2.- El Mesón de San Diego

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Habían llegado al restaurante El Mesón de San Diego, el mismo al que Betty había sugerido que fueran cuando ella estaba en su plan de venganza y tortura a Don Armando. Armando había elegido ese sitio recordando perfectamente esa noche, por cómo Betty lo había sugerido sabiendo que ahí estarían todos los conocidos de él para así apenarlo con su compañía. En esta ocasión, eso era precisamente lo que quería Armando, lucir la compañía de Betty, más que por lo linda que ahora estaba, por lo orgulloso que se sentía de tenerla con él, ahora era un hombre libre, y no tendría que mirar por sobre su hombro con el temor de encontrarse con una Marcela furiosa dispuesta a hacer un espectáculo, o esconderse de las miradas de quienes le pudiesen ir con el chisme a ella, y si alguien se lo decía, ya no importaba.

Apenas entraron, empezaron a reconocer a Armando y a saludarlo, algunos ya reconocían también a Betty por su excelente gestión como Presidenta de Ecomoda, y Armando no podía sentirse más inflado de orgullo, la presentaba como eso, la Presidenta de Ecomoda, sin dejar de tocarla y abrazarla por la cintura dejando ver a todos su cercanía, mesa que pedía la atención y saludo de Armando, mesa a la que se dirigía con Betty por delante para presentarla con una sonrisa enorme, para que quien no la conociera, no se atreviera a olvidarla. Finalmente un mesero los dirigió a una mesa a un lado de la tarima donde estaba tocando un grupo una balada suave. Armando sacó la silla para que Betty tomara asiento y la ayudó a reclinarse cómodamente cerca de la mesa, se desabrochó el saco gris oscuro y tomó asiento para volver la mirada hacia los ojos de Betty.

Lo que consiguió fue una mirada sorprendida, los ojos de Betty lo miraban enormes en un rostro inescrutablemente hermoso, en fracción de segundos su mente voló por varias posibilidades, de buenas a malas, “¿Se habrá ofendido?, ¿Le parecerá una burla la elección del restaurante?, ¿Estará agradada?, ¿Pensará que es un engaño?, ¿Creerá que lo planeé todo con esta gente?”. Antes de seguir el desbocado camino de sus pensamientos, tragó fuerte de forma casi imperceptible y se decidió a decir algo desenfadado.

- Bueno, ¡supongo que siempre es lo mismo! Imposible entrar en un sitio así y no conseguirse con gente conocida…

- Al contrario, Doctor. Creo que dejó una marcada diferencia en todos los presentes. – Dijo Betty y soltó una de sus risas.

Armando suspiro profundo, sintiéndose aliviado de que Betty no estuviese enfadada y que además aparentemente había sentido la diferencia que quería transmitirle, ella era la mujer de su vida, y no sólo quería que todos lo supieran, sino que por sobretodo quería que ella lo supiera y se convenciera por fin de aquello.

- Betty… - Le dijo Armando. – la última vez que estuvimos aquí fue un verdadero desastre… - Betty quiso interrumpirlo, pero él levanto su mano para detenerla y prosiguió. – Ni yo mismo me conocía en ese momento, usted tenía ya una percepción errada de mi, de lo que yo sentía o de las razones por las que hacía lo que hacía,  sé que todo es muy confuso, pero por eso su actitud ese día, ahora lo sé, y no sabe cuánto me arrepiento de cómo actué…

- Doctor… - le susurró Betty. – Yo también actué mal, me cegó el dolor de lo que leí en esa carta y la di por cierta, aún cuando yo sentía otras cosas de usted…

- ¡No, Betty!... – La interrumpió Armando sin escuchar realmente la última parte, - Permítame continuar. Porque es que usted estaba en todo su derecho de pensar cómo pensó. Vea, como le digo, ni yo mismo me conocía, actué como un loco, cegado por las estupideces de Mario Calderón y ni yo mismo me daba cuenta cuán enamorado estaba… y cuán celoso me ponía de pensar que Nicolás Mora me la estuviese quitando. – Decía apretando los ojos y negando con su cabeza, recordando los celos que sintió de ver el número de Nicolás Mora entre su lista de números marcados esa noche. Bajó la cabeza con una sonrisa apenada aún con los ojos cerrados.

