—¿Apenas arranca el día y ya estás cansado?

—Aki tiene mucha energía —dijo descansando la cabeza en el hombro de su esposo.

—Sí, es cierto. En eso se parece a vos —acotó Hanta.

—¿Te parece? —Denki se escuchaba feliz. Se giró y le dio un beso a Hanta— voy a ordenar el cuarto.

Se fue tarareando una canción, el cansancio que sentía se había esfumado. Ese comentario lo había puesto de buen humor. Hanta sonrió feliz y se dispuso a limpiar el comedor. Tenían que aprovechar mientras el pequeño estaba entretenido.

Por la tarde la familia Kaminari iba paseando por el parque de la ciudad

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Por la tarde la familia Kaminari iba paseando por el parque de la ciudad. Pasaron frente al lago y se detuvieron a ver a los patos y gansos que nadaban. Hanta compró una bolsita de comida en un puestito y se la entregó a Aki para que los alimente. Denki le sacó muchas fotos con el celular. También se sacaron fotos los tres juntos, Aki con cada uno de sus padres y la pareja de enamorados. Aunque el niño tenía demasiada energía, la pareja estaba feliz de pasar el día con su hijo, ya que normalmente no tenían mucho tiempo por sus trabajos de héroes.

Luego de alimentar a las aves siguieron caminando, el pequeño iba en medio de sus padres, agarrado de las manos y jugaba a saltar sobre las líneas de las baldosas, cuando se distrajo al escuchar una música pegadiza. Miró hacia el lugar de donde provenía el sonido y vio a una chica cantando y tocando la guitarra con un pequeño parlante a su lado. Justo frente a ella varias personas se habían sentado a apreciar el espectáculo. Aki se quedó parado mirando a la muchacha.

—¿Qué pasa hijo? —preguntó Denki.

Aki le soltó la mano y señaló a la multitud.

—¿Podemos ir allá?

Los ojos de Denki se abrieron tanto como le era posible mientras miraba el brazo de Aki.

—Hanta, Hanta amor ¿estás viendo eso?

—Aki, tu brazo —exclamo Hanta en voz baja.

Aki miró su brazo derecho y vio que era mucho más largo que el otro. Al no entender qué estaba pasando se asustó y empezó a llorar. Su brazo volvió a la normalidad de repente.

Denki y Hanta se agacharon para estar a su altura. Hanta lo abrazó y Denki le acarició la cabecita.

—Aki hijo, no llores. Tu brazo está bien.

Al ver que sus bracitos tenían el mismo largo el llanto paró, pero todavía tenía algunos espasmos. Hanta buscó un pañuelo en sus bolsillos y le limpió las lágrimas y la nariz.

—Lo que acaba de pasar es algo muy bueno mi amor. Tu quirk apareció —dijo mientras arrugaba el pañuelo para desecharlo luego.

—¿Enserio?

—Sí —respondió Denki, el pequeño se giró para mirarlo con sus ojos brillando por la emoción—. Al parecer tenés un quirk de elasticidad.

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