prólogo.

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Sesenta y cinco. Ochenta. Ochenta y cinco. Noventa.

Mientras el número del medidor de velocidad aumentaba, algo se aflojó dentro del pecho de Lee taeyong. Él solo quería que se acabara. La temperatura humeante del exterior luchaba con el frígido aire acondicionado que bombeaba a través de las ventanillas del auto, causando que las ventanas se empañen, pero él no conseguía refrescarse.

Perdió la camisa diez minutos después de haber escalado detrás del volante, pero todavía estaba ardiendo. El sudor y las lágrimas pinchaban sus ojos hasta que los números nadaron en una mancha rojo brillante. Parpadeó rápidamente para limpiar su visión. Cuando eso no funcionó, quitó ambas manos del volante, clavando el dorso de la palma de su mano contra los ojos hasta que brillos bailaron detrás de los párpados.

Sin su guía, el auto viró hacia el otro carril. No importaba, el camino estaba muerto. No había visto otro automóvil en millas. Solo degenerados y camioneros estaban en la autopista a las cuatro de la mañana. Por lo menos, eso era lo que su madre decía en su tono más agrio justo después de que le recordara que su comportamiento era inapropiado, aconsejando que se detuviera de inmediato y esperará a que alguien viniera a recogerlo. Eso fue cuando taeyong había tirado su teléfono por la ventana. Él cambió su peso, la piel pegada al asiento de cuero suave como mantequilla de su Porsche Cayenne. ¿Por qué carajos hacía tanto calor?

Los neumáticos chirriaron mientras conectaban con las franjas blancas reflectantes de advertencia en el arcén de la carretera. Dió un tirón al volante hacia la izquierda, solo tropezando un cuarto del panel frontal contra la barandilla de aluminio antes de encontrar nuevamente el asfalto. Intentó concentrarse en quedarse entre las líneas blancas, pero había demasiadas de ellas. La cabeza de taeyong palpitaba, su lengua saltó contra el paladar de su boca. Su mundo parpadeaba dentro y fuera de foco. Se frotó la ceja y presionó el botón del aire acondicionado, intentando bajar la temperatura, pero ya se encontraba programado en lo más bajo. Agua. Necesitaba agua. Tomó la botella de plástico en el asiento del pasajero, gruñendo con frustración cuando estaba vacía. Aplastó el plástico con un grito antes de abrir la ventana y enviarla volando. El auto casi se estrelló, pero él lo atrapó antes de perder el control.

“Jesús, no puedo creer que fueras tú el que vivió”

Embriagador - jaeyong Donde viven las historias. Descúbrelo ahora