Definitivamente estaba en presencia de otro hombre. Algo en el gesto de Don Armando le causó ternura y unas ganas enormes de abrazarlo. ¡Claro que amaba a ese hombre! ¿Cómo se le ocurrió pensar en algún momento que podía sacárselo del corazón? Ver a ese hombre, que fue siempre tan explosivo y neurótico, ahora tan diferente, calmado, sonriente, y con esa mirada tan suave, le causaba solo ternura… ternura y amor… “¿Estaré soñando?”, nuevamente su mente saboteando el momento…

- Armando… - Le dijo llamándolo por primera vez por su nombre por deseo propio, lo que hizo que se ruborizase. Armando subió la vista de inmediato al escuchar su nombre en los labios de su Betty y sus ojos brillaron al ver el rubor natural de sus mejillas. – Yo también me dejé guiar por el Doctor Calderón si a ver vamos. Al leer esa carta, yo la di toda por cierta, siguieron pasando cosas que me la confirmaban y cosas que confundían mi mente, escuché conversaciones y me dejé llevar, no fui capaz, no tuve la valentía de enfrentarlo y pedirle una explicación, por el contrario, me ideé ese tonto plan de atormentarlo, avergonzarlo y darle celos con su propia empresa, que la verdad ni yo misma podía soportar,  sentí que perdí el camino. Di toda la carta por cierta y en mi dolor me enceguecí. No sé si usted sentía algo ya por mí…

Tuvo que detenerse, ya que el mesero se había acercado a la mesa para tomar su orden. Armando por primera vez en el día se crispó de enojo por la interrupción, se contuvo por Betty pero su rostro cambió al voltear hacia el mesero.

- Vea, yo estoy bien por el momento… no se si usted, Betty, ¿quisiera algo de tomar? ¿Desea pedir un jugo de mora? – Betty volvió a abrir los ojos enormes, no recordaba haber visto al Doctor Armando en un restaurante sin pedir un whiskey, pero además se sintió nuevamente diferente cuando Don Armando no le ofreció licor sino que recordó a la perfección su preferencia.

– Eehh… No, yo también estoy bien. Tal vez un poco de agua.

- Por favor, tráiganos sólo un par de copas con agua y cuando vayamos a ordenar le haremos saber. Gracias. – Dijo tajante Armando, volteando de inmediato hacia Betty para que el mesero entendiera el mensaje de que los dejara solos.

Espero con la mirada fija en los ojos de Betty hasta que el mesero se retiró y comenzó a hablar antes de que Betty prosiguiera.

- Betty, nada más lejos de la realidad, yo no sentía celos por mi empresa, mis celos eran completamente por usted, ya en el momento de esa desastrosa Junta la tenía clavada irremediablemente en el pecho, de hecho ya se lo había confesado a Mario Calderón. Ya ni siquiera me importaba la empresa, todo en lo que pensaba era en usted. Tal vez no hubiese servido de nada, pero cuando reveló el balance real en la junta y yo después fui a enfrentarla en su oficina, cuando Marcela nos descubrió abrazados, en ese momento debí gritárselo a ella y a usted, tal vez ahí ya era tarde, tal vez algo hubiese cambiado. No lo sé. Pero trato de recordar cuando vinimos acá, y ya yo estaba desesperadamente enamorado de usted, eso sí, le mentiría si le dijera que yo estaba consciente de eso en ese momento. Aquella vez que la seguí al L’Noir que estaba con Nicolás Mora y la detuve en la puerta de su casa para que me diera una explicación, le dije la verdad, una verdad que me atormentaba al no entender el porqué, por que desde que estuve con usted no pude estar nuevamente con nadie más… me comporté esa noche como un loco celoso y yo mismo me pregunté el por qué. – Sonrió de medio lado y nuevamente el holluelo de la mejilla se le marcó. – Quizás fue porque nunca antes había sentido esto por nadie, tal vez nunca un tipo como yo había sentido ternura por un ángel como usted, Betty. – Acercó su silla a la de Betty para estar más cerca de ella y no perdió tiempo de tomar su mano. La miró fijamente a los ojos y continuó. – Vea Betty, le parecerá loco, pero yo jamás había estado enamorado así antes… ¡y no me vaya a traer a Marcela acá! Es más, ella no cabe acá… ¡qué bruto soy de nombrarla yo! Pero es que le aseguro que lo que me unió a ella no fue ni parecido a esto que usted me clava aquí en el pecho cada vez que la veo… - Le dijo sintiendo en su pecho ansiedad y con los ojos desesperados sobre su mirada.

- Don Armando… - Le susurró nuevamente Betty, bajando la mirada. Pero Armando no estaba dispuesto a perder de vista sus ojos, y atrapó con sus dedos el mentón de Betty con delicadeza, haciendo que volviera a subir la mirada. La miró fijamente con toda la intención de liberar esa ansiedad de su pecho, la ansiedad de sentir sus labios…

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Pobre Armando, nervioso, errático, tratando de explicarse...

¿Lo imaginas?

Las actualizaciones serán seguidas. Cada cuanto te gustarían?

Es mi primera historia, espero la disfruten como yo al escribirla.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora