Eres mío

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Kaeya y Diluc tenían una relación complicada. Eran hermanos jurados, lo que significaba que, a pesar de que Crepus había acogido a Kaeya como su hijo, los dos chicos no tenían lazos de sangre. Sin embargo, juraron protegerse y cuidarse hasta el final, generando un vínculo muy fuerte entre ellos durante su infancia.

Las cosas cambiaron después de la muerte de Crepus. Diluc se alejó de los Caballeros de Favonious y Kaeya ingresó en ellos. El día del entierro de su padre, el joven de pelo azul, que en esa época tendría alrededor de unos 15 años, le abrazó y le dijo que siempre iba a poder contar con él. Acto seguido, se levantó y se dirigió en dirección a la ciudad para continuar con su entrenamiento. Diluc tendría unos 12 años y sintió como, por primera vez en su vida aunque no la última, el corazón se le partía. No entendía como su hermano, por el que tenía un sentimiento tan fuerte, podía abandonarlo para estar con los que habían matado a su padre.

Sintió odio, sintió ira y juró y perjuró nunca perdonar a Kaeya.

En el presente, eso no había cambiado en absoluto. Seguían teniendo un vínculo muy estrecho aunque no de la misma manera que lo tendrían dos niños inocentes. Y no, no le había perdonado a pesar de haber pasado todo este tiempo.

Kaeya iba y venía del viñedo a la ciudad cuando necesitaba algo. Normalmente se acercaba a sacar de quicio a Diluc y, cuando ya estaba satisfecho, se volvía a ir sin mirar hacia atrás. Vivía una vida de excesos e intentando eludir sus responsabilidades, mientras tanto el pelirrojo intentaba vivir una vida honrada alejado de todo lo que le recordaba a su triste pasado.

Diluc, a pesar de no ser un verdadero fan del alcohol, era el dueño del mejor viñedo de la región. Se había labrado un nombre y una pequeña franquicia dónde podía intentar disfrutar de su vida. Sin embargo, el pasado persigue a quién no es capaz de superarlo, y esa era su situación.

A la mañana siguiente de la cena con Kaeya, Diluc no tenía fuerzas para levantarse de la cama. La noche había sido muy larga, llena de pesadillas entre la penumbra de su soledad. A pesar de eso, se levantó y se preparó para otro día de trabajo, tenía varias reuniones con diferentes comerciantes que querían exportar su vino a Liyue.

Después de una mañana bastante dura de negociaciones, observó a Aether llegar al viñedo.

- Oh, señor Diluc, siento molestarle.

- No te preocupes, eres bienvenido cuando lo necesites. ¿Ha ocurrido algo? - preguntó el pelirrojo mientras se quitaba la chaqueta y aflojaba su corbata.

- Verá... La señorita Jean me mandó en su busca, dice que sólo usted puede solucionar el problema.

- Jean siempre igual, ¿eh? - bromeó, aunque por la seriedad de su cara no parecía hacerlo.

- Kaeya no ha vuelto de la misión que se le encomendó y Jean cree que lo mejor sería que fueras a mirar si todo va bien.

- Yo no soy su padre. Es mayorcito para cuidarse solo.

- Tenemos miedo de que lo hayan capturado los Fatui. Es muy extraño que no sepamos nada de él.

- Dile a Jean que es la última vez que me muevo para buscar a este tío. Lo haré para ahorrarle trabajo a ella pero que no se convierta en algo habitual, ¿entendido?

Aether sonrió, asintió y le dio los detalles de la ubicación. A pesar de la frialdad que podía mostrar el mayor, se preocupaba por todo el mundo y siempre intentaba ayudar en lo que podía.

Cuando Aether se fue, Diluc cogió su mandoble y se preparó para ir en busca de Kaeya. No era habitual en el peliazul dejarse capturar o no acabar las misiones, algo debía haber ocurrido.

Dear BrotherWhere stories live. Discover now