04. Verano de los 14 años

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La madre de ellos había fallecido en un accidente de surf cuando Cole tenía diez años y aunque nunca me hablaba de ella, sabía que era un tema demasiado delicado en su familia. Warren no solía mencionarla en público, pero cuando lo hacía, Cole siempre parecía querer salir corriendo; como en ese momento, que tenía una expresión extraña en el rostro mientras miraba su plato fijamente.

Le di un pequeño toque a su rodilla con la mía, Cole pareció volver a la realidad y me miró.

―¿Quieres que bajemos a la playa ahora? ―le propuse en voz baja y él asintió. Parecía aliviado.

Me puse de pie y corrí hacia el interior de la casa para buscar mi mochila blanca intervenida por Cole. Él la había llenado de espirales y dibujos tribales con marcadores Sharpie. Me encantaba como había quedado. A Cole no le gustaba pintar como a mí, pero le gustaba dibujar con marcadores e intervenir tablas de surf. Su padre lo hacía de forma profesional con las tablas de su tienda ya que era una de las opciones que ofrecía para personalizar tablas y Cole había aprendido observando a los diseñadores de la tienda hacerlo de forma profesional.

Cuando volví, Cole me estaba esperando de pie con su mochila negra en su espalda y una gorra azul en su cabeza listo para irse. Se despidió con un saludo general y encaró para la salida. Mi padre me detuvo antes de que pudiera seguirlo.

―¿Llevas protector solar? ―me preguntó.

―Sip.

Mis padres me habían inculcado el protector solar como parte del día a día como una religión y no me lo olvidaba por nada del mundo. Yo era la que siempre se encargaba de recordarle a Cole que volviera a retocarse el protector solar, lo que me costaba varios minutos de quejas por su parte hasta que accedía.

―¿Dinero para las pinturas? ―volvió a preguntar él

―Sip.

―Tienes que estar aquí antes de las cinco de la tarde ―me recordó mi madre.

―Sip.

―Kaia, ¿no sabes otra palabra? ―inquirió irritada.

―Nop.

―Hija, ya vete ―me pidió mi padre y yo me reí.

Mis pulseras tintinearon mientras corría para alcanzar a Cole que ya estaba en la entrada esperándome.

Yo estaba obsesionada con las pulseras y ese verano quería comenzar a hacerlas para venderlas en la playa. Ya había estado practicando y estaba entusiasmada con el tema. Había dividido el dinero de mis ahorros de cumpleaños: parte iba a estar destinado para las pinturas y la otra parte para los hilos y ganchos de las pulseras y collares. Quería hacerlas con los caracoles y piedras que juntara de la playa y Cole se había ofrecido ayudarme a juntarlos así que eso era lo que estábamos por hacer.

Sin embargo, mi entusiasmo disminuyó al ver a Cole tan callado mientras bajábamos las escaleras hacia la playa.

Cuando nuestros pies tocaron la arena, me saqué las ojotas para colgarlas en mi mochila. Cole ya iba descalzo, como siempre. La arena estaba caliente bajo nuestros pies, pero no tanto como para ir corriendo hacia la orilla del mar.

En el camino le di un pequeño empujón a Cole con mi hombro.

―¿Estás bien? ―pregunté colocando mi mano en mi frente para mirarlo sin que el sol me pegara en los ojos.

Cole asintió con la cabeza y eligió el lado en el que no nos pegaba el sol para caminar, a pesar de que él llevaba gorra y no le molestaba. Yo tenía la mía en la mochila, pero no tenía ganas de usarla.

Hasta el próximo veranoWhere stories live. Discover now