Eileen Spidereick nos narra cómo se celebraba Halloween en su querida aldea.

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 Samhain

Por consiguiente se verá un breve resumen de la vida de Eileen Spidereick durante los días que duraba Samhain.

Para aquellos que no lo sepan esta festividad da origen a lo que ahora conocemos como Halloween, ergo no es una fiesta tradicional estado-unidense sino que es celta, muy típica en Irlanda e incluso en Escocia.

De igual forma, se acostumbraba a celebrar en el antiguo Egipto, una semana repleta de rituales y sacrificios en honor a Osiris. Por otro lado, los celtas no lo celebraban durante tanto tiempo sino que lo hacían en tres días, todos estos los preparaba para el fin del año (Puesto a que los celtas tenían solo dos partes, dos grandes estaciones mediante las que se dividía el año: El verano desde Beltaine, uno de Mayo, hasta el último día de Samhain, el treinta y uno de octubre, en el que el dios Belenus, quien había despertado en Mayo, entra en un estado de invernación; y el invierno o también llamado meses oscuros, que daba comienzo el uno de Noviembre y finalizaba el treinta de abril).

¿Por qué llegó Halloween a Estados Unidos?

La respuesta es muy sencilla, con la batalla de Culloden, muchísimos escoceses abandonaron Escocia, llevándose junto a ellos sus tradiciones y cultura, de mismo modo, algunos irlandeses temieron que Inglaterra tomara represarias con ellos como había sucedido con el reino vecino. Por lo tanto, una enorme masa de estos se fueron a América, y hasta allí los siguió Samhain.

26-10- XVII

"Y en los últimos días de la cosecha, recojo mis memorias".

Mi padre me solía decir:

"Eileen, los últimos tres días de Octubre son los últimos del año. Deberás mantenerte atenta porque los espíritus, sin importar su naturaleza, caminan entre nosotros. Pues Belenus la luz, está bajo, perdiendo su fuerza para morir como lo hacen los osos que más tarde resucitan en primavera".

Alrededor del veintiséis, mi padre y los demás adultos recogían las cosechas, para que no quedase ninguna el veintinueve. Los cristianos se acercaban a nuestra aldea, y preguntaban a los niños pequeños. Nosotros no respondíamos, obedeciendo las órdenes de nuestros progenitores, pero Elsa una vez habló; Elsa que no se callaba jamas y creía firmemente que todo el mundo era bueno

"Las recogemos para que los malos espíritus no la envenenen en las noches de Samhain.

Recuerdo su cara, su rostro famélico, cómo acarició la cruz mientras ponía los ojos en blanco. Mistel, la defendió asegurando que eran por otras razones, ignoro si aquel creería al que una vez fue mi mejor amigo.

29-10 SXVII

En el día veintinueve ya estaba prohibido coger aquellos cultivos que se habían quedado en el exterior, si bien no se envenenarían hasta dentro de dos días, mi padre acostumbraba a ser muy precavido con estos asuntos. Aseguraba que los espíritus ya se podían palpar y yo le daba la razón, porque por el lago, mi casa, el pueblo y los bosques los observaba danzando bajo las luces del día y de la noche.

Nos reuníamos en este día los niños en la llanura del lago. Nos sentábamos con las escobas apartadas y comentábamos la cantidad de comida que nuestros padres habían almacenado, además conversábamos sobre los espíritus que se habían puesto en contacto con nosotros.

30-10- SXVII

El día treinta solía despertarme temprano, presa de un instinto tan profundo que me hacía levantarme tan pronto como me fuera posible. Acostumbraba a observar por largo tiempo las manzanas que mi padre ya tenía preparadas en una cestita sobre aquella mesa próxima a la ventana. Sobre el marco de estas aguardaban ya las velas esperando a que las iluminaran para guiar a aquellos que estaban atrapados en el plano astral.

