Capítulo 05: Parte 2

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—Lo estaré, Kevin —le aseguró.

—¿A qué hora regresa Leslie?

—A eso de las seis.

—Bien, me quedaré contigo hasta que ella regrese.

Elizabeth acarició la mejilla pecosa de su hermano.

—No es necesario, Kevin; además, debes regresar a Clovis. Sabes que no me gusta que conduzcas de noche —le recordó.

—¿Olvidas quién es el hermano mayor aquí? —Le sonrió y le apretó la mano contra su rostro.

—No, pero a veces me hace bien saber que yo también puedo cuidarte a ti.

Kevin la abrazó de repente y Elizabeth presintió su temor.

—Elizabeth, no podría soportar si algo malo te sucediera. No podría volver a pasar por lo mismo otra vez. Cuando desapareciste de la universidad aquella noche, mi mundo se derrumbó por completo y no hubo un solo día durante esos tres meses, en que no me sintiera morir al ver que pasaba el tiempo y no sabía nada de ti.

Elizabeth se apartó y tomó el rostro de su hermano entre sus manos.

—Lo sé y habría deseado que no pasaras por semejante situación.

—Si hubiese ido por ti esa noche nada habría ocurrido. Fue culpa mía.

Ella le puso el dedo índice sobre los labios.

—Cállate, no digas eso. No vuelvas a repetirlo jamás —le ordenó e hizo un esfuerzo enorme por controlar las lágrimas. Kevin intentó esbozar una sonrisa.

—Cuando me llamaron de Loma Linda para decirme que habías aparecido, no lo podía creer; es decir, nunca perdí las esperanzas de que te encontrarían, pero el temor de no volverte a ver era devastador.

—Y desde entonces te has ocupado de mí, me has cuidado y has procurado que nada me faltase.

—Tenía que hacerlo. Era mi deber, Elizabeth; no solo porque soy tu hermano mayor, sino porque solamente nos tenemos el uno al otro.

—No sabes lo que has significado para mí, Kevin. Sé que cuando éramos niños peleábamos mucho —odiaba ponerse melancólica.

—Sí, ¡sobre todo cuando me sentía el mejor cirujano de toda California y usaba a tus muñecas como mis pacientes!

Ambos rieron al traer aquellas imágenes de su infancia al presente.

—Recuerdo que tú habías encontrado un modo de vengarte —dijo Kevin y fingió enojo.

—¡Era lo menos que podía hacer! —se defendió Elizabeth. No podía precisar el número de balones que le había pinchado; solo recordaba lo furioso que se ponía Kevin cuando los descubría debajo de su cama.

—¡Se te ponía toda la cara roja de la rabia!

—¡Eran mis balones!

—¡Y eran mis muñecas!

Se volvieron a abrazar, pero esa vez una sonrisa se dibujaba en sus rostros.

—Kevin, no es necesario que te quedes —le dijo unos minutos después mientras tomaban un refresco sentados en los escalones del porche.

—Déjame hacerlo, Elizabeth; además, quiero saludar a Leslie. —Bebió un pequeño sorbo—. Hace tiempo que no la veo.

Elizabeth observó a su hermano con atención. No estaba muy segura de sus sentimientos hacia su mejor amiga, pero sí sabía que Leslie se derretía por él desde que tenía quince años. Siempre había soñado con la posibilidad de verlos juntos y de que un día la convirtieran en tía.

—Creo que la última vez fue en su cumpleaños, ¿no?

Kevin asintió y desvió la mirada de los ojos suspicaces de su hermana.

—¿Sigue tan maniática de la limpieza como siempre?

—Como siempre. Deberías ver cómo se altera si dejo una toalla húmeda tirada en el suelo del baño, o si la cocina queda hecha un desastre cada vez que me pongo a preparar algún plato. —Hizo una pausa—. Creo que está en su naturaleza, solo necesita de alguien que le haga ver que su obsesión no tiene sentido.

Kevin la interrumpió; sabía el rumbo que estaba tomando aquella conversación.

—¿Qué tal tu trabajo en la editorial? —preguntó para esquivar el tema.

—Perfecto. Jennie confía plenamente en mi capacidad y me ha encargado uno de los proyectos más importantes que la editorial tiene este año —respondió entusiasmada.

—¿De qué se trata?

—Sunrise Press va a lanzar una colección de libros de arte y Jennie quiere que no solo me encargue del diseño, sino también de la elección de los contenidos.

—¡Eso es estupendo, Elizabeth!

—Sí, sabes que amo mi trabajo como diseñadora, pero mi verdadera pasión es el arte.

—Lo llevas en la sangre. Recuerdo cuando mamá nos contaba que su abuelo era un reconocido artista en Inglaterra, incluso había trabajado para la Reina y había pintado unos cuadros que decoraban una de las paredes del Palacio Real. Elizabeth asintió. Ella misma había escuchado, cientos de veces, la historia del abuelo Henry Forrester, que había vivido en Inglaterra a finales del siglo XIX. Cansaba a su madre pidiéndole que se la contara y anhelaba poder visitar aquel lugar algún día y contemplar las pinturas de su bisabuelo en persona.

—Aún tienes pendiente ese viaje a Londres.

—Sí. Tal vez el próximo año pueda escaparme y cumplir ese sueño que tengo desde niña —dijo con la emoción instalada en sus ojos.

—Elizabeth, no quiero quitarte la ilusión ni mucho menos, pero —dejó el vaso de refresco casi vacío sobre el suelo de madera— no podemos hacer como si nada hubiera sucedido. Lo de Otelo ha sido espeluznante, y las sospechas de la policía.

—¿Qué es lo que te han dicho?

—Cuando el detective Styles y tú os habéis ido a hablar en privado a la cocina he aprovechado para hacerle algunas preguntas a su compañera.

—Kevin.

—Estaba preocupado por ti, Elizabeth. Debía saber lo que estaba sucediendo. —Había evitado hablarle del asunto, pero como la hora de marcharse y dejarla sola se estaba acercando no le quedó más remedio que hacerlo—. ¿Por qué no me habías mencionado nada de los asesinatos?

Elizabeth percibió el reproche en sus palabras.

—No quería alarmarte, Kevin. Tal vez no tenga nada que ver...

—La policía piensa que sí —la interrumpió agitado.

No dijo nada, no había nada que pudiera decir para tranquilizar a su hermano si a ella también la asaltaban las mismas sospechas y el mismo miedo.

—¿Te quedas hasta que vuelva Leslie? —preguntó y buscó su mano para aferrarla entre las suyas.

—Me quedo, sí. —Una sensación conocida ya para él lo embargó casi de inmediato.

Ambos se quedaron allí, con la mirada clavada en el firmamento, conscientes de que, tal vez, sería solo cuestión de tiempo antes de que todo volviera a ocurrir.

Nomeolvides | H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora