Nanami piensa en lo irrisorio que eso suena.

Todos los alfas buscan estar en la periferia de Nanami. Todos menos uno: Gojo.

La madrugada en la que se tiene que retirar al área de aislamiento porque despertó con calambres y su agujero empapado, camina en vigía en la oscuridad de la noche, sin despertar a Haibara ni avisar a ninguna otra persona. Prefiere irse así. Es menos humillante.

En la entrada al bosque, encuentra a Gojo.

El alfa adolescente se sienta en el pasto bajo un árbol, sus lentes oscuros no dejan adivinar hacia dónde mira. Sus manos están detrás de su cabeza, su espalda recostada en la madera.

Nanami tiene planeado ignorarlo y seguir caminando.

Sin embargo, es díficil ignorar el aroma que proviene del alfa, el aire de la madrugada es agresivo contra su sensible piel sobre calentada y le regala matices del atractivo aroma.

Nanami cree, sabe, que el aroma de Gojo le parece particularmente atractivo porque está entrando en celo. Y porque Gojo, fuera de todo lo que conoce de él, es un alfa. Es simple.

El rubio lo ignora y arrastra sus pies perezosos rumbo al bosque, cubierto con su manta de dormir. Desea más que nada llegar al refugio de aislamiento, cambiarse y... tocarse.

—¿No es peligroso que quieras caminar solo por el bosque?

La voz de Gojo es inofensiva, suave, pero seria, lejos de su común tono de burla.

—Especialmente en... —El alfa toma una profunda respiración, solo para hacerle saber al omega que puede olerlo— ...en ese estado.

Hay silencio, Nanami no sabe qué responderle mientras tiene a su mente empujándolo a correr a los brazos del alfa.

—Puede haber... depredadores... —El alfa se lame los labios, y Nanami percibe que lo mira fijamente, siente la mirada incluso por detrás de las gafas oscuras.

El omega toma un par de respiraciones, antes de tratar de contestar.

—Conozco el camino, Gojo-senpai. —Nanami se sorprende de la propia normalidad con la que sale su voz.

—Ya veo... ¿quieres que te acompañe?

—No. —Nanami siente el impulso de decirle que sí—. No es necesario.

El rubio camina dentro del bosque, siente que le toma horas trasladarse y arrastrar sus pies. Quizás debió tomar la propuesta de Gojo.

Pero pronto se reprende, porque no hay manera de que tome esa propuesta.

Cuando llega, se da cuenta de que el aroma de Gojo no se ha ido del todo de su mente.

La respuesta es porque Gojo lo ha seguido.

El alfa albino está de pie, al borde del bosque, a una distancia considerable del omega, que está en la entrada de la pequeña cabaña de aislamiento.

Nanami se queda quieto, mirándolo. ¿Cómo no se percató?

El estado letárgico en el que lo deja el celo es totalmente inconveniente, está inofensivo, desprotegido y vulnerable.

Si Gojo decide atraparlo, en este estado, Nanami no podría hacer nada. Terminarían acostándose todo lo que dure su celo, y Nanami recién podría defenderse luego de tres días.

Contra el pronóstico de su mente, Gojo sonríe y respira profundamente, inhalando con anhelo.

—Solo me aseguré de que llegues a salvo, Nanamin... —sonríe cuando el omega frunce el ceño ante ese apodo—. Pásala bien.

Lonely Omega / Fic # 1Where stories live. Discover now