43: Mi nueva morada

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―Era, ya no está, no existe. Nunca tuve mucho contacto con ella, apenas sí la conocí.

―No puede ser, esto no acabará nunca ―masculló.

El clan, junto a Marcos y a Andrea se alinearon para la lucha.

Nicole, en tanto, trataba en vano de entrar al círculo de hechiceros, tenían un escudo protector muy poderoso. Cansada ya de los intentos de intrusión de su nueva enemiga, Nicole encendió una hoguera entre ambos bandos. Necesitaba tiempo y yo necesitaba que se apresurara en develar los enigmas.

―La madre que perdió a su hijo... ―repitió―. Si no es ella, ¿quién?

―Abril ―murmuró Joseph.

―¿Abril?

―La profecía dice que ella no lo sabe y Nicole desde hacía mucho sabía lo de Alex, sabía que no murió en los brazos del maligno. La hija de Isabel, nuestra Abril, lo perdió cuando Ricardo...

"El poder secreto es el amor", les hablé a su mente, sobre todo a Andrea y a Marcos.

―No podrás ganar, Nicole, hay algo que nosotros tenemos y que tú no ―dijo Andrea con una fortaleza y fragilidad muy parecida a la de su madre.

―¿Sí? ¿Y según tú qué es eso?

―Tú estás aquí por ansias de poder, en cambio, nosotros, todos nosotros, estamos aquí por amor, la fuerza más poderosa del mundo, el poder secreto.

―¡El amor! Por favor, no creerán en esa estupidez. Ni siquiera es real.

Marcos dio un paso delante de la mano de Andrea, su compañera de vida desde hacía quinientos años.

―Debí destruirte ―largó Nicole; como si eso fuera posible para una neófita como ella.

Sabrina apagó el fuego que nos separaba, se veía más resuelta.

―Pueden tener miles de años y mucho poder ―nos habló a Ricardo y a mí―, pero jamás podrán tener lo más importante: amor.

―¿Amor? ―se burló Ricardo―. Abril conoció el amor que yo puedo darle a una mujer, supongo que lo tienen todavía en la memoria. Lamentablemente, estaba embarazada, esa niña ni siquiera conoció la luz del sol. ―Miró a Andrea, sabía muy bien quién era ella.

―¡Maldito infeliz! ―gritó Ray que jamás sintonizaba con nada, se lanzó contra mi hermano, pero lo detuve y lo empujé de vuelta a su lugar.

―Era niña, bueno, eso ya lo sabías, ¿no? ―La luna estaba volviendo a brillar por completo, era el momento―. ¿Y qué podrías hacer ahora? ―Siguió Ricardo―. ¿La vengarás? ¿Acaso podrá volver a la vida?

Las Lunas de Abril IV : Luna eternaWhere stories live. Discover now