Caminó por la habitación sin saber que hacer, incluso miró su armario un par de veces, indecisa. Terminó poniendo música, concretamente esas canciones de Michele Morrone que tanto le gustaban (y que tan cachonda la ponían, al mismo tiempo) y no pudo evitar pensar en Christopher cuando sonó Watch Me Burn, concretamente en la vez que lo habían hecho con esa canción de fondo.

—Jodida mierda, Christopher, ni así dejas de meterte en mi puta cabeza —se quejó, encaminándose al mueble del salón y examinando los licores que allí había. Por lo general los tenían allí por si tenían visita inesperada y no sabían que ofrecerle, pero en ese momento ansiaba tomar un traguito.

Si, así en diminutivo, traguito.

Y otro.

Y otro más.

Hasta que la botella empezó a vaciarse y sus labios hormigueaban, de la lengua ni hablar porque ya no la sentía dentro de su boca. Se le pasó el tiempo volando, pues entre bailes ridículos y sorbos a la botella (si, a la botella, ni siquiera se molesto en tomar un vaso y verter allí su contenido) las agujas del reloj siguieron girando. En su teléfono ya tenía al menos siete llamadas perdidas de Christopher y el doble de mensajes por vía WhatsApp, pero no les tomó la más mínima importancia.

No iba a presentarse en el dichoso evento del club con esas pintas así que el dominante perdía el tiempo si seguía intentando comunicarse con ella de esa forma. Él lo sabía, por eso a las nueve de la noche se presentó en su casa, Leyre le había dejado sus llaves para entrar por lo que no se molestó en tocar al timbre. La observó, ahora tumbada en el sofá y con cara de querer tirarse de un puente, la botella apenas tenía unas cuantas gotas de alcohol, le había aprovechado.

—Cyara, Cyara... ¿Qué voy a hacer contigo? —la pregunta quedó en el aire mientras caminaba hacia ella y le quitaba la botella de las manos, la rubia lo miró con confusión para después bufar y cruzarse de brazos—. No me pongas morritos, te estás comportando como una niñata caprichosa e insensata.

—Tú solo me ves los defectos, señor.

—Eso no es cierto, pero en estos momentos solo puedo decir lo que veo —chasqueó su lengua contra su paladar y tiró la botella en la papelera bajo la atenta mirada de la joven—. Estás borracha, ¿te has bebido la botella tú sola?

Ella parpadeó mientras se sentaba en el sofá, apuntó con su dedo índice su pecho y lo miró casi con indignación. Pero claro, sus expresiones no engañaban a nadie y menos a alguien que la conocía mejor de lo que se conocía ella misma.

—¿Yo? Que va... Si yo solo me tomé un traguito —sonrió con falsa inocencia después de haber arrastrado las letras de la oración—. No... Yo no me la bebí, eh.

Christopher dejó escapar un suspiro, no era la primera vez que tenía a Cyara borracha, pero si era la primera vez que no tenía ni la menor idea de por qué razón se había embriagado y más de semejante forma, que fuera en una discoteca o en el propio club era normal, pero eso de ponerse piripi en su propia casa no era para nada de su estilo.

—Vamos a darte una ducha de agua fría y después hablamos, ¿vale?

—No, no uses el plural —negó con la cabeza—. Yo puedo ducharme sola, guapo.

—No puedes ni mantenerte en pie, guapa —torció sus labios en una sonrisa—, así que no me reproches que no tienes derecho a ello.

Antes de que pudiera reclamar ya estaba colgada del hombro del dominante, todo a su alrededor daba vueltas e incluso su borrosa visión le estaba haciendo ver algunas cosas doblemente. Una divertida idea se pasó entonces por su mente, aunque para ello necesitaba la colaboración del hombre que la estaba llevando a la habitación y sabía de sobra que no aceptaría ni de coña. Se limitó a bufar y dejó que la recostara en el colchón antes de irse en dirección al baño para abrir el agua de la ducha, al escuchar caer esta fue cuando se dio cuenta de la situación.

Clara realidad Where stories live. Discover now