Parte 1

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La cabeza de Vincent se encuentra sobre mi regazo y mis manos se encuentran entrelazadas a su cabello, acariciando su nuca con suma delicadez. Extraño, ¿no? Y es que nuestra amistad crece tanto día a día que parecemos verdaderos novios, y tanto ha sido así que mis vecinas le prohíben a sus hijas que se junten conmigo. Aunque les encuentro razón porque, ¿qué clase de jovencita invita a su mejor amigo a dormir con ella cuando su madre no está? Nadie, aunque yo soy la excepción.

— ¿Me acercas las palomitas?

Pregunta él, sin quitar la vista del televisor. Y entonces quito mis manos de su nuca, para así extenderla a un lado y coger el bowl. Lo afirmo para que no vaya a caer su contenido, y con cuidado lo dejo sobre su pecho. Él lo recibe y a su vez deja un cálido beso sobre mi mano, a lo cual sonrío y beso cortamente su nuca. Somos como hermanos, así es, hermanos.
Entonces suena su móvil, y él lo saca del bolsillo de la chaqueta tirada en el piso. Revisa la pantalla touch, y chequea sus mensajes.

—Joder, esta tía no deja de molestarme, me llama y me llama. Que comprenda que ya hizo lo suyo, ahora que se aleje. Qué asco me da, en serio.

Murmura y niego con la cabeza. Y es que tan solo la idea de saber que cada noche tiene a una nueva chica en su cama me hace enojar muchísimo. No es posible que venga y las use como pañuelos, no, no puede ser así.

— Vincent, ya basta. ¿No te cansas de jugar con las mujeres?

Ríe y quita la cabeza de mi regazo, para así acomodarse a mi lado.

— No, de hecho me entretiene. Verlas sufrir, ver cómo lloran por mí es increíble. Hubieses visto la cara de Samantha la semana pasada.

— Esa era Ágatha.

Bufo mirándole y rodo los ojos mientras él niega con la cabeza.

— Samantha también.

— Perro bastardo.

Dejo salir una leve carcajada y él me rodea con sus brazos, besa mi sien y se acerca a mi oído.

— Nunca permitas que un maldito perro como yo entre a tu vida, por favor.

Mis labios tornan una leve mueca y asiento con la cabeza. Él alza la cabeza hacia el reloj que está a unos cuantos centímetros de un cuadro mío de pequeña y un ronco ''joder'' sale de sus labios.

— Joder, joder. —Continúa— En media hora debo estar en el estacionamiento de la universidad, y si no llego antes, Gordon no me da el dinero prometido. —dice mientras acomoda su remera— Y pobre que no me lo de porque el puñetazo por mi parte le partirá la mórbida cara.

Vincent suele hacer sus peleas clandestinas cerca de la universidad, a unas cuadras. Como debajo del puente, donde quebró el brazo de Johan, o cuando rompió la mandíbula de John. Eso es lo que me dice él, y es que nunca he ido a verle. Y no puedo decir ''ojos que no ven, corazón que no siente'' porque sé que es verdad, confío en él... Le creo. 
Suele ganar un buen dineral allí, y con aquel dinero fuma. Siempre está mal gastándolo. Pero ya de nada me sirve decírselo... Él no hace caso. Y para sobrevivir, trabaja en el taller de su tío. Sus padres fallecieron en un accidente movilístico cuando él era sólo un pequeño de nueve años.

— Vincent...

Murmuro y él voltea a verme.

— ¿Mhm?

— Cuídate, ¿sí?

Sonríe y besa mi frente, y luego mi nariz, para así murmurar allí.

— Tranquila, estará todo bien... ¿Me acompañas a recepción? Los guardias me miran feo cuando salgo solo. Mejor acompáñame, no quiero perder tiempo con ellos.

Asiento con la cabeza y me levanto del sofá, acomodando así mis zapatillas en mis pies. Él coge mi mano y nos encaminamos a la entrada del departamento. Cojo a la vez las llaves y las meto en mi bolsillo trasero mientras Vincent jala de mi mano para salir. Al ya estar afuera, cierro la puerta procurando que ésta no se abra. La manilla está mala, y aún no vienen a cambiarla por lo que hay que ''tener cuidado con los ladrones. '', eso es lo que dice mamá. 
Caminamos hasta el ascensor, le miro y suspiro.

— Tú nunca me besarías, ¿verdad?

Me mira algo sorprendido por la pregunta y niega con la cabeza.

— Eres como mi hermana. —Responde— Y no me gustaría hacerte daño. A ti no.

Asiento con la cabeza y muerdo levemente mi labio inferior, suspiro y miro cómo los verdes números del ascensor comienzan a bajar descender. 14, 13, 12, y entonces siento una presión sobre mis labios, me está besando o está intentando besarme. Muerdo su labio inferior con tal fuerza que se lo rompo y comienza a sangrar.

— Lo lamento, no volveré a hacerlo.

Quedo en silencio, inmóvil e incapaz de decir palabra alguna. Y entonces llegamos al nivel uno. Él sale con su labio hinchado, y una pequeña mancha de sangre, me extiende su mano y sonríe levemente. Tiene un rostro angelical, lo sé, aunque también sé que por dentro es el mismo Satanás.

— ¿Por qué estás tan colorada?

— No estoy colorada, cállate.

Ríe y nos encaminamos a la entrada del edificio, se acerca a mi rostro y roza nuestros labios, para luego besar mi comisura y suspirar. Y dice.

— Mañana nos vemos. Te quiero.


One more fightWhere stories live. Discover now