Sofía observó de refilón los papeles dispersos en la superficie de madera.

―¿Has encontrado algo nuevo?

―Busco un patrón. ―La instó a levantarse con un pequeño empujón―. Sabemos con seguridad algunas cosas. La tripulación de la Honda, capitaneada por Bernardo, asaltó el barco que contenía las joyas destinadas al rey el 11 de junio del año pasado cerca del sur de Florida. En Cuba, firmaste un documento de recibido a un hombre llamado... ―Buscó el nombre entre los documentos.

―Lucio de la Garza ―recordó Sofía.

―Lucio. ―Desistió en la búsqueda con un asentimiento―. Por lo que nos dijo Lope de Castro, hizo la falsificación de los documentos durante su viaje de la isla a Nueva España, viajó al pueblo y se reunió con Ricardo.

―Quien pagó a unos asaltantes para que nos emboscaran y plantaran los permisos falsos entre nuestras pertenencias. ―Asintió con amargura.

Nicolás le tomó la mano, la condujo a la boca y le dejó un beso en la palma.

―Hasta la fecha, hemos visto el nombre de Evaristo Quiñones tres veces. ―Nicolás centró la mirada cansada en los papeles, imaginando su orden―. Ricardo lo utilizó para negociar con el esclavista. También aparece en los permisos falsos y en las cartas con instrucciones que Lope de Castro recibía.

―¿Asumes que es un nombre falso?

―Estoy seguro. Victoria no lo conoce, y afirmó de forma enfática que Lope de Castro utiliza un nombre distinto para cada cliente.

«Victoria». La mención de su nombre trajo el recuerdo de la agridulce despedida.

Victoria había cumplido con su palabra: a cambio de que la dejaran ir, entregó la mercancía que guardaba celosamente en la bodega y le permitió a Nicolás que se la enviara al virrey.

―Es el único lugar seguro ―había dicho, y para sorpresa de Sofía ninguno de los presentes se opuso.

Hicieron uso de la oscuridad de la noche para viajar hacia la desembocadura del río al norte de Vera Cruz. Transitaron por los bosques, lejos de los caminos que se encontraban saturados por la guardia.

―Es un río sin vigilancia ―explicó Victoria―. La barra en la desembocadura impide la entrada a los barcos, pero si usan botes pequeños podrán atravesarla.

Nicolás observó a Cristiano.

―¿Te parece que estaríamos cerca del barco si partimos por esa desembocadura?

―Cerca del segundo punto de reunión, al menos ―respondió con los brazos cruzados. Era la única persona que había expresado abiertamente su oposición a que dejaran ir a la mujer.

―Bueno, pues. ―Nicolás observó a Victoria―. Subirás al barco con nosotros y te llevaremos a donde quieras.

Tomaron un descanso de tres cuartos de hora a orillas del río, a menos de dos horas de la desembocadura. Al momento de partir, Victoria había desaparecido. Le dejó una misiva a Sofía.

Estimada amiga,

Lamento marcharme sin despedirme. Siempre me ha costado decir adiós cuando el cariño es genuino. He tomado la decisión de marcharme y no decir a donde. Es más seguro para mí, y también para ti. Con mi ausencia, podrás actuar con libertad. Haz con Lope y los permisos lo que consideres necesario. Gracias por permitirme tener una segunda oportunidad. Deseo que seas bendecida con una vida maravillosa.

Siempre tuya,

Isabel

Un silencio abrumador se cernió sobre ambos. Le bastó una mirada rápida a su semblante para comprender a la velocidad que iban los pensamientos de Nicolás.

La decisión del corsario (Valle de Lagos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora