CAPÍTULO IX: Rey de un castillo de ilusiones (I)

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Las trompetas de Delia tocaron sus canciones, indicando que había alguien desde algún lugar que solicitaba el acceso al portal que la reina Agatha había creado

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Las trompetas de Delia tocaron sus canciones, indicando que había alguien desde algún lugar que solicitaba el acceso al portal que la reina Agatha había creado. La reina caminó seguida de Emerald y su séquito, y en cuanto se encontraron justo al frente, extendió la palma de su mano para conceder el permiso a los visitantes.

El primero en cruzar fue un muchacho de aproximadamente quince años que cargaba un estandarte de Orfelia, Agatha lo observó mientras esbozaba una sonrisa, el joven realizó una reverencia protocolar y mientras le daba la señal a sus compañeros del otro lado, siguió avanzando hacia el frente.

La persona que le siguió cargaba consigo una caretilla con unos tomos antiguos, el lomo de dichas escrituras tenía incrustaciones de Diamante, y el papel amarillento de las hojas despedía una especie de polvo brilloso de color plateado. Los siguientes sirvientes fueron mostrando telas de la más fina calidad, y las criaturas más exóticas de cada región para que las pudieran criar.

Emerald al igual que su madre le había enseñado, sonreía con cordialidad los presentes que le estaban entregando por su coronación. Denaisa, quien se encontraba unos pasos más atrás de ellas, agachaba ligeramente la cabeza en señal de agradecimiento.

Cualquiera en su posición se hubiera sentido feliz de recibir tantas cosas, pero Emerald, pese a que había sido criada como una princesa, jamás estuvo acostumbrada a recibir obsequios tan ostentosos a diferencia de su hermano, quien por ser el heredero de su nación siempre obtuvo cosas de primera calidad.

Y así como Orfelia, cada nación aliada se hizo presente y los generosos obsequios uno a uno fueron llevados al interior del palacio de Delia.

—¿Fueron todos? —preguntó Emerald a su madre, esta asintió—. Iré a entrenar —anunció, y luego dio siguió al resto para desaparecer entre los pasadizos del palacio.

Al llegar a su habitación se quitó la ropa protocolar y se puso algo más cómodo, tomó a Silky de la repisa que fue diseñada exclusivamente para ella, y salió en dirección al bosque donde tenía montado un pequeño campo de entrenamiento.

En cuanto llegó al pequeño campo adecuado para ella comenzó con su rutina de entrenamiento. Todos los días sin falta iba y realizaba sus series de abdominales, corría varias vueltas al circuito, y levantaba unos sacos rellenos de arena. Necesitaba ganar masa muscular. Pese a que era una chica, ante los ojos del resto ahora era el rey, y no podía parecer un regente débil porque los demás podrían aprovecharse de eso, además... había otro tema que la preocupaba.

Diamond, el príncipe corrupto [PRONTO EN FÍSICO]Место, где живут истории. Откройте их для себя