Buenos días –le dijo ella mientras se sentaba, más bien mientras el maître le retiraba la silla y luego la acercaba a la mesa de nuevo.

Él solo asintió.

Igual de grosero que siempre pensó Elizabeth.

Ordenaron su comida y ella se recostó en la silla dispuesta a escucharlo hablar. Todo lo que su dolor de cabeza le dejara oír, claro está. Se masajeó la sien.

Toma un poco de vino, te aliviará. –oyó que le dijo Fitzwilliam.

Ella lo miró confundida

Tu dolor de cabeza –le señaló él.

Elizabeth lo miró burlona. ¿Fitzwilliam Darcy preocupándose por ella?

Bueno, no eres la única a la que le da dolor de cabeza. –se excusó claramente incómodo.

Ella lo ignoró. Pero sí tomó un trago de vino blanco que había pedido.

Fitzwilliam trató de no fijarse en cómo sus labios se abrían ligeramente para dar paso al dorado líquido, o en como subió y bajó su garganta cuando lo tragó, sus ojos parecían querer seguir el camino que el vino recorría en el cuerpo de Elizabeth… cuando sus ojos llegaron a la base de su cuello, se fijó en que llevaba una delgadísima cadena con piedras muy pequeñas rojizas.

Sacudió la cabeza intentando aclararse. Cuando sus ojos se fijaron en los de Elizabeth, cuidó mucho que su rostro no se mostrara tan agitado como se sentía por dentro.

Tomó también un trago de su vino tinto.

– ¿y bien? –le preguntó Lizzie.

– ¿ah?

Definitivamente no estaba concentrado.

Elizabeth alzó las cejas.

– ¿a qué debo el honor –respondió ella en un claro sarcasmo –de esta invitación?

Darcy suspiró.

sí, esta es la peor parte. El meollo del asunto. ¿Cómo decirlo? a Darcy no se le había ocurrido antes que decir.

Tienes que casarte conmigo. –dijo al fin.

– ¡Ahora sí que te volviste loco! –le había dicho con una sonrisa burlona, como si hubiera oído un buen chiste.

– ¡Shh! ¡Baja la voz! Ya habrá suficientes chismorreos por el hecho de que estemos hablando –respondió él con su habitual desdén y mirando disimuladamente a su alrededor en el restaurante al que la había invitado.

Tenías que haberlo pensado antes Sr. NadaSeMePasaPorAlto. –ironizó ella, ignorando su preocupación.

Fue por cuestiones de seguridad personal –aseguró Darcy –, eres un peligro ambulante. Pero en público supongo que puedes controlarte un poco.

Tranquilo cobarde, no pienso arruinar mi atuendo–le dijo ella rodando los ojos, acomodando el cuello de su camisa y alisando arrugas imaginarias en las mangas y el pecho.

Fitzwilliam siguió los movimientos de sus manos con los ojos. Elizabeth tenía unas cuantas pecas que iban desde su clavícula y se iban perdiendo debajo de su camisa hasta donde surgía su pecho.

Se dio cuenta que estaba mirando a Elizabeth en lugares donde no la había mirado desde hace mucho tiempo. Y no porque la muchacha hubiera perdido su atractivo… tal vez es porque nunca más habían estado los dos solos. Bueno, estaban en un restaurante lleno de gente, pero estaban solos en esa mesa…

Ahogó un bufido. Se sentía inquieto.

Se apresuró a subir la mirada del pecho de Elizabeth a lugares más seguros, como su cara. Y se encontró con la mirada interrogante y divertida de Elizabeth.

– ¿ves algo que te guste? –le preguntó ella impertinente.

Fitzwilliam casi se sonroja, casi. Le tomó todo su autocontrol ponerse la máscara que por tanto tiempo había usado. La miró con arrogancia.

Ella entrecerró los ojos, desde luego no se dejaría intimidar de Fitzwilliam Darcy.

Ya, en serio, ¿Qué es lo qué quieres?–dijo impaciente.

Elizabeth simplemente no podía alargar más ese encuentro.

Esto es de mi puño y letra… salido directamente de mi imaginación.

Es un relato pasado-presente. Espero que les guste y por favor háganme saber que piensan.

Los personajes son de Jane Austen y la trama es de mi propiedad.

¿Del amor al odio? o ¿Del odio al amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora