Capítulo​ 2

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Dos horas más tarde me encontraba en mi mesa atestada de artilugios para crear los bocetos que darían paso a la nueva colección otoño e invierno de Bessette. Para ello siempre me colocaba mis auriculares, apretaba el botón y dejaba fluir la imaginación escuchando a Luis Fonsi. Los bocetos como siempre salían solos, claro que luego surgirían cambios fuera lo que fuese. Pero tendría una plataforma sobre la que poder trabajar, una base.

Hice varios bocetos, mi ojo perfeccionista y experimentado me decía que estaban bastante bien, sin embargo no dependía de mí, sino de Bessette que diera el visto bueno.

Me esperaba de todo un poco, se le veía exigente a la par de quisquillosos, ni que decir tenia de indiferente y soberbio.

Cuando dieron la una me marché con Marcos y Mónica a almorzar.

Tras la vuelta me dispuse a seguir con el trabajo y cuando dieron las cinco me marché a casa. Otro día sucumbido al trabajo.

Como no usual, Rocky, me recibió al entrar, lo cogí y lo apapuché con ganas. Luego lo solté y me fui a la ducha. Cuando salí junto con una taza de café, me instalé en el mullido sofá y con libro en mano, me preparé para comenzar a seguir con la historia de Paolo y Jennifer.

El jueves ya tenía varios bocetos listos, me faltaban siete más. Me sentía satisfecha con el resultado y esperaba que el señor Bessette estuviera de acuerdo con él. Había viajado de imprevisto hacia París. Por cuestiones anónimas.

En estos días pese a lo poco que lo había tratado, me di cuenta de que no sabíamos nada sobre él. Solo que era hijo de Noah y por ello dueño de la empresa Bessette, y que se había hecho cargo ahora de la compañía española. El señor Noah se había jubilado a sus cincuenta años. Un hombre y jefe bonachón y firme en las situaciones que lo debía ser. Sin embargo nada parecido a su hijo.

Para cuando dieron las cinco me marché a casa. Me puse el pijama y me metí en la cama -me sentía acatarrada- no sin antes haberme tomado un termalgin.

Al siguiente día ya era viernes y tras haber dormido como un oso, me encontraba bastante bien, y lista para salir aquella noche.

Llegué a mi mesa, dispuse el trabajo en ella y para mi sorpresa apareció el señor Bessette. Me saludó, lo que me dejó patidifusa.

-Buenas días, señorita López.

Lucia trajeado, como habitual.

-Buenos días, señor.

-¿Todo bien?

-Sí, señor.

Asintió, dio media vuelta y entró en su despacho. Yo sin perder tiempo y darle más importancia de la que tenía me enfoqué en mi cometido.

A las 11:00 me reuní con Mónica y Marcos en la cafetería -como siempre hacíamos- y tras haber desayunado un café con tostadas, volví a mi mesa.

Sobre las seis decidida a marcharme y con ganas de disfrutar del fin de semana, mis planes se vinieron abajo. El señor Bessette me llamó a su despacho.

-¿Sí?

Sin levantar la vista de unos papeles que estaba evaluando, extendidos sobre la mesa, dijo.

-Enséñeme su trabajo.

¿Ahora? Dios santo. Eran las seis y mientras llegaba a casa, me arreglada y no, me darían las tantas.

Era viernes, mi horario de trabajo ya había finalizado y había quedado con Lola y las chicas de que saldríamos esa noche. Esperaba no demorarme demasiado.

Me dirigí a mi mesa, que quedaba a unos diez pasos del despacho y regrese a toda mecha. Quería irme cuanto antes.

-Aquí tiene, señor - al decir esto levantó la cabeza de cabellos oscuros y me miró, fijando sus serios y penetrantes ojos en mí.

Atrévete a descubrirmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora