SESENTA Y OCHO (parte 1)

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El timbre sonó.

Los padres de Miriam estaban en la puerta.

La escena a cámara híper-rápida que los tres jóvenes habían protagonizado por toda la casa, se transformó en un stand-by lleno de tensión en el salón.

Miriam se reajustó los pantalones negros de algodón y, subiéndose la cremallera de la chaqueta deportiva hasta arriba, se sentó en el reposabrazos del largo sofá. Firme como un palo.

Estaba nerviosa.

Mimi, ataviada con unas mallas rojas cortas y sudadera amarilla, corrió a sentarse arrinconada en el otro extremo del sofá.

También estaba nerviosa.

Efrén simplemente se rió con cariño. Ellas no eran conscientes, pero emanaban unas vibras de niñas preparándose para ser descubiertas en una travesura, que daban muchísima ternura.

Las volvió a mirar, y esa vez terminó descojonándose abiertamente mientras señalaba a Mimi:

—¡Qué patriótica, chica!

Y ella, que se había vestido a toda prisa y sin reparar en lo que Miriam le lanzaba desde el armario, se tomó unos segundos para observarse a sí misma.

—¡Miriam, joder!— gruñó palmeándose las mallas rojas, antes de estirarse con obviedad la sudadera amarilla— ¡Hay que ver cómo me has vestío!

—Lo siento, es lo primero que pillé, lo de conjuntar bajo presión no es lo mío.

El timbre volvió a sonar, y las dos miraron al chico fijamente, quien se dio por aludido.

—¿Abro yo, no?

—Hombre, pues sí — respondió Miriam.

—Hombre, pues es tu casa— contestó él, imitando su tono y avivando aún más la alteración de su hermana.

—¡Efrén, neno! ¡Estoy muy nerviosa! ¡No me pongas peor!

—Tranquila... — la voz alentadora de Mimi sonó a su izquierda, y no tardó nada en notarla gatear por el sofá hasta su lado, agarrándole la mano y forzándola a dejar de juguetear con sus anillos—Tú tranquila, que no pasa . Actuamos con normalidad y, cuando encuentres el momento, hablas con ellos y ya está. No tiene que ser hoy, y menos ahora.

La mirada agobiada de Miriam logró centrarse en los ojos auspiciadores de Mimi y, pese a que aquello no la tranquilizó mucho (porque veía que ella también estaba algo frenética), le hizo sentir más acompañada.

—¡Eso es, tranquilidad y normalidad!— repitió Efrén con las manos alzadas en medio del salón—Con que no se os note mucho que os acabáis de pegar el meneo del siglo, es suficiente. — dijo "meneo" porque, aunque a veces no lo pareciese, usar palabras más explícitas refiriéndose a su hermana pequeña todavía le superaba.

Y menos mal que tampoco fue muy bruto hablando porque, si lo que quería era bromear con el tema para relajar el ambiente... iba camino de conseguir lo contrario.

—¿Podemos no hablar de esto ahora? — le pidió Miriam visiblemente nerviosa— Que van a entrar papá y mamá.

—Da igual, si se te ve en la cara. — chistó él con guasa— Estás sudando como una cerda y tienes los mofletes como un tomate de rojos. Ahora mismo te ponemos el termómetro detector de pecados carnales y lo revientas.

Miriam se pasó las manos por la cara, queriendo desvanecerse de ahí y volver una hora más tarde cuando estuviese algo más tranquila.

Mimi la observó, apretándole la rodilla con mesura y pensando en que, así con la piel algo perlada por el sudor, rubor en las mejillas y la melena alborotada a un lado, estaba preciosa. Sospechosa, pero preciosa. Por eso le sonrió, y mirándola con cariño, dijo:

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⏰ Last updated: Sep 12, 2021 ⏰

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MARCADA IIWhere stories live. Discover now