Guardando Las Apariencias

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Los preparativos transcurrieron vertiginosamente en los siguientes días. La tía abuela, emocionada con la idea de emparentar con el hijo de un noble, se había encargado ella misma de hablar con los Leagan para hacerles saber de la cancelación de los planes anteriores. Como era de esperarse Neil reaccionó de la peor manera posible, pero Eliza, siempre más inteligente y rápida para adaptarse a nuevas situaciones, había logrado contener la furia y los celos de su hermano. La tía abuela pues, dejó a los Leagan en Lakewood sin pensar mucho más en el asunto, ya que los planes para la fiesta de compromiso y la boda habían logrado que cualquier otra consideración acerca de su despechado sobrino y su muy ofendida familia, pasara a segundo término. El tiempo únicamente podría decir cuál sería la verdadera reacción de los hermanos, quienes estaban demasiado acostumbrados a salirse con la suya como para quedarse con los brazos cruzados.

Por su parte, Candy estaba tan ocupada que no tenía tiempo para pensar en cualquier venganza proveniente de los Leagan. El primer paso en la agenda de la tía abuela, era “desmentir” los falsos rumores y notas periodísticas sobre el compromiso de la heredera de los Andley con Neil Leagan. Para ello, había obligado a Candy a dar una entrevista a un reportero en la cual ella negaba la existencia de semejante compromiso. Posteriormente Neil también fue forzado a negarlo públicamente.

Una vez logrado lo anterior, había que dejar pasar unas semanas para que el asunto dejara de ser tema de cotilleo entre la elite de Chicago. Ese mismo tiempo fue aprovechado para secretamente preparar todos los detalles logísticos, por lo que Candy tuvo que soportar la compañía de la tía abuela día y noche, mientras la asistía en los preparativos.

Hasta entonces la joven no había vuelto a ver a Terry, aunque por medio de Archie -quien al fin había logrado que le permitieran verla-  se había enterado de que su prometido estaba de vuelta en Nueva York. Asimismo, Archie le había dicho que tan pronto como Terry regresara y antes de seguir adelante con lo planeado, se arreglaría una oportunidad para que ambos se entrevistaran con un abogado. El motivo, conocer a fondo las precauciones que debían ser tomadas para que la farsa planeada tuviera el éxito deseado.

La oportunidad para ello se presentó finalmente cuando Granchester regresó a Chicago un mes después. La tía abuela deseaba que la pareja se dejase ver en público unas cuantas ocasiones antes de anunciar el compromiso, así que para empezar había arreglado que se les viera en el hipódromo. La anciana ignoraba, sin embargo, que habría una segunda agenda a cubrir aquella tarde.

Sophie se había esmerado en su trabajo en esa ocasión y tanto Archie como Terry pudieron apreciarlo cuando Candy bajó al salón principal donde ambos jóvenes la esperaban. Los rizos de la joven se habían recogido en la nuca, dejando algunos caireles libres para adornar las sienes y la frente. El peinado nuevo y las líneas elegantes de aquel vestido color de rosa que se ajustaba a un talle inauditamente pequeño no podían dejar duda alguna de que, donde antes había una muchachilla larguirucha e inquieta, había ahora una mujer.

A pesar de que estaba consciente de su situación, Terry no pudo evitar sentir algo así como orgullo cuando su prometida aceptó el brazo que le ofrecía, saludándole con una sonrisa tímida debajo de su sombrero de ala ancha. Archie, quien fungía de chaperón en esa ocasión, les siguió en silencio, maldiciendo internamente a Neil por milésima vez. De no haber sido por su primo, él no tendría que haberse visto involucrado en una posición tan poco deseable. Los tiempos en que sentía celos de Terry habían ya pasado, pero en el fondo había todavía algo de recelo hacia su antiguo condiscípulo. Granchester había empeñado su palabra de honor de que nunca reclamaría derecho alguno al ser esposo legal de Candy, pero la manera en que había mirado a la joven cuando ella descendía las escaleras, sólo había logrado hacer acrecentar las dudas de Archie. La idea de meter a Terry en el asunto había sido toda de Albert, pero como el joven Cronwell no conocía a nadie más en quien pudiera confiársele una tarea semejante, había tenido que terminar aceptando la idea de Albert y ahora se veía obligado a hacerla de chaperón. Aquello sí que era el colmo.

La Trampa ( Candy Candy Fanficcion)Where stories live. Discover now