La chica cayó sobre su espalda, tratando de incorporarse nuevamente solo para toparse con una imagen sobrecogedora, pues uno de sus hombres, o lo que quedaba de él, era sostenido por una pierna, exponiendo sus viseras colgantes.

El conde de Rutller, uno de los principales opositores al ascenso de la reina santa y actual cabecilla del movimiento revolucionario había enviado a su primer hijo a la batalla, un hombre apodado como "El Toro Rutller" quien dirigía el ataque, pues su corpulenta figura cargada de fuerza sobrehumana y una notable habilidad en el combate, que aunque ni siquiera se acercaba al nivel de la comandante Remedios o de otros prodigios en el continente, se le consideraba uno de los mejores y más prometedores guerreros del reino...y ahora se encontraba a solo un par de metros de la debilitada mujer.

El guerrero masculino finalmente se deshizo del cadáver que sostenía entre sus dedos, el cual produjo un sonido viscoso al estrellarse contra el suelo antes de ser pisado por su captor.

-No me gusta matar mujeres si puedo evitarlo...ríndete y te prometo un trato justo como mi prisionera!-

Levantandose apresuradamente, la mujer empuñó su espada posicionandose en una postura defensiva, como un gato acorralado que se defiende de un perro de guerra, pues ella había sobrevivido a los campos de prisioneros demoniacos durante la guerra demihumana, por lo que en su corazon ella prefería morir peleando antes que volver a caer en uno de esos campos

-Nunca me rendiré frente a un traidor oportunista-

Las afiladas palabras de la mujer fueron el ultimo intercambio que hubo antes del nuevo choque de armas.

Las espadas crujieron arrojando chispas mientras el suelo levantaba polvo producto del impacto, venciendo una de las piernas de la chica, que inevitablemente se arrodilló sobre una de sus rodillas haciendo lo posible para desviar la carga de su atacante.

Pasando a centímetros de su cara, la espada del conde peinó el cabello atado de la mujer, arrancando mechones de cabello y desbastando el metal de su propia arma, que hizo un horrible chillido mientras se abría camino hasta estrellarse violentamente contra el suelo.

Aprovechando este momento, el primer instinto fue lanzar una estocada para contraatacar, sin embargo el daño en su pierna se sintió al intentar moverse, posiblemente victima de una torcedura o de la ruptura de algún ligamento. En su lugar, la caballero colocó el filo de su espada en su hombro y girando sobre su pierna apoyada aún en el suelo, dio un giro que arrojó su espada contra el abdomen del conde, dando un corte completo sin que este pudiera reaccionar a tiempo.

El impulso del giro hizo caer torpemente a la mujer al suelo nuevamente, pero estaba segura de que su ataque al menos había dañado ligeramente a su agresor; desgraciadamente no fue el caso, pues no fue que el caballero no pudiera reaccionar ante tal ataque, sino que, gracias a su gruesa armadura de placas, había escogido tomar el ataque de frente sin presentar resistencia, confiando completamente en su armadura de primera categoría.

Una fuerte patada acabó con el ultimo bastión de resistencia que le quedaba a la dama, pues la parte blanda de su estomago recibió sin prácticamente oposición a la pesada bota del conde.

Vomito y sangre fue expulsado acompañado de un bramido mudo, posteriormente seguido por una única tajada que amputó la pierna derecha de la chica, quien no pudo gritar de dolor debido a la falta de aire en sus pulmones.

Habiendo eliminado a su adversaria, el conde decidió proseguir su avance junto a las tropas que le quedaban, pues ellos habían sido los primeros en romper el frente del reino santo norte.

-Formación...Formación ahora!-

Guiando a sus hombres, un rudimentario grupo de soldados comenzó a formar, pero apenas y el tumulto de soldados se agrupó una lluvia de proyectiles cayó sobre ellos.

Overlord: La niña y el nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora