La princesa a la cuál iba a desposar irradiaba una luz resplandeciente, el vestido que había sido confeccionado con el lino más fino de todo Egipto. Tenía una segunda capa que iba por encima de la zona hecha de lino que era de la zona de sus muslos hacía bajo, la segunda capa era hecha de hilos de plata cubierta en su totalidad. Dándole una transición de plata a blanco, contaba con dos aberturas en los costados de su abdomen en forma de círculos dejando ver la piel de esa zona. El vestido era sin tela que cubriera sus pálidos brazos, una capa colgaba de que hombros cubriendo la zona trasera del vestido. Las joyas que poseía habían sido hechas específicamente para esa ocasión, las piedras más preciosas de todo el alto y bajo Egipto las tenía la princesa además de los detalles en oro de su peluca.

—Estas bellísima, hija. Dicebek va a quedar impactado al contemplar tanta belleza.—la alabó la reina Tuya.—¿Acaso no está deslumbrante, Yunet?—preguntó a la dama de compañía de su hija.

La dama de compañía de la princesa veía todo eso, y lo deseaba para su futuro hijo. No sabía su género pero si que lo, llevaría a la fortuna y la gloria aunque fuera contra su voluntad.

—Magnífica. Nunca vi una novia tan encantadora.—contestó con una sonrisa.

—Pronto vendrán a llamarte. Deberás estar lista, Henutmire.

Cada sierva en la habitación, veía a su señora brillar con ese vestido. Además del brillo en sus ojos.

—Ya estoy más que lista y ansiosa. Mira como me están templando las manos, madre.—le mostró sus manos que temblaban.

Yunet que estaba a su derecha, río un poco al escuchar la broma de la princesa. Recordando cuando se conocieron, hacía ya un montón de meses.

La esposa real había mandado a hacer, una corona hecha de oro puro. A cada lado tenía unas cuatro flores y en el medio una áspid, todo esto de oro. Era la boda de su única hija, además que ese era su regalo. Se vería más hermosa de los que ya era, eso solo daba un toque a sus ropajes.

—Es perfecta madre.—un suspiro escapó de sus labios al verla, su madre beso su coronilla con cariño.—Gracias.

—Mereces lo mejor. Te espero en la sala del trono, Paser vendrá por ti más tarde.—puntualizó.—Quiero que la cuides muy bien, Yunet.—con está última advertencia, abandono los aposentos de su única hija

—Si señora.

Al salir la mayor la princesa que consideraba una amiga en Yunet, pidió hablar con ella. Quería consejos para su noche de bodas, la ser alguien inexperta tenía miedo. Aunque ese miedo era de lo más normal, en alguien puro que va entregarse por primera vez. En un momento así la confianza en esa persona debe ser grande, además que antes las cosas se hablan. Nada era así porque sí.

ᚔᚔᚔ

El tiempo había llegado a su fin, ya era momento de que la princesa entra en la sala más importante de todo el palacio. Dónde los invitamos a la boda, junto a su familia ya la estaban esperando. La tradición egipcia era primero el paso de las diosas Isis, Bastet y Hathor. Poco después era trazado un camino de flores, acompañado de una pequeña danza de las damas de compañia de la novia.

La princesa Henutmire entraba en un camastro llevada por seis hombres, y Yunet se encargó de llevarla hasta su futuro marido. El cual descansaba al pie de las escaleras que llevaban al faraón.

—Estas lista, Henutmire. La más bella de todos los reinos sobre la tierra.—la recibió su futuro esposo, y ambos de la mano subieron unos cuantos escalones

El rey los esperaba de pie junto a la reina, alzó sus manos para dar inicio a la tan ansiada ceremonia

—Que hoy se cumpla la voluntad de los dioses. Te solicitamos con gratitud, Isis.—el Faraón Seti I, comenzó las oraciones correspondiente para el casamiento.

En la villa hebrea un oficial del ejército egipcio registraba la casa de unos esclavos, y todo por dejar caer un juguete. Los oficiales ido a comunicar las órdenes, ese día había sido dado libre por la boda de hija. Todo les había salido perfecto, y todo gracias a que la mayor corrió para avisar a su madre. Cada vez más estaban seguros que lo mejor sería dejar en un lugar seguro a su hijo, y así ninguno de sus hijos eran perjudicado.

Devuelta al palacio, el momento de decir sus votos había llegado.

—Con la protección de Isis que conquistó el corazón de Osiris, que yo brille con la fuerza del sol y la luna bajo la mirada mi marido.

—Así te hago mi mujer.

—Así me hiciste tú mujer

La ceremonia cerró con el suave beso de los dos esposos, ya el general Disebek y la princesa Henutmire eran marido y mujer. Los dioses Osiris y Isis los habían bendecido, para a continuación el Faraón y padre de la novia dar su bendición. El mismo le concedió un deseo como regalo de boda cualquier cosa, lo que fuera que ella quisiera.







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