Cuando te conocí

21.3K 875 87
                                    

Yo soy una joven normal y corriente como el resto. Pero a todas nos ocurrira alguna vez algo que da otro sentido o un cambio a nuestras vidas,tanto para bien como para mal,pues bien el mio es el que os voy a narrar.Aunque no os lo creais; por que es difícil de entender,me ha pasado y no es una broma.
Todo empezó cuando llegué para las vacaciones de verano a la casa de mi abuela de Villamarxante; un pequeño pueblo no muy habitado,perdido por un monte de Valencia,con árboles frutales y diversas flores aromàticas.
Tras el viaje debería de haberme puesto a dormir en la acogedora casa de mi abuela Pety, pero como no soy de las que duermen quise averiguar que había cambiado desde mi última visita de hacía 6 años.
Andé, vi y hablé por casi todo el pueblo, metiéndome por callejuelas nuevas para mí. Desde una de ellas vi una montaña que no estaba muy lejos, así que con la curiosidad que tenía desde cría,subí a ella sin saber que me cambiaría todo.
***
Había una gran casa de aspecto abandonado, con paredes grisaceas, pocas ventanas, dos plantas y una verja oxidada aguardada por tres perras.
La valla parecía abierta y entré. Las perras me empezaron a ladrar lo que a mí me dio igual porque estaban atadas
Abrí el portón de madera de la casa haciendola chirriar y me adentré en el interior de la vivienda. La puerta; misteriosamente, se cerró de golpe, pero no me importó. Apesar de la suciedad, las telarañas, los espejos rotos y demás, me parecía un lugar bonito. Un agradable olor a rosas me condujo hacia la planta de arriba, donde habían cuatros habitaciones con finas puertas negras. La más grande de todas originaba aquel olor. Entré. Tenía un gran ventanal cubierto por una cortina oscura, un misterioso cuadro tapado con una sábana de terciopelo rojo, una mesilla de madera de cerezo; con velas, contigua a una gran cama, una puerta de cristal cerrada con un candado y rosas esparcidas por todo el suelo. Me dirigí hacia la puerta de cristal y con una simple horquilla que llevaba en ese momento en el pelo abrí el candado, así dejándolo caer y dándome paso a más allá de la cristalera. Al otro lado se encontraba una terraza. Tenía un poco de barandilla en pie, baldosillas rotas, una parte en ruinas y una vista al pueblo de aclamación. Me acerqué a la baranda estable y mirando al horizonte me sumergí en la suave luz del sol que se veía reflejada en las nubes anaranjadas. Depronto una voz potente y masculina me interrumpió:

-¡¿Qué haces aquí?! - gritó un joven como vosotras y como yo; a simple vista.

-Pués... Acababa de llegar al pueblo y...

-¡A mí no me importa que acabaras de llegar!

-Es que... Esta casa me llamó la atención y entré sin saber que estaba habitada.

Él no me dejaba de chillar mientras me hacía retroceder hacia la zona sin barandilla:

-¡No quiero que regreses! - me dijo en colera.

En ese momento me encontraba al borde de una caída mortal y asegurada. Se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta de cristal, en ese momento; de su propio giro, me empecé a caer y; asombrosamente, se giró cogiéndome de la cintura y pegándome a su cuerpo, así salvándome la vida. Asustada le miré la cara y descubrí unos ojos verdosos que calmaron mi terror, unos labios finos y carnosos que dejaban desear una simple palabra de ellos y un rostro hermoso como los riachuelos cristalinos iluminados por la luna llena y radiante en el cielo. Los dos nos quedamos juntos sin compartir palabra solo aliento. Era como describían las películas: como si nada existiera a nuestro alrededor, como si el tiempo se hubiese detenido, era el momento que había soñado, era... un momento de ensueño. Pero todo aquel momento desapareció cuándo el chico se alejó dejando ver su dorado cabello que hasta ese instante había estado oculto por una capucha oscura:

-Deberías quedarte, ya está anocheziendo.

-Pero mi abuela estará preocupada.

-Te quedas. No voy a dejar que vayas sola por el pueblo de noche.

Pasamos dentro. Me dio un pijama y me ofreció la ducha.
Tras un buen baño me puse la camiseta; un tanto ajustada,de manga corta negra y el pantalon rojo. Bajé al salón donde me esperaba sentado en una silla de madera frente a una mesa en la que había unos platos de sopa caliente. Después de la cena nos sentamos en el sofá y empezamos ha hablar:

-¿No te han dicho que no vayas con desconocidos?

-Pero no eres un desconocido - o al menos eso me hacia sentir su tierna mirada.

-Y... dime ¿cómo te llamas?

-Katherine, que significa pura ¿y tú?

-Elioth, que significa...

-No tiene significado porque es el nombre que recibe una de las estrellas de la Osa Mayor.

-Y ¿por que has decidido venir estas vacaciones a Villamarxante?

-Porque tengo muy buenos recuerdos acerca de este pueblo, mi abuela y yo de pequeña. Estaba deseando volver a revivir esos momentos. Y... ¿por qué te has aislado en esta casa?

-Ya lo sabrás

-¿Cómo sabes que me volverás ha ver?

-Porque volverás a mi casa

-¿Y tú cómo lo sabes?

-Lo sé.

Al transcurrir unos minutos de conversación, no pude evitar quedarme dormida sobre su regazo. Elioth me acariciaba las mejillas con sus cálidos dedos a la vez que con los otros seguía las ondulaciones de mi pelo. De repente dejó de acariciarme y me sujetó con esa mano porque creía que me iba ha caer, en ese instante, note que su temperatura corporal era muy elevada, que no era normal de un humano. Me desperté y me levanté lo que causo que Elioth se sobresaltara. Subí a la habitación que me había asignado el chico, la de ''las rosas''. Me arropé en la cómoda cama e intente dormir, pero no paraba de pensar en Elioth y en su temperatura. Miraba fijamente al misterioso cuadro, me levanté y quité la sábana aterciopelada y pude observar...

Yo y mi querido loboOnde as histórias ganham vida. Descobre agora