13. Verano de los 16 años

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Estiró la campera para que yo pasara mis brazos por las mangas y lo hice. Luego me rodeó para estar frente a mí y subirme el cierre de su campera.

―Está mojada, pero es mejor que nada ―dijo, frotándome los brazos para que entrara en calor.

―Gracias ―musité. Tenía muchas ganas de volver a abrazarlo, pero me contuve―. No quiero ir a casa ―admití.

―Podemos ir a mi casa, aunque con esta lluvia vamos a seguir empapándonos, pero no sé si deberíamos quedarnos aquí...

―Quedémonos ―le pedí.

Cole detuvo el movimiento de sus manos en mis brazos y me miró.

―¿Estás segura? Estás helada.

Yo asentí y agarré a Cole para que me siguiera y se sentara conmigo contra la pared de madera. Estábamos protegidos de la lluvia, pero nos acercamos el uno al otro para obtener más calor.

―Ven aquí ―me indicó Cole señalando el espacio entre sus piernas abiertas. Yo no dudé y me senté delante de él, apoyando mi pecho en su espalda. Él me rodeó la cintura con sus brazos e instantáneamente me sentí mejor.

Con la respiración agitada, contemplamos la lluvia caer contra la arena. Todo se había oscurecido y casi no se distinguía el mar. Se escuchaban risas y gritos a lo lejos, probablemente gente que estaba corriendo hacia la salida de la playa.

―¿Tienes mucho frío? ―me preguntó Cole.

Me hundí más en su abrazo.

―Ya no.

Cole jugó con las pulseras de mi muñeca.

―Siento haberte gritado ―musitó.

Negué con la cabeza.

―Siento haberte asustado.

Seguía con esa sensación de culpabilidad porque mi comportamiento pudo haber sido un disparador de sentimientos y pensamientos dañinos para él.

―¿Qué pasó? ―me preguntó con suavidad.

―Discutí con mi madre. Estaba demasiado enojada y no estaba pensando. Me dirigí directo al mar, ni siquiera me había dado cuenta de la bandera roja.

―¿Por qué discutieron?

―Mi madre no necesita una razón para discutir ―Suspiré. No quería hablar de ella―. ¿Cómo te sientes tú?

―Casi me das un puto infarto ―admitió con voz ronca―. El mar era una locura y pensé que ibas a meterte, pensé... ―dejó la frase sin terminar.

―Lo siento.

Cole negó con la cabeza.

―Lo importante es que estás bien.

―¿Quieres...? ―comencé a decir y me callé por un segundo. No sabía cómo se lo iba a tomar Cole, pero valía la pena intentarlo― ¿Quieres hablar de ella?

Cole se volvió a tensar.

―No sé qué decir ―susurró y sentí un ápice de esperanza, porque eso no era un no.

―¿Cómo era ella? ―yo también hablé en voz baja y, si no fuera porque estábamos pegados, seguramente no nos hubiésemos escuchado sobre el ruido de la lluvia.

―La recuerdo como... ―se quedó en silencio, dubitativo―. Es absurdo.

―No lo es ―le aseguré apretando su mano.

Él respiró hondo, yo sabía que le costaba demasiado hablar de esto, así que me obligué a ser paciente.

―La recuerdo como... como el sol ―musitó―. Ella brillaba y hacía sentir bien a todos los de su alrededor. Cuando la veía surfear sentía que la veía como Levi veía a los superhéroes de sus cómics. Desde que era pequeño me llevó al mar y era nuestro lugar favorito. Yo deseaba ser tan buen surfista como ella y... ―su voz se quebró y mi corazón se partió en dos―. Y me pregunto todos los días si ella me está mirando y si está orgullosa de mí.

Lo abracé con más fuerza.

―Claro que lo está. Todos estamos orgullosos de ti.

Cole se quedó unos segundos en silencio hasta que pudo volver a hablar de nuevo.

―Eso lo dices porque eres mi mejor amiga.

―No, lo digo porque soy tu fan.

Cole dejó escapar una risa ronca y su pecho tembló haciéndome cosquillas.

―Entonces no eres muy objetiva. Los fans siguen apoyando a sus ídolos aunque hagan mal su trabajo.

Fruncí el ceño.

―Eso no es verdad.

―Si tu banda favorita saca un mal álbum, ¿vas a seguir siendo su fan?

―Bueno sí, pero...

―Entonces si surfeo mal vas a seguir siendo mi fan ―concluyó.

―¿Y eso qué tiene de malo? ―inquirí con irritación― Seguiría sintiéndome orgullosa de ti, aunque surfearas mal porque lo que importa no es que tan bien te salga, sino el esfuerzo que le pones a lo que haces. Eso me hace estar orgullosa de ti.

Y me callé antes de agregar un insulto para reforzar mi punto.

Giré un poco mi cabeza para ver a Cole y descubrí que él se estaba mordiendo los labios para no sonreír.

―¿Qué? ―pregunté.

―Sé que querías terminar esa frase con un "idiota" ―Me volví a girar para que no viera mi sonrisa porque me conocía demasiado bien.

―Tu madre no solo estaría orgullosa de ti por lo bien que surfeas, Cole ―continué―. También estaría orgullosa por el buen hijo y el hermano que eres. Levi te adora.

Cole tragó saliva.

―Es extraño, Levi tiene casi mi misma edad, pero tengo la necesidad de cuidarlo todo el tiempo. Supongo que es por cómo es él. Se encariña demasiado rápido con la gente y está todo el tiempo sonriendo, riéndose con los amigos y perdiéndose en videojuegos y cómics que lo emocionan, igual que lo hacía cuando éramos más chicos.

―Lo sé, Cole, pero no puedes cuidarlo de todo.

―Lo sé.

―Él te adora.

Y sabía que Cole era consciente de ello. Puede que Levi no se lo dijera, pero se notaba cada vez que Levi buscaba a Cole cuando tenía un problema, o quería que lo cubriera con su padre. También cuando lo veía surfear a pesar de que a Levi le aburría el surf, o cuando le pedía a Cole que le pasara algún nivel de su videojuego, solo para pasar tiempo con él. Una vez me lo había admitido y no me había sorprendido, era imposible que Levi no pudiera pasar un nivel dado lo bueno que era.

Sentí a Cole relajarse.

―Eres la mejor ―dijo contra mi cabello mojado.

―Lo sé.

―Listilla ―se burló.

Nos quedamos en silencio escuchando la lluvia. La tormenta había apaciguado, pero ninguno de los dos mostraba signos de querer irse. Yo ya no tenía frío.

Sonreí al recordar algo.

―Cole...

―¿Mmm?

―Me llamaste corazón.

―¿Qué?

―Cuando me puse a llorar, me llamaste corazón ―le recordé.

Cole se quedó en silencio por un instante y luego se rió.

―Me salió, no lo pensé.

―Sí, claro ―me burlé―. Seguramente es tu palabra especial para ligar con chicas.

―Tal vez debería empezar a usarla ―dijo y yo resoplé. Él me giró para que lo mirara a los ojos. Estaba sonriendo―. ¿Qué pasa? ¿Quieres ser la única a la que se lo diga?

―Claro que no, por mí díselo a toda la población.

La sonrisa de Cole se ensanchó.

―¿Sabes qué? Me apetece decírtelo solo a ti.

Puse los ojos en blanco.

―Te odio.

―Dilo hasta que te lo creas.

Hasta el próximo veranoWhere stories live. Discover now