1. No hay mal que por bien no venga

23.7K 936 35
                                    

Kayla’s POV

Después de presenciar todo el doloroso funeral y de llorar por lo que se sintieron horas en frente de las tumbas de mis padres me fui a mi casa. Una vez allí subí a mi habitación y me miré al espejo, llevaba un aburrido vestido negro ceñido hasta la cintura y suelto hasta las rodillas que ahora mismo parecía pesar una tonelada, y yo me preguntaba si sería por todas las lágrimas absorbidas hoy, el pelo castaño claro liso hasta la cintura y mi cara pálida y ojos rojos de tanto llorar. Cogí mi pijama azul de huellas de perro y me metí a duchar, dejando que el agua recorriese cada centímetro de mi cuerpo, calentando mis entumecidas extremidades y limpiando el desastre de hierba incrustada en mis dedos, pero en ningún momento ese calor se filtró al interior de mi cuerpo, que parecía estar hecho de hielo macizo imposible de penetrar. Una vez limpia me fui a dormir a pesar de que eran las seis de la tarde y de que no había probado bocado desde ayer al medio día. Pero eso ahora importaba, de hecho nada lo hacía. Una vez enredada bajo ese mar de sabanas las lágrimas volvieron a aparecer humedeciendo mi almohada y llenando mis sueños de recuerdos que nunca se repetirán.

A la mañana siguiente me desperté en posición fetal y entumecida. Me levanté de la cama y me dirigí hacia la cocina, por el camino pase por la habitación de mis padres y más lágrimas aparecieron al ver todas las fotos tomadas. Cuando por fin llegué a la cocina me prepare un zumo de naranja, del cual solo bebí un sorbo antes de tirarlo, y me senté en el sofá. Era incapaz de pensar con claridad, incapaz de ingerir nada, y este silencio y quietud me estaba poniendo nerviosa, tenía unos días libres en el instituto por la muerte de mis padres y no me apetecía salir, aunque tampoco tenía amigas como para hacerlo. Pero ahora solo podía dar vueltas al asunto de que iba a ser de mí. Os explicaré un poco de mi vida. Me llamo Kayla Lowell y tengo 16 años, para mi suerte o mi desgracia soy muy lista, cosa que hace que sea objeto de burlas, insultos y algún otro maltrato físico pero al llegar a casa y ver a mis padres y hacer lo que realmente me apasiona se me olvidaba todo. Por desgracia ellos no están y se fueron por culpa de mi estúpido sueño, por eso jamás lo volveré  intentar hacer realidad, ya se ha cobrado demasiado de mi vida. Y para mi desgracia no tengo más familia que mis padres y ahora ya no están.

Eran más o menos las diez y media cuando picaron al timbre haciéndome preguntar quién podría ser. Me levanté y abrí para encontrarme con una pareja más o menos de la edad de mis padres mirándome apenados. Los reconocí como unos de los innumerables amigos de mis padres, está claro que no he sacado su don de gentes, así que los invite a entrar y a acomodarse. La mujer era alta y con el pelo negro rizado bajándole hasta la mitad de la espalda, con la piel muy blanca y unos preciosos ojos turquesa. El hombre era también alto y de piel blanca, su cabello castaño caía desordenado dándole un aspecto más juvenil y sus ojos verdes parecían no tener fin. Su hijo o hija debe de ser muy guapo teniendo en cuenta los genes de sus padres, sería un desperdicio de genes no tenerlos. Una vez todos reunidos en la sala me dispuse a hablar.

-¿Quieren algo de beber?-pregunté lo más amable que pude en esa situación.

-No, no tranquila.-se disculpó la mujer enseguida- Y trátanos de tú por favor, no somos tan mayores.

-Está bien-dije con una pequeña sonrisa asomando en mis labios.

-De todas formas estábamos aquí para hablaran contigo.

Adoptada por el popularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora