría.

Eran las siete de la tarde, y la castaña esperaba ansiosa mordiéndose las uñas en un banco a que el vampiro hiciera su aparición y sorprenderlo, incluso tuvo tiempo para imaginar miles de situaciones y todas con el mismo final feliz.

—Te amo Erika

Habían pasado ocho días aproximadamente desde aquel suceso para ella, por lo tanto recordaba su cara, su ritmo cardíaco al compás del suyo, su piel, absolutamente todo.

Pasó el rato, y una figura oscura apareció frente suyo.

—¿Señorita, la conozco?— preguntó con voz profunda.

—No lo creo, señor— negó Erika, hasta que alzó la vista encontrándose con él.

Saltó sobre sus brazos, una alegría repentina haciéndose presente junto a un revoltijo de sensaciones.

Hasta que la empujó.

—Lo siento, no puedo.

La ojivioleta quedó perpleja, parpadeando continuamente frente a él.

—¿Nevra...? ¿Qué sucede?— preguntó.

—¿Desde cuándo estás despierta?

—La semana pasada— respondió cortante, sin querer.

El vampiro le dió unas palmaditas en la espalda, como un acto de "felicidades" y se retiró.

Erika tragó duro, la ira comenzaba a emerger de su ser. Una oscuridad quería hacerse presente y luchaba por controlarlo. Finalmente, consiguió desquitarse de ese sentimiento de enojo y tristeza que le provocaba nudos en la garganta y gritó en la dirección de su ex:

—¡DIJISTE QUE ME ESPERARÍAS LO QUE HAGA FALTA!— exclamó, apretando los puños— ¿¡Dónde quedó tu promesa, ah!? Esa de ¡Te amo Erika, te esperaré lo que sea por verte una vez más!

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⏰ Last updated: Jan 31 ⏰

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