— ¡Thomas! Me has expuesto. Has hecho que esté en peligro — le hablé en voz baja, dándole un codazo. 

— ¿Qué secreto escondes? — me preguntó Ben, acercándose a mí.

— Ninguno — retrocedí.

— ¡Habla! — me gritó.

— ¡No! — seguí retrocediendo, pero choqué contra un árbol. Estaba acorralada y asustada. 

Tal vez llegó la hora de confesarle la verdad:

— Soy una mujer, en realidad — le susurré al oído. 

— No nos delates, por favor. Haremos lo que sea — rogaba Thomas. 

— No puedo dejar que vayas engañando a todo el mundo — me dijo. 

— Jamás creí que fueras así — le confesé.

— ¿Así cómo? Solo quiero que se cumpla el deber y la ley — nos gritó.

— No le dirás nada a nadie — le amenacé. 

— Ya verás como sí — intentaba golpearme contra el árbol para que yo le soltara. 

No permitiría que se escapara. Él sabía muchas cosas sobre mí. Las suficientes para mandarme matar. 

Tenía que hacer que se callase de una manera. Y en ese momento solo una me llegaba a la mente: 

Antes de que pudiera reaccionar, pegué su espalda contra el tronco del árbol. Saqué mi navaja, escondida entre la ropa y le mostré su imponente filo. Noté como su cuerpo se revolvía de miedo e intentaba escapar. Solo le dediqué unas últimas palabras antes de clavarle la navaja en el estómago:

— Te dije que no le dirías nada a nadie. 

Su cuerpo malherido cayó al suelo entre quejidos de dolor mientras yo sujetaba la navaja, fría como el hielo. Ya ninguna muerte me parecía dura.

— Pero, ¿qué has hecho? Lo has matado — una voz de entre las sombras del bosque resurgió. 

— ¿Jas? ¿Qué haces aquí? — le respondí, sorprendida. 

— No podía dormir. Quería saber adónde ibas cuando terminabas de hablar conmigo. Lo he visto todo. Os vais a meter en un buen lío. Dame esa navaja. Si te encuentran empuñándola, estás muerta — me habló, arrebatándomela. 

Al instante, se pudieron escuchar varios pasos en el bosque que se aproximaban.

— ¿Qué es esto? ¿Alguien me da una explicación? — vociferó Matt. Su furia era inmensa. — ¡Jasmine! ¿Qué haces con esa navaja? Y Ben... ¡Ben está muerto! Uno de mis mejores guerreros... ¿Lo has matado tú, Jasmine? 

Jas no contestó. La culpa era mía, no de ella.

— ¡Responde! ¿Lo mataste tú? — elevó la voz Matt.

— Sí, fui yo. Intentó aprovecharse de mí. Se pasó de la raya. Thomas estaba conmigo. Él me dio la navaja  — respondió. Su voz temblaba.

— ¡Thomas! ¿Qué hacías aquí con ella? — ahora le gritó a él. 

— Jas y yo manteníamos una relación desde hace un tiempo — respondió sin pensarlo. — Estábamos aquí juntos. 

— Christian, ¿y tú? — se dirigió esta vez a mí. 

— Escuché gritos y acudí adonde me condujeron, aquí — respondí. 

Matt suspiró y dictó su sentencia: 

— Jasmine, jamás pensé que serías capaz de llegar hasta estos extremos. Llévatela — ordenó — Morirás igual que tu víctima. ¿Tú? — se refirió a Thomas, en tono despectivo — Vete a tu departamento. Ya veré lo que hago contigo. 

No podía creer lo que acababan de hacer. Se habían echado la culpa de todo, se habían sacrificado por mí. 

El OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora