Lago De Lamentos | JSHK

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Y en cada aliento que volvía a escuchar el sollozo de un niño o el grito de un hombre, sólo ansiaba dejar de respirar

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Ante su quieta presencia bajo la densa profundidad sintió por un segundo el borboteo del agua en su piel. El silencio era tan opaco como cada día al igual que el eterno reflejo de la superficie, pero el silencio fue interrumpido por un eco perdido pronunciando su nombre. Y abrir sus ojos fue consecuencia de la obediencia al impulsar su cuerpo y emerger. Su cabello flotando en nudos sobre el agua e irritando a la vista fue apartado con rapidez de su frente. Su vista difuminada poco a poco tomó claridad encontrando una figura a lo alto. 

—Por un momento creí ser testigo de muerte por ahogamiento —Balbuceaba tras la actuación de un suspiro de alivio. Una sonrisa de afuera para adentro contagió a la chica. 

—Aún no es el día —El horario escolar había finalizado para los estudiantes externos a extracurriculares, tal como ellos. Sakura aceptó la ayuda de su compañero al extender su brazo para sacarla del agua, las gotas frías corrían a través de la delgada tela del traje azul. Cuando el interior de sus pies tocó el concreto pudo exhalar y ampliar sus pulmones como un par de emplumadas alas de ave, volviendo a la vida. 

El gran espacio recreativo no se comparaba a la soledad que se respiraba. Al contar con un poco más de setecientos jóvenes en sus instalaciones sólo el veinticinco porciento asistía en vespertino para sus actividades diarias. Sakura alguna vez se planteó inscribirse en algún club que compactara con sus habilidades, pero mientras un club de radiodifusión no fuera oficializado no pasaría ni una hora de más en el instituto. 

—Nene insiste que algún día me atraparán con el cadáver de Mitsuba escondido en el casillero —En la última semana del curso de diciembre, el invierno en la ciudad apenas afloraba en una brisa matutina a comparación de cualquier otra ciudad, las falditas resucitaban en un vaivén de sosiego y las mangas largas eran tan sólo un adorno formal. 

—... el muy crédulo cree que tiene posibilidades, y ya no sé cómo decirle que bajarse del tren de la fantasía es lo más inteligente que haría —El toque de un claxon en la cercanía le avisaba su llegada al estacionamiento escolar, autos del profesorado que acumulaban a diferencia del espacio libre de apartamento estudiantil. Los coches de uno que otro alumnos y otros en espera, el Tacoma añil sobresaliendo en las llantas en rueda hasta quedar a unos metros de su lugar. Sakura lo reconoció de reojo pues estaba acostumbrada a ser trasladada por la pickup de su madre, que condujo por un par de ocasiones, pero siempre bajo supervisión y cortos períodos. Giró sus talones para poder quedar frente a su acompañante. 

—Mantén el contacto y no se te olvide  la fiesta que se montará de año nuevo 

—Me iré por un par de semanas al lugar menos evolucionado de este condado, créeme, lo más avanzado es la radio descompuesta de mi abuelo —Natsuhiko hizo una mueca de sobreesfuerzo. Suspiró —pero volveré antes de los primeros días de enero 

—Llámame en cuanto consigas un teléfono con línea 

Se despidieron con un braceo amistoso. Su madre esperaba en lo alto de la camioneta entretenida en el móvil. Sakura caminó al automóvil tomando asiento de copiloto saludando a su madre con un monótono «buenos días» que igual fue contrapuesto por un saludo de regreso. Las últimas horas en casa se trataron de subir y terminar de empaquetar en el portaequipaje, en la mente de Sakura todo era silencio, un silencio demasiado denso para realmente considerarlo así. La cabeza le pesaba más que a diario y sus pulmones ya no se sentían tan llenos como cuando salió de la piscina esa misma tarde. Al cargar cada maleta de ropa que su madre le daba, de una forma torpe e inmerecida, se sentía el recuento de Cristo llevando la cruz a su propia ejecución. No, no le gustaba ni un poco.