—Eso entonces nos deja a mí y a Draken en su lista asesina.

Esto era un problema más a la lista. Su mente comenzó a maquinar a todo lo que da para tratar de armar un plan perfecto. Las imágenes aparecían en su cabeza, al igual que hilos que las conectaban junto a las millones de posibilidades de finales malos como buenos.

Aunque le preocupaba no llegar a ninguno bueno.

Su problema está en el comandante y el sub comandante, dos idiotas orgullosos que no quieren darle la razón al otro ni tampoco dar el brazo a torcer. Ya pasaron varios días de aquella pelea, Satoru los conocía a ambos y, por experiencia, sabía que esta vez el enojo es en serio.

—Hay algo más, es sobre la Toman. — Satoru le pidió silenciosamente un momento para humedecer su garganta. La presión en sus hombros es demasiada, ese trago le dio las fuerzas suficientes para digerir lo siguiente que dijo el trillizo del medio. — El grupo que apoya a Mikey planea emboscar a Draken para darle una paliza.

Ahora sí, se le bajó la presión.

Satoru utilizó el método de respiración que le enseñó su padre en caso de sufrir o ayudar a quienes padecen un ataque de pánico. Esta situación cada vez se tornaba más oscura para Satoru, cuando creía encontrar una solución más problemas se sumaban a la lista, como los ejercicios de matemáticas que parecían infinitos y sin final.

Touya pidió algo alarmado a la camarera un vaso con agua que no tardó en llegar. Satoru se lo bajó de un trago y, cuando al fin se recompuso, apretó los dientes y su rostro se transformó en puro enfado.

—Mikey me va a escuchar.

El Sadao junto al Kawata tuvieron un largo viaje en busca del comandante de la Tokyo Manji Gang que parecía desaparecido, como si se hubiera borrado del mapa. No atendía las llamadas de Satoru, tampoco leía sus mensajes, en su casa no estaba, tampoco en el cementerio y, sin su moto en el garaje, las posibilidades de su paradero eran infinitas. 

A Satoru ya comenzaba a dolerle la cabeza del estrés, Taouya estaba nervioso porque recibía mensajes y llamadas de sus hermanos que, preocupados, preguntaban a cada segundo cuándo volvía el tercer trillizo. Con la puesta de sol sobre ellos, el segundo sub comandante decidió, nuevamente, posponer su charla con Mikey para llevar a su amigo con sus hermanos.

Ya tendría tiempo de hablar con su líder y, cuando lo haga, jura jalarle de los pelos y darle unas merecidas nalgadas.

En otra parte de la ciudad, Ken Ryuguji observaba fijamente una fotografía de su enorme mural de recuerdos. En esta imagen se podía apreciar a él sonriendo de oreja a oreja junto a un pequeño, desinflado por las risas, Satoru y a un gracioso Mikey con crema batida en su rostro. Ese día festejaron el cumpleaños de Satoru, el plan en si era que el cumpleañero tuviera la cara embarrada en crema, pero por fuerza y técnica fue Mikey quien probó primero el pastel de cumpleaños.

Una pequeña sonrisa dibujó su rostro al recordar la hermosa risa de Satoru. La felicidad de ese momento llenó su corazón para que, como en una pesadilla, su mente reviva esa dolorosa imagen del Satoru de ayer; triste, herido, rechazado. La culpa cierra su garganta, sus ojos le pican más no se permite llorar.

Está mal, ambos lo están.

Draken pegó nuevamente la foto en el mural, topándose con una donde estaba la menor de los Sano; Emma. El rubio se lamentó al verla, con una pregunta en su mente que hizo más intenso el dolor en su pecho: "¿Por qué no me enamoré de ti?". Tenía una respuesta, ver nuevamente esa enorme sonrisa hizo su corazón bombear con fuerza y sus mejillas se calentaron al saber el significado de su acelerar.

Satoru siempre conseguía esa reacción en él.

Su corazón tiene otro dueño, el pelinegro se roba sus noches de sueño, un lugar VIP en su motocicleta, toda su atención, su respeto. Todo lo que forma Ken Ryuguji pertenece a Satoru Sadao, el adolescente más idiota, alocado, protector y maduro que jamás conoció, era un combo explosivo, una caja sorpresa que, al abrirla, jamás podrías estar listo para recibir su contenido.

Era aquella mitad que su serenidad necesitaba. Ambos se complementan, se entienden, se apoyan y es por ese mismo amor que ahora Ken sufría en su cuarto. Arrepentido, adolorido y, peor aún, abandonado. No sólo perdió a su media naranja, sino que, por una diferencia de ideales, también perdió a su mejor amigo y dividió aquella pandilla con la cual formó una familia de verdad.

—Ah... Todo pinta muy mal...

Se lanzó a su cama sin ningún tipo de cuidado y tomó en el viaje su teléfono para ver el buzón vacío de un contacto en específico. Su nombre destacaba en letra negrita, Ken conocía de memoria su número, cómo estaba acomodado su nombre y aquel tonto mensaje "Mikey Mouse mi patrón" en su biografía que burlaba a su comandante. Miró por largos minutos, tal vez horas, la barra en blanco que indicaba el comienzo de una posible charla.

Tenía miedo de escribir o llegar a recibir un mensaje, ¿qué le diría? ¿con qué derecho lo haría?

Del otro lado de la pantalla Satoru hacía lo mismo, solo que con el contacto de Draken y la aburrida biografía de "Ocupado" que jamás cambió por pereza. Su mente lo torturaba con el rostro de Ken mostrando aquel asco y rechazo hacia él, Satoru está demasiado pesimista con esos sentimientos del rubio hacia su persona y, por el rechazo de ayer, duda demasiado que todo vuelva a la normalidad.

Al mismo tiempo apagaron sus teléfonos y los dejaron sobre sus mesas de luz. Cuando las luces se apagaron ambos miraron por largas horas el techo de su habitación, pensando e imaginando un espacio feliz junto al otro, donde eran libre de amarse, de quererse y jamás iban a ser juzgados porque solo eran ellos dos.

Con esos sueños, esa imaginación y ese amor de ambos dragones, empezó el 3 de agosto.

Con esos sueños, esa imaginación y ese amor de ambos dragones, empezó el 3 de agosto

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𝐏𝐚𝐝𝐫𝐞𝐬 || ᴛʀWhere stories live. Discover now