UNO

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La tranquilidad era sublime, la luz era nula, el colchón se sentía como estar en las nubes y la respiración de Ariadna Ferreiro al dormir te contagiaba su paz. Era calma total en su habitación.

Era.

—¡Ari, arriba! —la chillona voz de Levana de Ferreiro, progenitora de la protagonista, sonó por toda la habitación, irrumpiendo el sueño pacifico de la muchacha, y aunque la luz del sol le dio en toda la cara cuando ella también abrió las persianas, Ariadna no se movió. —Rápido, vamos —dijo consiente de que su hija estaba despierta.

—Hoy no, madre —apenas pudo quejarse, con un tono de voz diminuto pero audible para la mujer, quien se cruzó de brazos, mirándola. Y apenas así, al sentir esa mirada, la rubia abrió los ojos. —No quiero ir hoy al colegio —dijo sacándose la voluntad de los ovarios para repetírselo.

—¡Pero qué barbaridades dices! —exclamó Levana sin comprender a su hija. Nunca lo había hecho, la verdad. —¿Te sientes bien? ¿Tienes fiebre, gripa o tos?

La muchacha tumbada sobre la cama asintió y negó tres veces mientras la escuchaba atentamente, sabiendo que mentirle no tenia sentido pues su madre de alguna forma u otra iba a descubrirlo y saldría peor.

—¿Entonces? Tú nunca faltas, ¿tienes idea de lo que dirán de ti si algún día lo haces? —la mujer colocó sus manos sobre sus caderas mirándola interrogante, poniendo la preocupación del qué dirán por encima del mal presentimiento que su hija estaba teniendo acerca de ese día en especifico. —Te levantas ahora mismo y te quiero impecable para el colegio.

La rubia se atrevió a rodar los ojos en presencia de su madre, pero no tenia tanto valor para dejar que la viera, por lo que se tapó de pies a cabeza y esperó a escuchar la puerta de su habitación abrirse y cerrarse para ponerse de pies. Discutir con su madre -o intentarlo- era como hacerlo con la pared, no podías ganarle porque no era ni capaz de escucharte.

Caminó hasta el enorme armario repleto de toda la ropa que poseía, imitando de forma burlona a su madre y haciendo muecas; luego se regañó a si misma diciéndose que ese no era un comportamiento regular y de buena conducta para alguien como Ariadna Ferreiro.

Tomó su bata de baño del perchero, agarró una toalla limpia que estaba a un costado y se fue a su baño pensando en el atuendo que iba a llevar ese día. Veintidós minutos después salió de la ducha lista y como nueva, con un ligero olor a fresas frescas impregnado en su cabello y cuerpo.

Y antes de hacer algo más, agarró su celular para textearle a su novio un buenos días y también preguntarle si podía pasar por ella para ir juntos al colegio.

En lo que terminó de cepillarse el pelo y sacar su ropa del armario, exactamente doce minutos después, Adrien le contestó.

Adrien
Claro
Lucia viene también
En 30 llegamos

Se apresuró a echar cada tratamiento antie frizz que tenia además del aceite que le dejaba ese característico olor a fresas por el que muchos la conocían. Decidió colocarse dos broches Prada en su pelo, al costado de sus sien. Se puso un par de anillos y aretes también. Se hizo un maquillaje muy sencillo pero para mejorarlo también se hizo un delineado purpura que resaltaba y añadió un cristal en el lagrimal de sus ojos. Todo iba a juego con su crop top blanco, su falda lila y sus botines blancos.

Por ultimo se echo un poco de su perfume Valentino y voila, estaba impecable para un día más en el Colegio Nacional.

Ariadna se dio un ultimo vistazo en el espejo después de agarrar su bolso Coach y se perdió en el sentimiento de ser una niña buena, mirándose a los ojos intentando entrar en el papel de la personalidad que predominaba en su vida. Se rio bobamente ante el recuerdo de la noche anterior, el cambio tan drástico que había entre Evolet en aquella lencería y Ariadna ahora luciendo lo más lindo y bonito que podía.

evolet .RAUL DE LEON [en pausa]Where stories live. Discover now