En el día treinta mi padre no solía estar por casa sino que danzaba por la aldea, por Édlhert entera, tratando de ser útil para aquellos vecinos que su ayuda requirieran.

Yo, sin embargo, me cogía aquella capa oscura, con los bordes blancos de lana de oveja que la familia de Andy había conseguido el verano anterior al esquilar a todas estas criaturas para ahorrarles el sufrimiento veraniego.

Me ponía tal atuendo y salía al exterior, hacia el algo donde todos los niños y los jóvenes nos reuniríamos para ir en procesión a la cabaña de la señora Kimberly, donde aquella nos hablaría. Siempre nos contaba la misma historia, nos daba sin duda alguna la misma charla, y casualmente uno de los presentes hacía la misma pregunta:

"¿Cómo celebran el fin de año los simples?"

Mistel y yo solíamos escabullirnos de la respuesta, íbamos hacia Alganti y nos deteníamos a las afueras, observando entre los árboles y tratando de escuchar la realidad de aquellos humanos tan peculiares. Era justo en este momento cuando Elsa nos alcanzaba, siempre jadeante la pobre muchacha.

Luego regresábamos antes de que los demás volvieran a la aldea, y uniéndonos a ellos, llegábamos cuando el sol ya se había ocultado.

31-10- SXVIIEn el día treinta y uno, me despertaba algo más tarde que en el anterior, siempre me enredaba entre las sábanas con los cantos de los espíritus, y las caricias de mis protectores que me amaban sin yo darme cuenta. Los rayos solares me desvelaban con suavidad, y yo despertaba junto a la última luz de Belenus antes de que este se silenciara, partiendo al lugar de los muertos. Salía al exterior con pocas vestimentas, no sentía el frío y si lo hacía, trataba de ignorarlo. Caminaba con cuidado sin decir una palabra hacia el centro de Édlhert, donde frente a la casa de los Steiners se acababa con la vida de aquellas criaturas enfermas o tan ancianas, tan débiles, que no sobrevivirían al cruento invierno. No obstante, tras su rápida muerte, nadie comía su carne, sino que sus cuerpos se enteraban en el bosque, y se plantaba la semilla de un árbol que en Bealtaine (Beltane) crecería. Mi padre me abrazaba cuando la muerte llegaba, hasta que crecí no fui capaz de mirarla a la cara. Enteraba mi rostro en el pecho de William, mientras él me narraba una historia repleta de esperanza. Entre los brazos de mi padre encontraba la calma de aquellos que abandonaban la cárcel de las almas. Justo antes de anochecer, algo que sucedía relativamente pronto, mi padre encendía las velas y preparaba la cena. Siempre con platos abundantes y sobrantes. Cuando mi madre aún vivía, ella era la que se encargaba de las velas y de colocar las manzanas, mientras mi padre calentaba la sopa de verduras al son de las llamas. Tras su temprana muerte, yo pasé a encargarme de lo de mi madre y mi padre seguía con las suyas. En ocasiones, venía Mistel a cenar, algo que no solía agradar a los señores Steiners, pero que sin embargo a mi padre le hacía mucha gracia, y a mí me llenaba el alma de una alegría inminente. Más tarde comenzó a venir también Elsa para que finalmente por allí aparecieran sus padres y celebráramos juntos aquella noche en nuestra pequeña morada. Tras la cena que compartíamos con los espíritus atraídos por la luz de las velas, Elsa, Mistel y yo cogíamos la cesta repleta de manzanas para ir tirándolas por el camino junto al resto de los niños, alimentando así a aquellos espíritus perdidos que no recordaban nada, empero que también merecían disfrutar de algo semejante a un banquete. Y de tales formas pasábamos la noche, los tres sentados bajo un árbol y lanzando las manzanas que nos había sobrado. Los espíritus, invisibles ante nuestros luceros, danzaban y cantaban con la felicidad en sus ojos.

Yo, un escritor fracasadoWhere stories live. Discover now