▪︎Capítulo 3▪︎

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Deux resopló. Calmó a Eva diciéndole que él mismo la buscaría, que de seguro era un amigo quien la había ido a visitar. Luego de colgar, caminó hacia el baño y lavó su rostro para despertarse del todo, pasando por el lado del reloj de pared dorado que Magna se empeñaba en no botar, el cual marcaba las 4:50 p.m.

Miró su rostro envejecido en el espejo, producto de las veces que en ese tiempo había usado su don, provocando discusiones constantes con la joven deidad que odiaba ser controlada.

Cerró los ojos y lo volvió a intentar, sintiendo el flujo de energía correr por todo su cuerpo, asentándose alrededor de los mismos. Los volvió a abrir, y ahí estaba ella, con una venda roja puesta en su rostro, siendo escoltada por lo que parecía ser el vacío total.

Una figura alta la acompañaba, envuelta en una túnica oscura que le tapaba por completo, pero sus manos agarraban a Magna por ambos hombros, guiándola por un camino iluminado. Una puerta apareció de la nada, dejándoles pasar al interior, donde dos figuras más, borrosas, estaban parados esperándolos.

Y las imágenes se comenzaron a difuminar, devolviéndole la vista sin entender siquiera dónde se encontraba ella y con quién o quiénes.

Algo le decía que ella podía estar en peligro, pero el sentido común hablaba a favor de que Magna era una diosa, el ser más poderoso de todo el mundo…

—Pero no es el único ser poderoso en el universo, joven Therre.

Giró bruscamente, poniéndose en posición defensiva. Un extraño se encontraba recostado en el marco de la puerta que daba al balcón, con los brazos cruzados y una sonrisa divertida en el rostro. Le parecía conocido de algún lugar, mas su alarma interna le decía que no bajase la guardia, evitando pensar así en dónde lo había visto antes.

Unos cincuenta y tantos, ojos grises y en buena forma, vestido de traje de diseñador con finos accesorios. Su acento era demasiado familiar también.

—¿Qué eres? —le preguntó sin cambiar su pose.

—¿No debería ser quién soy? —respondió con otra pregunta el intruso.

—Normal sé que no eres para haber subido hasta aquí, al cielo de la ciudad. No te colaste en mi apartamento justo por la puerta.

—Tienes total razón, ragazzo —contestó el trajeado, despegándose del borde de la puerta y dando pasos cautelosos en dirección a Deux—. Pero igual me ofende que no conozcas a tu suegro. Tal vez mi hija no fue demasiado comunicativa contigo sobre temas familiares, o solo no merecías saber de la existencia del padre al que se la arrebataste.

—¡Así que eres Raphaello! —exclamó Deux ante la revelación—. Tu “hija” lleva buscándote durante meses. Llegaste en mal momento si lo que quieres es hablar con ella.

—No, querida marioneta, llegué en el justo momento. Magna Lahen está en peligro, y es aquí que debo intervenir para poder salvar su asqueroso pellejo.

Toda una contradicción. Desde siempre se supo que Raphaello y el otro vasallo de la cuarta familia eran unos traidores, los cuales habían traicionado a Magna, su líder, para quedarse con el poder de Oshanta.

Ya el dios no estaba, y solo quedaba aquella nueva diosa en busca de venganza para poder cumplir sus sueños y aspirar a una vida lo más normal posible. Y viene a aparecer el motivo de sus traumas y noches en vela, diciendo que era quien tenía la clave para salvarla…

No tenía la menor idea de qué estaba pasando, como siempre.

Cambió al fin su pose, parándose recto y enfrentando la mirada divertida y provocadora del intruso. Se cruzó también de brazos, mirando su miembro metálico mientras procesaba la próxima pregunta que le haría a aquel que tenía en frente.

—Dices que vienes en el justo momento, y me alertas de que aquello que acabo de ver con mi don es una amenaza. Te pregunto por segunda y última vez, ¿qué puta mierda eres?

Raphaello suspiró falsamente, negando de forma exagerada con la cabeza, como si desaprobase la forma ofensiva de Deux. Alzó la vista y le miró directamente a los ojos, mientras los suyos irradiaban una intensa luz que, de forma casi conectiva o mágica, hizo retroceder al joven y desviar la mirada.

—Oshanta no es la única deidad del universo, ni los líderes son los únicos creados al servicio de un dios. Yo soy Raphaello, lacayo de Oremh, segundo Sol.

—¿Otro líder de otro dios? —preguntó Deux atónico, sin poder enfocar la vista luego de aquella luz cegadora.

—Mira que eres lento, yernito —replicó Raphaello, dramatizando su actuar—, no entiendo como esta tonta está tan arraigada a un humano tan bruto. Por algo Oham la atrapó con tanta facilidad.

—¿Quién es Oham y quiénes son ustedes? ¿Gahel también es un lacayo del tal Sol ese?

—Gahel no es ningún lacayo, chico lento. Gahel siempre fue Oremh. Ahora, para que vayas poniendo a trabajar tu mente, pregúntate cómo fue posible que dos “humanos comunes” pudiesen encontrar el alma de Oshanta y encerrarla en el cuerpo de Magna Lahen…

Una bombilla se encendió, al momento en que aquella revelación se hacía más y más increíble pero real. Era imposible, un portador y un lacayo humano no podrían ver el alma errante de un dios cuando ni siquiera los líderes eran capaces de verla con exactitud. Solo había una forma de cometer tal acto, y hasta el momento nadie había sopesado la probabilidad de que Oshanta no fuese único e inigualable.

—Solo otra deidad sería capaz de haberlo logrado —pensó en voz alta, sorprendido por la magnitud de ese detalle.

—¡Bingo! —exclamó Raphaello, aplaudiendo pausadamente—, al parecer no eres tan bruto nada, ragazzo. Pero puedes hacerlo mejor. Ahora dime, ¿qué piensas sobre las empanadas de queso?
 

 Ahora dime, ¿qué piensas sobre las empanadas de queso? 

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Yyyyyy.... ¿qué les pareció? Déjenme dicho aquí en los comentarios lo mala que soy por dejarles enganchados y con mil preguntas jejeje.

¿A qué nunca se preguntaron cómo fue posible meter a Oshanta dentro de Magna? Pues esta autora piensa en todo 🤭🧡

REGRESIÓN (Libro II de la trilogía DESCENSO)Where stories live. Discover now