|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |

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—¿Ahora sí me vas a tomar en serio?

Mikaela parpadeó incrédulo frente a la pulida llave que Luís acababa de forzar en su cuerpo, y sintió su pecho agitado contra su espalda, la respiración pesada recaía en su nuca.

—¿Me estás coqueteando? —se interrumpió—. ¿Y cómo me llamaste?

Luís exhaló el aire que contenía en sus pulmones, haciéndole ligeras cosquillas en el cuello, y sin aflojar su pinza, se acercó, rozó sin cuidado los piercings en su oreja, Mikaela sonrió muy a su pesar.

—Te llamé tarado del culo que no me escucha nunca y cree que hablo al pedo, así te llamé.

El cazador deshizo su sonrisa y entrecerró los ojos.

—No, así no me llamaste.

La trenza se le había deshecho, sopló un mechón de cabello lejos de su cara, y tiró la cabeza hacia atrás, sin prestarle atención al brusco tirón de su brazo. Se apoyó en Luís, y relajó por completo su cuerpo al mismo tiempo que buscaba amoldarse a él para eliminar cada espacio, lo presionó con cautela, y lo escuchó gruñir en consecuencia.

—¿Qué hacés?

Fingió toda la inocencia que fue capaz de reunir en sus palabras.

—No debiste venir hoy, te dije que era muy peligroso. La condición en nuestro acuerdo era que te quedaras al margen, y yo me acercaba a él siempre y cuando mantuvieras tu palabra.

Observó desde una incómoda posición el cabello rubio bajo las luces, mientras su Lulú pensaba qué hacer con el cazador que tenía agarrado, Mikaela ya había comenzado a trazar su ruta de escape. Se removió contra él, como si quisiera robarle algo del calor corporal que le hacía falta. Cerró los ojos al escucharlo suspirar a centímetros de su rostro.

—Ya decidí que voy a asistir a la fiesta, eso está fuera de discusión —advirtió Luís, con ojos entrecerrados—. Y no voy a pelear con vos ahora, no me busques.

Demasiado inocente, Lu.

—Yo no le llamaría pelear, precisamente.

Continúo, estiró el brazo libre y enterró la mano en sus suaves hebras doradas, siguió el camino hacia su nuca, jugueteando en el borde de su camiseta con inocentes caricias. Su pesado agarre disminuyó apenas un centímetro, y así iba a hacer ceder a su cuerpo entero.

Se consideraba un experto en aquel amplio espectro.

—Mikaela.

Fue inevitable para Luís ser guiado por los movimientos del mayor, arrastró los dedos a través del músculo de su antebrazo, levantando la tela de su camisa para tocarlo de forma vedada, con un gruñido animal trasladó el agarre sobre su piel morena y lo volteó. De frente, el hombre de cabello largo a los lados del rostro lo miró a los ojos, y le sonrió sin una pizca de inocencia. El brillo dorado en sus irises se expandió, tal como las llamas en su interior.

Aún retenía una de sus manos tras su espalda, y lo obligaba a arquearse contra él. Sintió el rugido impaciente de su corazón, y adivinó que se esforzaba por ignorar sus impulsos salvajes. Sus pupilas expandidas, y el calor imposible que emanaba su piel eran la prueba.

Hizo caso omiso a la rudeza en ascenso, y buscó rozar con sus labios la barba medio crecida de su mandíbula.

—¿Qué pasa? Parece que tenés calor —siguió, tras humedecerse los labios, su voz vuelta un susurro tierno.

Un músculo se contrajo en la mandíbula de Luis, y la imagen del falso ratón de biblioteca se encontraba roída por la violencia.

—No se suponía que...

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now