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¡¿Qué haces metido en mi casa?! ¡Sal de aquí o llamaré a la policía! —Exclamé desde detrás del sofá, amenazandolo con un paraguas y los brazos temblando cual fideo cocido.

¿Cómo se había metido a mi casa este chico? Parecía tener la misma edad que yo, a lo sumo uno o dos años más. Tiene el cabello largo y negro. Cada vez que abre la boca me muestra sus caninos, como si me dijera mudamente que iba a morderme y arrancarme la yugular con ellos en cualquier momento. En su cuello había un chocker negro con una argolla en el centro junto a un colgante con una cruz invertida. Y estaba del otro lado de mi sofá con las manos en los bolsillos y una mirada amenazante, serio, cosa que lo hacía dar más miedo aún.

¿Puedes dejar eso ya? Refiriéndose al paraguas— No podrías hacerme daño aunque lo intentaras —Comentó con sorna, arrugando la nariz.

¿Disculpa? —Refunfuñé indignado— ¡¿A mi qué me importa?! ¡Sal de mi casa, ladrón!

El extraño gruñó cuando yo seguí alzando la voz, era de noche y todo estaba silencioso, cualquier vecino podría venir a tocar la puerta.

No soy un ladrón. Si lo fuese, no te hubiera estado esperando —Arrugó el entrecejo. Tragué saliva.

¡Secuestrador!

¡No voy a secuestrarte, carajo! —Esta vez fue él quién alzó la voz— ¡Cállate un rato, que molesto eres!

¡¿Entonces qué haces en mi casa, sin mi permiso, esperándome?! —Lo volví a amenazar con el paraguas. Él siquiera se movió, mantenía su mirada clavada en mi.

Pasaron unos segundos de silencio que parecieron eternos. Ambos estabamos quietos y atentos a los movimientos ajenos.

El extraño sacó su mano derecha del bolsillo de su pantalón y (antes de que yo pudiera golpearlo) tomó el paraguas para evitar que lo moviera. «Joder, que tiene fuerza eh». Me exalté y di un brinco hacia atrás, pegando mi espalda a la pared, cuando vi cómo el paraguas comenzaba a prenderse fuego bajo la mano del azabache. No seré experto en esto, pero no era ese tipo de fuego que prendes con un fósforo, era uno más llameante e intenso, más rojo y caliente.

Como las llamas del infierno.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas de tantas preguntas que me estaba haciendo. ¿Por qué el paraguas se está quemando? ¿Por qué el fuego comenzó justo debajo de su mano?... ¿Qué clase de persona es ésta y por qué parece mirarme como si me hubiera ganado?

Lo único que quedó del paraguas fueron los alambres que sostenían la tela y el bastón. El fuego se apagó cuando terminó de quemarse, no se propagó y el chico tampoco se quemó.

¿Ahora vas a escuchar lo que tengo para decir, Chifuyu?

¿P-por qué sabes mi nombre?

El desconocido soltó los restos de alambre sobre el suelo y caminó hasta donde yo estaba, quedando tan cerca mío que podía sentir su aliento caliente chocar contra mi piel. El mismo que sentí contra nuca antes de llegar a casa. Él sonrió, como si esto fuese la ruleta rusa y nosotros dos jugadores que ansiaban saber a quién le daría la bala.

Eso no fue lo que pregunté.

Suspiré.

Bueno, está bien —Su sonrisa se ensanchó— Ahora aléjate.

Your Demon, My Angel {Bajifuyu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora