—No es exactamente de tu talla, pero pensé que te quedaría mejor que lo que llevabas puesto — Se disculpó Mika mientras la veía salir de la habitación.

  —Es perfecto, gracias.

  Mika no pudo evitar tragar cuando la vio salir del cuarto, la mugre y la sangre habían desaparecido de ella, y ahora podía ver con claridad aquel perfecto y delicado rostro blanco como la nieve en pleno invierno, así como su pequeña y delicada nariz y las sutiles pecas bajo aquellos verdes ojos.

  —Será mejor que salgamos — Sugirió tratando de concentrarse — El Gobernador nos espera.

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  Noah se había alejado tanto como pudo de la aldea. Corrió y corrió alrededor de altos árboles, saltando inmensas raíces llenas de musgo y esquivando ramas caídas. Correr era una de las cosas que más lo relajaban, el esfuerzo que hacían sus músculos al estirarse y contraerse, la adrenalina bombeando a través de su sangre, el corazón latiendo a toda marcha... una vez había pensado en qué pasaría si un día simplemente no dejaba de correr, si decidía adentrarse tanto como podía en el bosque, sin mirar ni una sola vez atrás, hasta que la aldea y Petrova entera desaparecieran; esos habían sido los días en los que deseaba huir, en los que no soportaba la idea de permanecer y pertenecer a un lugar donde no había nada para él, donde nadie lo comprendía; pero nunca lo había hecho, él aún tenía a Mika, alguien que lo quería y lo necesitaba; pero justo en ese momento aquel pensamiento corría por su cabeza como una flecha, ese se sentía como uno de esos días.

  No podía quitarse de la cabeza la imagen de Eli, no entendía qué le sucedía, él nunca había pasado tanto tiempo pensando en alguien, nunca se había torturado de aquella manera por alguien a quien apenas conocía.

  Ella era soberbia, fuerte, decidida, tímida e indudablemente obstinada, no necesitaba los dones de Mika para saber eso, lo había visto desde que había puesto los ojos sobre ella, mientras la flecha estaba clavada en su camisa. Había visto a través de ella, había escuchado sus palabras cuando su hermano la había interrogado, podía reconocer su propio odio en lo que ella había dicho; también la había escuchado cuando hablaron en el bosque, había sentido esa soledad que la embargaba, ambos habían perdido a personas que querían a causa de la milicia, y ahora no solo habían muerto sus padres, si no que Petrova había tomado a la única chica a la que había querido tanto como a Mika.

  Peta había sido más que su hermana, lo había conocido tanto como Mika, era honesta, sensible, fuerte y valiente, y era prácticamente la única mujer que lo había querido realmente, no por su físico o como actuaba, ella lo había querido por quien realmente era, incluso cuando se volvía oscuro, cuando parte de la persona que ella conocía se iba perdiendo, incluso así, Peta lo había amado.

  Noah se detuvo de golpe cuando llegó al final del camino. Una extensa planicie de brillantes y altos árboles verdes esmeralda teñidos del naranja del otoño, se extendía a más de cien metros bajo sus pies. Eran incontables hectáreas de bosques inexplorados; situados más allá de las fronteras de las aldeas, tan lejos que se decía que sólo los salvajes lo habitaban. Noah siempre había creído que era una historia que le contaban a los niños para asustarlos, para evitar que se alejaran más allá de donde era permitido, y que los salvajes realmente no existían, que solo era el producto de una mente demasiado imaginativa, pero la verdad era que nadie se había adentrado lo suficiente en aquellas tierras como para demostrarlo.

  Alzó la mirada aún más allá de los árboles, donde un inacabable mar azul se mezclaba con la infinidad del cielo en una perfecta amalgama de azulejos; cientos de aves de todos los colores bordeaban aquella extensión de tierra y mar, creando una de las imágenes más perfectas que había contemplado en su vida. Noah respiró el fresco aire de la mañana mientras el sol calentaba su rostro, le gustaba la calma de aquel lugar, donde nadie lo veía, ni lo juzgaba, ni esperaba nada de él; era un lugar donde podía estar solo, alejado del resto, y pretender por unos pocos segundos que ningún peso recaía sobre sus hombros. Pero debía volver a la realidad, debía encontrar algo para cazar, los tributos serían buscados muy pronto.

La Regente (Petrova) Where stories live. Discover now