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Solté su mano cuando estuvimos lejos de la vieja fábrica y de esta forma la llevé hasta el viejo edificio en el que había estado viviendo los últimos meses.
Había convertido una vieja bodega en mi nueva casa u hogar si es que se podía llamar así; la chica me seguía a paso lento y con expresión seria. No entendía como una chica podía ser tan inexpresiva, sus ojos vacíos me intrigaban mucho, sin embargo, sabía que tenía que poner límites y no acercarme a ella.

—¿Cuál es tu nombre?— pregunté mientras abría el enorme portón. Ella soltó un largo suspiro y se colocó unos anteojos de pasta negra. Me parecía más misteriosa con aquellos anteojos.

—A

—¿A?— pregunté confundido. Aquello debía ser una broma, no podía ser su nombre real o eso creía; la observé asentir y entramos en el lugar.

Observé la cama sin hacer y la mesa llena de algunas latas vacías. No limpiaba el lugar hacia ya varios días y ahora que la cortina estaba abierta, el desorden se notaba mucho más.

—¿Por qué lo traicionaste?— me había llamado sucio traidor y supongo que eso era lo que realmente le intrigaba. Yo por otra lado, creía que solo había sido un simple impulso que descifraria luego.

—No tengo idea— respondí mientras me sentada en una de las sillas de la mesa. Ella se quedó de pie y sus ojos oscuros me observaron con frialdad; no entendía por qué me intrigaba, la manera en la que había caído me decía que había algo más detrás de una chica común.

—Estas loco— me dijo mientras se giraba para observar la ventana—. Mishima te habría dado una fortuna si me entregabas y solo lo traicionas.

—¿Por que te busca?— pregunté ignorando lo que acababa de decir.

—¿Por que debería decirte?

—Bueno, creo que es lo menos que puedes hacer. Es decir, te traje a mi casa.

—Pero yo no te obligué a nada— se giró para mirarme y noté una sonrisa algo extraña en su rostro. ¿Realmente me daba un poco de miedo? ¿Eso era? No podía asustar a alguien como yo, soy el Dios de la muerte y no por cualquier cosa llevo ese apodo.

Me puse de pie sin saber que decir y ella se sentó cerca de la ventana. No parecía haber dormido mucho y la verdad es que yo tampoco dormía mucho; parecía estar en un bucle extraño de aburrimiento infinito y necesitaba hacer algo.

—¿Me das un cigarrillo?— preguntó sin mirarme—. Perdí mi kiseru.

Me acerqué hasta donde se encontraba y le tendí un cigarrillo. Ella solo lo tomó en silencio y sacó un encendedor desechable de su bolsillo; noté que era joven, no parecía ser tener ni veinte años y a demás era bastante pequeña. Pero era linda, no de forma exagerada porque su expresión seria daba miedo, pero sus mejillas rosas la hacían lucir tierna.

Una mezcla de frialdad y ternura, aquello no podía llevar a nada bueno.

—Ya deja de mirarme— me sobresalté al escucharla decir aquello. No me había dado cuenta cuánto tiempo la había mirado, pero supongo que había sido incómodo para que me dijera aquello.

—No estaba mirándote.

—Si claro— dijo con tono sarcástico. Soltó un suspiro y me miró—. ¿Perdiste a alguien?

—¿Que?— pregunté sorprendido. No podía saber aquello, no lo demostraba mucho y era simplemente imposible que lo supiera.

—Puedo verlo en tus ojos— murmuró—, esa huella de qué crees haberlo perdido todo.

—¿Como sabes eso?— mi voz era casi un susurro. No entendía por qué no estaba siendo frío como solía serlo, parecía estar perdiendo mi habilidad de Dios de la muerte.

Sonrió y me detuve a notar su sonrisa porque esta no era irónica, parecía normal y sincera. De alguna manera su expresión fría se había relajado.

—De acuerdo— dijo sin más—. ¿Crees que pueda ducharme?

Asentí lentamente y la llevé hasta el baño. No tenía otra muda de ropa, así que le di la toalla para poner a lavar la ropa que llevaba puesta, entonces la miré sorprendido. Estaba quitándose la ropa sin siquiera yo haber salido del baño.

—¿Que haces? espera a que salga— me giré rápidamente y la escuché soltar una risa divertida. Al parecer aquello no le importaba mucho, ya que ni siquiera parecía avergonzada.

—¿Te gustan los chicos?— preguntó con normalidad. Casi salto de mi lugar al escucharla decir aquello.

—Claro que no, pero deberías cubrirte y no mostrar tu cuerpo a cualquier chico.

—¿Crees que hago eso?— preguntó con interés. No le estaba mirando la cara, pero sabía que se había girado y eso me puso más inquieto. Salí del baño rápidamente y ella se rió con más fuerza—. ¡No me das la impresión de ser el chico tímido!

Al escucharla decir aquello me di cuenta que tenía razón. No huia de las chicas, pero me sentía diferente y creía que se debía a los días aburridos que había pasado.
Debía preocuparme un poco.

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Bueno quien sea que lea esto, he decidido continuar porque necesito sacar lo que vaga por mi mente.
Lean y el sabroso de Hanma las visitará esta noche, bye.

So Cold| Hanma ShujiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora