Camila me ve como si tuviera una ingeniosa idea.

—¿Y si trabajas para mí? Tengo una tienda de papelería y regalos —Luce emocionada—. No es pesado y puedo pagarte bien.

Sin poder evitarlo, me emociono tanto que le doy un abrazo. Me acaba de solucionar un porcentaje de mis problemas.

—Bueno, y entonces Daniel se está tomando muy en serio esto de ser el tío. —No parece convencida de lo que dice—. Casi parece que busca ser el papá.

—Eh, no, el tío, el tío nada más. —Me río, nerviosa—. No me perturbes así, gracias.

Me río, porque no sé qué más decir. Luego la invito a comer y nos hacemos un caldo de verduras. Los niños juegan un rato hasta que avisan que están cansados y que quieren volver a casa. Camila entonces pronto me deja sola, con las indicaciones de ir el lunes a su tienda para iniciar a trabajar, y que mañana quiere verme en su casa para la cena.

Me emociona muchísimo poder trabajar para ella, no serán demasiadas horas y además ya no me sentiré una carga para Daniel.

Me quedo dormida en el sofá y eso solo lo sé cuando me despierto con un ruido proveniente de la puerta de la cochera y voces en la entrada. Tallo mis ojos.

Daniel llegó con alguien. No puede ser, debo ir a esconderme a mi habitación, pueda que le arruine algo y no me lo perdonaría, ya me siento muy mal desde en la mañana que prefirió acompañarme a mi cita en lugar de cumplir con su trabajo.

Me levanto y voy recogiendo las cosas que dejé en la mesita para poder irme sin dejar rastro, no obstante, Daniel entra por la puerta de la cochera y me ve extrañado.

—¿Qué haces?

—Ya me iba, dame un segundo —digo rápido. Voy caminando hacia las escaleras cuando él parece que va a abrir la puerta. Estoy por decirle que no abra todavía cuando ya está la puerta de par en par y por ella entran una mujer, un hombre y una niña como de cinco años. Ella y el tipo vienen con un par de cajas y varias bolsas que parecen muy llenas. La nena trae consigo una bolsa de juguetes.

—Caray, ¿a cuánto te salió tremenda casota? Debió costar un chingo de muebles. —El hombre es el que habla—. ¿Dónde pongo las...? ¿Ella es tu novia?

El tipo se me queda viendo, sonriente. Luego me miran Daniel y la mujer. Ella parece sonreír más.

—¡Ay, Dios! ¿Es en serio? —Deja la caja en el suelo y se me acerca rápido. Comienzo a entrar en pánico—. Hola, soy Fernanda Mendoza, mucho gusto.

Me abraza. Ninguna palabra puede salir de mi boca, menos cuando comienza a susurrarme cosas.

—Estoy feliz por mi hermano, me alegra que pueda rehacer su vida. Y eres muy bonita. —Se separa de mí y me inspecciona de arriba abajo—. ¡Por la santísima virgen, voy a ser tía!

—Felicidades, cuñado. —Oigo decir al tipo. Es ahí cuando Daniel habla, ahogado.

—Aguanten, es una historia larguísima, pero no es mi novia. —Parece tan turbado como yo—. Fernanda, déjala respirar.

Quiero huir a mi habitación.

—Soy... Jolvián —Mi voz apenas se escucha—. Sí vivo aquí, pero...

Fernanda no se calla.

—Entonces embarazaste a tu roomie, Daniel. —Por fin se separa y se pone las manos en su cintura, pero no parece querer regañarlo—. Bueno, no importa, voy a ser tía.

—Fernanda, no. —Daniel se ríe pero parece frustrado. Comienza a explicarle con peras y manzanas toda la situación. Siento que ya hemos tenido a demasiada gente al tanto de esta maldita situación, caray. Ella parece entenderlo, no obstante, menciona que es una lástima, porque nosotros nos veríamos bien juntos.

Un techo para compartir contigo© [Todo contigo #1] PRÓXIMAMENTE EN PAPELWhere stories live. Discover now