De camino a Dartford

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Oh vaya, ese es un maravilloso tren. Eso fue lo que pensó al ver como emitía vapor el expreso Dartford. El expreso Dartford era uno de los pocos trenes a vapor que quedaban en Irlanda del Norte ya que usualmente la gente usaba los eléctricos que son mucho más rápidos. Pero para Raquel lo clásico tenía mucho más valor.

Dartford. El Instituto Dartford de artes mágicas. Un instituto oculto para el resto del mundo a menos que pertenezcas al mundo mágico. Este lugar era el alma mater de increíbles magos y brujas a lo largo de la historia a pesar de ser relativamente nuevo con sus recién cumplidos 400 años. Además era el único instituto para magos y brujas en Gran Bretaña que había sido participe de una gran guerra mágica dos veces.

La edad de ingreso es a los 13 años. Al ser reacios al uso de la tecnología moderna, el instituto mandaba cartas de aceptación y bienvenidas mediante criaturas mágicas adiestradas. Si tenías suerte un pequeño dragón en entrenamiento podía llegar hasta tu casa y dejar tu carta. Encontrarse con un dragón a esa edad podría resultar la mayor experiencia de tu vida.

Como cualquier bruja normal, se suponía que debía ingresar a Dartford a la misma edad que todos, pero yo no tuve la oportunidad hasta ahora que la directora de turno, la señorita Aberdeen, me consiguió una plaza becada dada mi experiencia adquirida a lo largo de mis viajes.

Se podría decir que tenía buena (por no decir extraordinaria) aptitud para la magia. Pero en realidad no era así, era la peor en la magia en mi familia. Siempre fallando. Pero los años no pasan por gusto. Decidí viajar por el mundo y aprender de otros magos y brujas más experimentados. Así adquirí suficiente conocimiento como para considerarme superior al promedio en la magia.

Dada mi edad, la directora me había comunicado que estaría comenzando a cursar sexto año en el instituto. Sí, una excepción a la norma, pero es más de lo que podría pedir y estaba agradecida.

Empujé por el andén mi carrito que contenía baúl y una pequeña jaula donde mi cuervo, Bartholomew, dormía plácidamente. Cubrí la jaula con un pedazo de tela negra y abordé el tren.

Por la ventana podía ver como los alumnos de primer curso se despedían de sus padres y estos les daban algunas últimas indicaciones para sobrevivir en Dartford. Diría que estaba celosa. Mientras ellos pueden disfrutar del calor parental, yo siempre he estado sola, sin nadie a quien abrazar o de quien despedirme.

—No olvides que no importa que división que te toque, nosotros te apoyaremos — le dijo una señora a una niña de cabellos morenos.

Entonces lo recordé. La razón por la que estuve nerviosa la noche anterior era esa. Dartford era muy competitivo y agrupaba a sus alumnos en 3 divisiones según sus aptitudes para la magia, cualidades y demás. Eso no quería decir que una división sea mejor que otra, sino que las tres divisiones eran muy diferentes entre sí y sus miembros compartían cualidades y características.

Por ejemplo los de la división de Scarbrough eran personas muy decididas y tenían claro un objetivo en su vida. Era una excelente división, pero muchos de sus miembros habían terminado causando las guerras mágicas y habían hecho mucho daño al mundo mágico. Por eso no tenían una buena reputación. Luego estaban los Honeywell, personas de buen corazón, muy confiables y que siempre mantenían la paz entre divisiones. En resumen, eran buenas personas. Finalmente los Galsworthy tenía miembros fuertes y audaces, siempre abiertos a lo nuevo. Era la división más codiciada por todos.

El pensar a qué división me enviarían era de temer y mi fuente de preocupación de la semana pasada. Alguien tocó la puerta del compartimiento donde me encontraba y me trajo de vuelta a este mundo. Era la niña que había visto antes en el andén.

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