We're on each other's team.

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El último año fue catártico para la familia Betancourt, para Miranda los cambios nunca eran fáciles, pero esta vez fueron más que bienvenidos.

Empezando por su apellido, el cual ya no guardaba rastro alguno de su padre, al que ni se molestaba de visitar en prisión. A este le siguió una paulatina mejora en la relación con su madre, a quien ahora no veía como alguien estorbando en su camino, sino como una compañera y una luchadora.

Miranda comenzó a estudiar pintura y si bien su madre al principio no estaba muy contenta, eso no duró mucho, al ver cómo Miri sonreía cuando le mostraba un proyecto terminado o cuando la veía tan concentrada en sus bocetos.

Flavia volvió a sentirse orgullosa de su hija y ambas encontraron un nuevo camino por recorrer que las hacía muy felices. Este nuevo paradigma les estaba dando otra oportunidad y ellas estaban dispuestas a tomarla.

Esto no significaba que no se peleen.
Todo lo contrario, ellas seguían siendo de décadas muy distintas, Miri no dejaba de ser una persona adicta con todo lo que ello implicaba y Flavia seguía teniendo ciertos problemas con dejar que la joven vaya forjando su propio camino sin su constante vigilancia.

La diferencia es que ahora, las discusiones entre las dos mujeres, tenían una tercera parte que se encargaba de mediar.

El cambio más importante en el hogar Betancourt vino de la mano de aquella persona que empezó a poner un poco de confianza en Miranda y que tomaba su lado cuando Flavia estaba siendo demasiado sobreprotectora, pero también, que lograba calmar la ira adolescente de la joven y le recordaba que debía respetar a su madre y dejar de ser tan inmadura.

Javiera Cáceres ya era una miembro más de su familia, estaba al menos 4 veces por semana en su casa, compartía desayunos y cenas con ellas, y era la encargada de sacarle a Flavia Betancourt su primer sonrisa del día.

Esta mañana de sábado comenzaba de manera similar a muchas otras, ella se encontraba en la cocina comiendo unas tostadas, mientras que su madre estaba arriba preparándose para ir de compras con la inspectora, los pasos ansiosos de la mujer podían escucharse desde abajo.

No era la primera vez que esto sucedía, la mayor de las Betancourt parecía ponerse como cabra chica antes de cualquier salida con la inspectora, tardaba horas en elegir el atuendo y accesorios correctos, aunque eso no importara realmente, porque el rostro de la inspectora nunca reflejaba otra cosa que no fuera adoración al ver a su madre.

Flavia se dignó a bajar de una vez por todas, llevabando uno de sus mejores vestidos veraniegos, a lo que su hija se río por lo bajo y la miro de forma divertida.

"¿No te parece una exageración ese atuendo para ir a comprar verduras?" Dijo la joven, recibiendo una mirada poco amistosa de su madre.

"No sabía que había un reglamento de vestimenta para ir a hacer las compras" dijo de forma irritada.

"Ay mamá, estaba bromeando" antes de que pudiera continuar fue interrumpida por el timbre.

Flavia prepara su cartera y al recoger el pelo atrás de su oreja, su expresión en el rostro luce alarmada.

"Me olvidé mis aretes" dijo como si eso fuera a modificar todos los planes del día, Miri no pudo evitar girar sus ojos y reírse.

"Tranquila, ve a buscarlos que yo le abro a la inspectora"

Sin dudarlo subió por las escaleras, mientras que su hija abrió la puerta.
La inspectora lucia su atuendo de siempre, la característica musculosa y pantalón negro, miró con sorpresa al ver quien la estaba recibiendo en el hogar Betancourt.

Team. (Flaviera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora