Prólogo

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Paredes adornadas de mármol, puertas robustas y detalles de oro fundido. La habitación estaba atiborrada de los miembros más selectos de la logia, cada uno más interesado en presenciar como la profecía que Nostradamus había confiado al descendiente más puro de Sir Edward Loups, estaba por cumplirse.

Oculta la luna bajo el manto nocturno, dejará ver su resplandor al oír las campanas de medianoche, revelando el intenso carmesí entre llantos de piedad.

El sudoroso, tonificado y joven cuerpo de Jefferson Atkinson estaba siendo cubierto de endurecidas cadenas de plata y acónito, una prisión infalible para cualquier garú común, pero solo un obstáculo minúsculo para el indicado. Aprisionado por las cadenas y con las respiración agitada, Jefferson era observado por su imponente abuelo: Shawn Atkinson. El robusto y atemorizante hombre había trabajado desde joven en resguardar los secretos y deseos de la logia, procurando cuidar hasta la muerte aquella gema rojiza que colgaba de su cuello.

Asegurarse del balance había sido el juramento a su antecesor, con un hechizo convertido en una piedra preciosa que disminuiría los dotes del indicado.

Incesantes pasos y un vaivén de corridas podían escucharse desde la habitación continua, las sirvientas correteaban con toallas y lavatorios de porcelana para calmar el calor que se expandía a través del cuerpo del chico.

La brisa primaveral era acompañada de mínimas gotas desprendidas de las nubes. Casi cuatro de abril, un día insignificante para los humanos, pero el inicio de una nueva era para los garús. El nacimiento del indicado, el ascenso del lobo y la separación de un alma.

Poco a poco las nubes siguieron su rumbo a través del cielo, dejando ver como la luna se cubría de sangre. Las campanadas no demoraron en alertar a los asistentes, medianoche y la luna en su punto más alto, lista para otorgar el poder que el indicado estaba destinado a portar.

Un grito se desprendió desde los adentros de Jefferson, la transformación estaba comenzando, mientras que el veterano Atkinson empuño la alargada daga de plata en su mano dominante, dispuesto a lo que fuese para contener a su nieto y no arriesgar la vida de inocentes. Pronto sus huesos se rompieron entre craqueos moldeándose en la forma lobuna, la dentadura fue reemplazada por una más peligrosa y los ojos grises por un resplandeciente amarillo que comenzaba a teñirse de rojo.

Una súplica llenó la habitación, intentó deshacerse de las cadenas, empujando su cuerpo hacia adelante y haciéndose de toda la fuerza contenida para combatir el metal fundido en veneno que le impedía movimiento. El rostro se le desfiguraba entre quejidos, la piel enrojecida por el calor no dejaba de herirse al golpear las cadenas con las extremidades convirtiéndose sin cesar.

El espectáculo no duró lo suficiente, pues la respiración agitada y los intentos fallidos por encontrar la libertad se desvanecieron al no ser exitosa la transformación, con sus ojos volviendo al característico amarillo que caracterizaba a los alfas. Apagándose por el cansancio.

Todo fue murmullos desde ese instante, con los presentes cotilleando sobre él. Jefferson Atkinson, de quienes todos temían, no era más que alguien con la fortuna de tener un buen apellido.

El fiasco que pretendía ser llamado elegido.

La habitación fue despejada con la dura voz del líder, pero los murmullos, en vez de apagarse, se trasladaron al pasillo.

El cuerpo de Jefferson pendía de las cadenas que lo sujetaban, inerte. Cualquier humano podría asegurar que había muerto, pero la gente fuera del salón, su abuelo y la joven pareja que estaba tardando más de lo normal en dejar la habitación podían olisquear la vida dentro de ese caparazón.

Los Loups, que apuraron el paso cuando el viejo Atkinson les dio un empujón, no pudieron evitar mirarse al caer en cuenta que la situación que tanto deseaban evitar se había vuelto realidad.

La profecía estaba cumpliéndose en el cuerpo dealguien más. 

Blood Moon [BM #1]Where stories live. Discover now