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A Alissa no le hizo ninguna gracia.

– Veamos si lo he entendido bien... has aceptado casarte con un hombre por dinero -afirmó.

– ¿Por dinero? No. Alissa, lo he hecho por mamá -puntualizó-. Si no fuera por ella, jamás lo habría aceptado.

Alissa, tensa, pensó en la explicación de su hermana. Todo lo que Alexa había hecho últimamente, desde dejar su trabajo de bibliotecaria en Londres hasta ir a casa para ayudar, lo había hecho por su madre, Jenny Barlett. Las dos la adoraban, pero había caído en una depresión profunda y sólo era una sombra de la mujer encantadora, atenta y enérgica del pasado.

Desgraciadamente, las buenas intenciones de las gemelas se habían visto frustradas durante dos años por una serie de acontecimientos desastrosos. Primero, la muerte de Stephen, su hermano, y del novio de Alexa, Peter, en un accidente de tráfico: después, cuando empezaban a superarlo a duras penas, el diagnóstico de cáncer de su padre.

Jenny había sido una roca para toda la familia. El tratamiento del cáncer era difícil y problemático, pero no había permitido que ni sus hijas ni su esposo cayeran en la desesperación. No podía imaginar que unos meses después, el hombre con quien había estado casada treinta años se marcharía con una mujer mucho más joven.

Había sido una experiencia muy traumática, incluso para la propia Alissa. Siempre había creído que su padre era un hombre honrado, pero a pesar de ser contable y de tener un buen sueldo, reclamó a Jenny su parte de la casa y de la tienda que llevaba su madre. Una actitud difícilmente excusable, porque la casa la había heredado ella de sus padres y la tienda la llevaba ella sola.

Ahora, sus padres no se hablaban y ellas estaban atrapadas entre dos fuegos.

– Devuelve el dinero -declaró con vehemencia-. No puedes casarte con un hombre al que ni siquiera conoces.

– No, claro que ya no puedo casarme con él. ¡Estoy embarazada de Jamie! Y por si fuera poco, quiere que nos casemos antes de dos semanas.

Alissa no se llevó ninguna sorpresa con la declaración de su hermana. Alexa siempre hacía las cosas así, deprisa y corriendo: que se hubiera enamorado, se hubiera quedado embarazada y tuviera intención de casarse de inmediato entraba dentro de lo normal No tenía paciencia. Y si el sentido común se interponía entre sus objetivos y ella, lo desestimaba.

– Sólo hay una solución. Tienes que casarte con el ruso, Alissa: porque si no te casas, no tendré más remedio que abortar.

Alissa se levantó de la silla, espantada.

– ¿Pero qué estás diciendo? ¿Que yo me case con ese hombre? Eso no tiene ni pies ni cabeza... ¿Y qué es eso de abortar? ¿Es que no quieres tener el niño?

Alexa miró a su hermana con cierta exasperación.

– Por supuesto que quiero tenerlo -respondió-, pero no tengo elección... firmé un contrato legal y acepté una cantidad enorme de dinero. Me lo he gastado casi todo y ya no lo puedo devolver. ¿Qué quieres que haga?

Alissa se quedó anonadada.

– ¿Que te lo has gastado?

– La mayor parte, en mamá. Bueno, es verdad que también me compré el coche y unas cuantas cosas, pero pensé que me lo merecía por hacer el sacrificio de casarme con un desconocido. Y no me mires de esa forma... ¡Soy yo quien se ha sacrificado por ella! ¡No tú!

– Alexa...

– No, no, déjame hablar. ¿Qué has estado haciendo tú durante todos estos meses? ¿Lamentarte y comprobar los resguardos del banco? Teníamos que hacer algo, así que no te atrevas a echarme en cara que quisiera casarme con ese hombre para solventar el problema. ¡Necesitábamos dinero! ¡Un montón de dinero!

Magnate - Harry StylesOnde histórias criam vida. Descubra agora