CAPITULO 1 - MONICA

Comenzar desde el principio
                                    

—¡No se detenga! —la partera anima— esta cerca mi señora.

Yo la veo a ella y se me está yendo de las manos, mi compañera siempre ha sido una mujer fuerte y se que lo está dando todo. Si hubiera algo que pudiera hacer sin dudarlo me sacrificaría, lo único bueno que puedo hacer es darle de mi para mantenerla consiente.

—¡Se está muriendo! —me exclama— ¡Sácalo!

Siento en esa sensación que me alarma y enfría la sangre. Mi bebé está sufriendo adentro y ella también lo siente. Se aferra a mi camisa suplicando que haga la última cosa que acordamos en caso de que pasara esto y mis oídos zumban por indecisión.

No quiero hacer esto, no puedo perderla a ella porque estaría perdido y yo la seguiría sin poder soportarlo. Hacer algo así es demasiado incluso hasta para mi.

—¡Sácalo Constantin! —pide— ¡Dijiste que lo harías!

Me recuerda mi promesa y no puedo pensar claro, por primera vez tengo miedo de perderlos a ambos y las salidas se me acaban acorralándome cada vez más.

—¡Hazlo! —sigue pidiendo.

—¡Escúchame! —le sostengo la cara— ¡No nos vas a dejar solos! No te vas a ir sin conocerlo y saber lo que es. Esta es la última, por favor hazlo. Llegaste hasta aquí y no vas perder.

Llora sabiendo que tengo razón, pasamos muchas cosas y lucho para que esto se diera. Ella más que nadie cargo con ese peso de traición y sufrimiento que otros nos dieron, la desgracia que nos dejaron.

Aprieta la mandíbula, veo el coraje en sus ojos y vuelve a pujar dando hasta la última gota de todo lo que tiene. Su cuerpo delgado se esfuerza por sacar ese fruto de ambos, la mujer que he amado desde toda la vida, esta sacrificándose por lograrlo cuando todas las posibilidades estaban en su contra.

Llora y grita pero no se detiene, me mira fijamente a los ojos hablándome, yo hago lo mismo. Veo su cara retorcerse de dolor y suspira en alivio dejándose caer cuando las últimas fuerzas abandonan su cuerpo.

El llanto resuena por la habitación erizándome la piel, miro detrás de mi a la partera sosteniendo a eso que tanto anhelaba conocer entre una manta cubierto de sangre. Llora, está vivo y grita en victoria por eso.

Sostengo la cara de Fallon que sonríe débilmente por el agotamiento excesivo y la beso, lo logramos, pudimos hacerlo, quiero decirle pero lo sabe.

—Esto es real, está pasando —los ojos me escuecen— está aquí.

Ambos miramos al bebé que le entregan a ella y pareciera que la voz se nos va y se nos olvidan las palabras por la conmoción de lo que tenemos ante nosotros.

—Es una niña —nos dice la mujer— una princesa.

Los que están en la habitación hacen una reverencia, pero nosotros no prestamos atención. Estamos embelesados con la pequeña criatura que llora al igual que Fallon.

Niña...

Soy padre de una niña, se la quito de los brazos a mi compañera y la cargo con delicadeza en los míos. Es tan liviana como una pluma y creo que nunca había visto algo tan hermoso. Es diminuta pero está sana, reviso su cuerpo en perfecto estado y simplemente no puedo asimilarlo.

Los pequeños ojos se abren mirándome fijamente, mi corazón palpita rápidamente y no puedo evitar que una lagrima se me escape. Tengo una hija que es preciosa, lo más bello de la puta tierra está en mis manos.

—Te dije que era una niña —dice Fallon cuando la acerco a ella— siempre lo sentí así.

Decidimos esperar hasta este punto para saberlo aunque ella desde el primer momento aseguró que tendríamos una niña. Veo a la mujer que vi crecer ahora convertirse en la madre de mis hijos. De mi hija.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora