Capítulo 30: El Río de la Muerte

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            —Lo que mejor que puedes hacer por mí es contarme todo lo que sepas y no salir jamás de aquí.

            Tillin asiente.

            —Hace algunos siglos, nací del vientre de una bruja. Era fea, muy fea, de hecho, pero a un terrestre le gustó y, bueno…Aquí estoy. Cada bestia tiene su propósito, el mío era cuidar de las brujas. Obviamente, en esos tiempos no existían los guardianes, ni siquiera los cazadores habían nacido. Pero recuerdo que eran buenos tiempos, siendo solo nosotros los que habitaban este mundo. En fin, hubo brujas muy crueles conmigo, eran horrendas y…las maté. Pero se lo merecían, claro está. Aunque fui castigado, hubo una bruja que se apiadó de mí.

            >>Esa fue usted, la bondadosa Sademira. Aún era muy joven y no comprendía bien lo que sucedía, supongo que por eso me libró de bastantes castigos y pronto me convertí en su protector original. Lástima que no fue mucho tiempo, su madre me odiaba y siempre buscaba la manera de incendiarme, así que una noche traté de matarla a ella también. Como era de esperarse, no pasó ni un minuto cuando Cora me hirió con uno de sus conjuros raros, y sus uñas también.

            >>Sademira la detuvo antes de que lograra evaporarme, y creí que me protegería, pero en cambio optó por convertirme en un monstruo y exiliarme. Antes ya era feo, pero después de ese día lo fui más. Por un tiempo le tomé coraje, lo admito; pero cuando supe que un cazador casi logra desvanecerla si me dolió mucho. Mientras estaba escondida creí que no me dejarían verla, pero cuando descubrí que la habían trasladado a un cuerpo humano supe que tendría oportunidad.

            >>Por eso estoy aquí. Han pasado muchas décadas de mi pecado, ya me he redimido y confieso que soy culpable y me hago responsable de mis errores. Quizá ahora puedo ser perdonado, tal vez esta vez pueda ser protector de nuevo.

            No creo que le perdonen, pero no se lo digo para no causar que se deprima.

            No confíes en él.

            No lo hago.

            —Eso no exactamente lo que quiero saber, Tillin. ¿Cómo fue que trasladaron a Sademira a mi cuerpo?

            —Eso no lo sé, mi señora. No estuve en esos momentos. Pero me parece que fue por un conjuro, creo. Aunque no recuerdo cuál.

            —Tal vez Zacarías lo sepa. —Pero no puedo preguntárselo— ¿Sabes dónde puede estar ese conjuro? Un libro, un escrito, tal vez un…

            —Un libro, eso sí supe. Pero quién sabe cuál sea.

                —Entonces tengo que buscarlo en la biblioteca de la sala de Archiduques—digo—. Tú quédate aquí. Ya vuelvo.

            Tillin se apresura a tomar mi pierna para impedir el paso.

            —¡No! Hay gente muy mala afuera, quédese aquí mi señora. Este cuarto seguro, lo sé, yo lo he protegido con algunos…

            —Has hecho mi habitación un desastre, bestia. Si vuelvo y no está todo en su lugar, serás castigado.

            Tillin suelta unos sollozos.

            —Sólo buscaba algo, lo juro. No vuelva a castígame otra vez, dijo que sería perdonado.

            Aparto sus asquerosos brazos con una patada y abro la puerta para salir.

Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)Where stories live. Discover now