Sus intenciones iniciales fueron ordenar, mas tan pronto se levantó de la cama, supo que fue un error, sufriendo de un mareo horrible que estuvo cerca de botarlo inconsciente. Razón por la cual, Wang Yibo tendría que aguantar su desastre personal al menos por cuánto durara su estadía.

- ¿Y la comida?- dijo el pelinegro, recordando cuál era el motivo de la reunión. Yibo se acercó a besar su frente y Zhan juró que le iba a dar un aneurisma.

-Tienes temperatura. ¿Por qué no te acuestas?

-A ti de verdad te encanta actuar como mi doctor- Suspiró, echándose hacia atrás y retrocediendo hasta alcanzar el sofá. Adquiriendo nuevamente su posición de feto chupa-pulgares, observó al castaño desempacar la comida para repartirla sobre la mesa-. ¿Y? ¿Qué tienes para ofrecerme? ¿Langosta a la mantequilla?

-Por supuesto, mon chéri. ¿Te gustaría acompañarlo con champaña?- dijo en un espantoso acento francés. Zhan no debió haberlo encontrado atractivo, pero lo hizo y se quería morir.

¿Qué tenía Wang que llamaba su atención aun después de todos estos años? No tenía ni la menor idea. Quizá, dentro de su cuerpo, yacía un imán extremadamente efectivo para atraer Zhans. Y al ser la teoría más lógica para explicarlo, estaba dispuesto a aceptarla. Un enorme artefacto diseñado únicamente para encandilar inteligentes Zhan, cuyas neuronas eran destruidas por el efecto magnético.

-Aquí- dijo Yibo haciéndose un hueco en el sofá. Zhan se incorporó cuando el castaño acercó una cuchara a su boca-. Abre.

Era ridículo. Zhan se rehusaba a ser alimentado como un infante, menos cuando sus manos eran funcionales. Pero sus energías no estaban precisamente canalizadas en pelear, por lo que obedeció en silencio y comió lo que Yibo le ofrecía, mientras intentaba ignorar cómo sus propios mejillas empezaban a calentarse.

-Estás rojo- soltó Yibo con preocupación. Zhan cerró los ojos, engullido por la vergüenza. ¿Por qué el castaño no podía ser sutil al respecto?-. Muy rojo. ¿Te sientes bien? Tu fiebre...

-No es fiebre- lo interrumpió, deseando que se callara. Ya era lo suficientemente mortificante la inevitable atracción hacia Yibo como para ser descaradamente exhibido-. Tengo hambre. Quiero más.

-Eres todo un bebé- se burló el castaño, mas sin hacer al pelinegro rogar, continuó alimentándolo con una sonrisa boba en el rostro.

Zhan no estaba acostumbrado a que lo cuidaran, menos a que lo atendieran de la manera en que Yibo lo hacía. Lulu llevaba era menor, por lo que no era apropiado cargarla con aquella responsabilidad. Y sus padres... Ni hablar. Así que, se aprovecharía -sólo por un ratito- de la voluntad del castaño, y trataría de no disfrutar demasiado la sensación de ser mimado.

Una hora más tarde, el timbre volvió a sonar.

- ¿Esperabas visitas?- cuestionó Yibo. Zhan sacudió la cabeza, medianamente aturdido por el agotamiento que implicaba estornudar cada cinco minutos.

El castaño abrió la puerta, suponiendo que se trataría de algún inquilino del edificio; hallando al otro lado del umbral, a una mujer de cabello corto y postura educada que no tardó en expresar su desconcierto al verle.

- ¿Y A-Zhan?

Yibo frunció los labios, meditando irrazonablemente sobre la relación que podría vincular a aquella mujer con el pelinegro, para que le tratara con tal confianza. ¿Acaso era una clienta?

-Se enfermó. Está descansando ahora- explicó, sin querer entrar en detalles. La mujer cubrió su boca, luciendo apesadumbrada por la noticia-. ¿Quién lo busca?

-Oh... ¿no te ha contado sobre mí?

-Gracias, Yibicito- La voz de Zhan proveniente a sus espaldas lo hizo voltear-. Ve adentro. Yo me encargo.

El pelinegro palmeó su hombro antes de tomar su lugar frente a la mujer e indicarle a Wang que se retirara. Esperó a que estuviera a una distancia considerable para dirigirse a Meng Ziyi, quien esbozó una sonrisa que usualmente escondía la tristeza que en su interior pesaba, más que nunca lograba eclipsarla del todo.

- ¿Qué haces aquí?

Ella lo inspeccionó, desde la cabellera despeinada hasta las pantuflas de tigre. -Te llamé, pero no respondiste.

- ¿Ocurrió algo?

-Mm. Tu...- inhaló hondo-. Tu padre quiere verte.

Una carcajada seca brotó de la garganta de Zhan. - ¿Él dijo eso?

-B-Bueno... No, pero... pero estoy segura de que quiere verte- titubeó. Zhan omitió la fuerte opresión en su pecho-. Está empeorando y...- su voz fue apagándose, hasta tornarse dolorosa de escuchar-, los doctores dicen que no tiene salvación.

Guardó silencio, y Zhan observó a la mujer cabizbaja de ilusiones rotas, que se aferraba a una vida hecha trizas por la que había luchado. No era la culpable de lo que había ocurrido; nadie lo era. Mas sentía que se estaban hundiendo; él, su padre, y ella... Ella sobre todo, hundiéndose en su camino a la felicidad que anhelaba alcanzar.

-Iré a verlo- mintió el pelinegro, causando que el rostro de Meng Ziyi se iluminara-. Cuando me recupere.

-G-Gracias, A-Zhan- musitó. Extendió las manos para afirmar las del menor, quien ahogó un sonido de sorpresa-. Sé que... que tu padre estará contento.

Yo no estaría tan seguro, pensó antes de despedirse. Meng Ziyi sacudió su mano a la distancia e ingresó al ascensor, lo que fue la señal para que Zhan cerrase la puerta tras él.

La mirada curiosa de Yibo fue lo primero con lo que se topó al retornar a la sala de estar.

- ¿Quién era? ¿Una clienta? ¿Una inquilina?

-Oh, Yibicito. ¿Acaso no has oído aquel viejo refrán?- dijo con fingido reproche. La ceja de Yibo se arqueó-. "La curiosidad mató al Léon".

El castaño revoleó los ojos y los labios de Zhan se curvaron en una sonrisa, una sonrisa que eclipsó la tristeza en la que se sumía su corazón y la desesperanza que lo carcomía por dentro, al saber que una de las personas que más amaba en el mundo, estaba a pocos pasos de abandonarle, no por primera vez, más sí por última.

Se recostó en el sofá y sus párpados no tardaron en rendirse, cerrándose con lentitud mientras Yibo tarareaba una canción que había sonado en la radio aquella mañana. Intentando apaciguar aunque fuese por un breve momento las emociones amargas que causaba la situación de su padre, se entregó a los brazos confiables de Morfeo; sin ser consciente de que la calidez que le envolvía a medida que caía dormido, era producto de la voz melodiosa que retumbaba en las paredes.

Rent a Boyfriend [Yizhan] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora